Resulta reconfortante sentir, que la calidez de una mano se posa sobre mi cuerpo, una mano ajena, suave y hogareña, es como si esa mano siempre hubiera estado allí, encaja perfectamente en mi hombro, espalda, mano y otros lados. Al otro extremo de dicha mano, hay un rostro, no se si se deba a la luz del sol que entra por la ventana o a la cercanía en la que estamos, pero es radiante, quizá uno de los más bellos que existen en este cúbico mundo, no lo se, es solo que no puedo dejar de verlo, de admirarlo; no había notado que el ventilador estaba encendido, hasta que el cabello perteneciente a ese rostro se movió, ver ese jugueteo entre el viento y ese cabello me hipnotizó por algunos instantes, serenidad, mucha serenidad hay en este ambiente. Desvié la mirada, mas abajo de los hombros donde se posaba el cabello, a la vista, un par de lindos senos, una mortal curva en la cadera, dos firmes glúteos y hermosas piernas, estaba acostada de lado y observar ese poema me hizo imposible no rimarle una erección.
En un momento dado, del rostro, emergieron dos esferas, dos castaños soles que se iban encendiendo de a poco, mientras que un crujido sonaba desde mi interior, en ese momento sentí mis dedos hechos de cristal, mis piernas de polvo, mi cabeza de algodón y mi erección de caramelo. En ese momento, me sentí mas liviano, más joven, mas vivo, como si antes hubiera sido un equipaje sin motivo.
Pues en ese momento, me volvieron los latidos.
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