EL LADRON DE SANTA BÁRBARA

EL LADRON DE SANTA BÁRBARA


Mañana de sol a finales de primavera. Nadie se escapa del embrujo de esta población dueña de una particularidad especial, ya que a pesar de muchos estragos del pasado, permanece radiante. Hasta en los crudos inviernos, el caer de las piedras del granizo sobre las tejas y objetos callejeros, producen un mágico sonido como de una atronadora melodía coral.

Ese día, la plaza frente al atrio de la iglesia, estaba como el sol, ardiente. El murmullo de la gente saliendo de la misa dominical, formando corrillos para comentar el último tremendo chisme, ejercicio verbal combatido desde el púlpito por el párroco en la celebración de las misas. Aparte de esta inevitable debilidad popular, los habitantes del lugar eran personas honestas, trabajadores del campo, aprovechando las bondades de una tierra fértil que les prodigaba siempre sus buenas cosechas.

Hacía pocos años habían sufrido varios ataques de aquellos al margen de la ley, quienes se tomaron el pueblo una madrugada, buscando a los varones para asesinarlos, violando a las mujeres sin discriminación de rangos, edades ni condiciones, dejando gran cantidad de huérfanos y ancianos sin hogar, porque les fueron quemados. No obstante, supieron levantarse del abismo de dolor y miseria en que quedaron sumidos, y con valor y fuerza en su fe, levantaron su espíritu reconstruyendo al pueblo, resarciéndose del dolor por las pérdidas sufridas.

Con diferentes ayudas, se superaron y hoy, con el sol brillante en esa mañana de primavera, se preparan para las ferias artesanales .

A Héctor lo conocen todos. Es un hombre alto, robusto, calvo a pesar de ser aún joven, muy solitario, a quien los niños acostumbran gritarle para molestarlo ¡CHER! -Vive en las afueras de la población, no tiene familia, porque fue una de las víctimas de las masacres, no se le conoce novia ni compañera, es taciturno y parece que sufre de un pequeño retardo mental. Por las noches se perfila su silueta caminando por las cimas de las colinas en donde están unos galpones de propiedad de una cooperativa campesina de avicultores, porque últimamente se están presentando continuos robos y por tal razón le están pagando una celaduría para comprobar si son ladrones o las zorras que merodean el lugar .

Ese sábado, la Alcaldesa de Santa Bárbara, inspeccionaba las obras y organización para el próximo evento artesanal. Ya comenzaba anochecer, subía por la carretera de de los galpones, cuando de uno de los recodos del camino, súbitamente aparece Héctor bajando a toda carrera. Impresionado al verla, se tropieza con una piedra y cae estrepitosamente boca arriba, con brazos y piernas estiradas en forma de equis.

¡JESUSSS!… GRITA LA ALCALDESA…

Sin poder evitarlo, sus ojos desorbitados se fijan exactamente en el punto en donde queda la corredera del pantalón de Héctor, mientras éste se crecía y se movía rápidamente, haciendo que la corredera se empezara a bajar.

AYUDAAA… ES CHEEEER…! Gritaba desesperada, cuando de repente, se abre totalmente la corredera, y salta un gallo mas asustado que los dos.

Mimi Juliao Vargas

Cartagena, Colombia

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