La sombra o el temor a mi imagen

La sombra o el temor a mi imagen

La sombra que se rebeló o el temor a mi imagen.

Desperté con una extraña sensación, como si ,de súbito, algo se moviera dentro de mí. El cielo estaba gris, encapotado, y el frío calaba hasta los huesos. Me arrebuje en mis sábanas, no queriendo salir de la protección del calor, pero el zumbido del reloj del móvil, me indicó que debía apresurarme para tomar el tren de las 7:30. Con cierto desgano me incorporé de la cama y me vestí en silencio como si temiera romper mi rutina. Y entonces, en el toilette, justo a la hora de mojar mi rostro para desperezarme me vi en el espejo e hice algunas muecas. La imagen en el espejo no me imitó. Se quedó congelada, como si perteneciera a alguien más. Lo intenté de nuevo y no sucedió nada. Con la premura del tiempo, salí del departamento muy apresuradamente. Distaba solo dos o tres kilómetros de la estación más próxima, y recorrí tal distancia en muy breve tiempo. Sin embargo, no me atreví a verme ni una sola vez en las múltiples ventanas y escaparates que hubieran reflejado mi imagen. Abordé el vehículo como si fuera perseguido por alguien, y me senté en el rincón más alejado. Al bajar en el centro compré un café de una máquina expendedora y una galleta de avena, al tiempo que intentaba no pensar en nada. Pero al subir en el elevador, de nuevo debí observar por un instante mi propia imagen. Continuaba congelada. Hice gestos, muecas, saqué mi lengua… !Nada! Cuando llegué al piso indicado , me escabullí de las inquietas miradas de mis compañeros de trabajo, me senté frente al escritorio y sin ver la pantalla, teclee la contraseña. Las imágenes como financiar trader aparecieron y comencé las primeras tareas y el tiempo se deslizo hasta casi anochecer y me escapé temiendo encontrarme con el guardia preguntón. Ya en la calle intenté abordar un taxi e intentando evitar espejos casi me atropellan. «Cuidado, van a atropellarle, me gritó alguien. Crucé la avenida y me interne en el pasillo del metro que abordé sin rumbo fijo. De pronto el niño que estaba a mi lado me mostró algo en el suelo, señalándolo con el dedo… ! Era mi sombra que se movía sin seguir mis actos! Aterrado, bajé en la primera estación que, aunque obscura, me cobijó protegiéndome de mi propia sombra.

Desde entonces, salgo sólo de noche, he renunciado a mi trabajo, y nunca veo los espejos, e incluso aprendí a rasurarme al tacto, y a evitar los lugares iluminados. Soy la sombra de mi sombra.

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