“…CQ…CQ…CQ…40 CQ 40…CO8HJ Habana-Japón, Tristá 36, Las Tunas, La cuna de El Cucalambé, Balcón de las provincias orientales… CQ…CQ…CQ……”Así iniciaba sus comunicaciones con el mundo mi bisabuelo Mario Fidencio Jiménez, quien fuera considerado en su momento, el radiotelegrafista cubano más longevo y que estuvo en activo hasta prácticamente los últimos días de su vida. Aunque tuve la oportunidad de conocerlo en persona, muchas de las anécdotas sobre sus peripecias radiales las supe por mediación de mi amada abuela Ligia, quien hablaba orgullosa de su padre a tal punto de emocionarse mucho en ocasiones.
Abuelo Mario fue radiotelegrafista del ejército durante la dictadura de Machado y lo fue también cuando la de Batista. Contaba abuela Ligia que lo veía llegar con su uniforme y su bicicleta a su casita en la calle Tristá #36, provincia de Las Tunas y lo primero que hacía era entrar al primer cuarto a la derecha, donde tenía todos sus aparatos de comunicaciones: grandes radios de bombillo, micrófonos, bocinas y telégrafo para comunicarse en clave Morse si era necesario. Emitía su señal y se pasaba horas comunicándose en inglés, alemán y otros idiomas que ella no podía descifrar. Imagino esos momentos como la Internet de aquellos tiempos, por lo fascinante que resulta comunicarse con el mundo desde la comodidad de tu propia casa.
Mi bisabuelo educó a su familia de la mejor manera posible siempre poniendo la humildad por delante. Hombre muy culto y de carácter bonachón, tuvo la ocurrencia junto a la bisabuela Carmen, su esposa querida, (sencilla también, pero fuerte de carácter) de nombrar a sus hijos e hijas como los personajes de grandes obras literarias como la famosa novela Quo Vadis del escritor polaco Henryk Sienkiewicz. A una hija la nombró como una musa y a otra como un pueblo checoslovaco destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la anécdota que más me llamó siempre la atención, además de aquella en la que supe de la comunicación establecida por él con los tripulantes de un barco que había sido atacado por un submarino, fue cuando mi abuela me contó que abuelo Mario, a pesar de ser miembro de un ejército conocido por sus crímenes, siempre estuvo en contra de las injusticias a tal punto que fue capaz de colaborar de manera secreta con el Ejército Rebelde, transmitiendo informaciones en clave a los radiotelegrafistas de la Sierra Maestra para que supieran de los movimientos de la tiranía, algo que para mi constituye una hazaña.
Abuelo Mario falleció con más de 90 años. Padecía en su ancianidad de un Parkinson que no le impedía su trabajo con los equipos de radio. Tuvo la dicha de ser homenajeado en La Habana por radioaficionados de varias provincias que se reunieron en su sede del Vedado y yo tuve el placer de compartir con él ese momento, aunque en mi entonces adolescencia quizás no lo percibía de esa manera. Hoy pienso que mis aficiones por la Literatura y la tecnología quizás las heredé de él y que me gustaría haberle enseñado como hoy se llega lejos también a través de las Redes Sociales y de las demás posibilidades de internet. Me hubiera gustado haber visto esta película con él, para estar al lado de un experto en el tema, pero sobre todo para hacerle muchas preguntas, todas esas preguntas que me faltaron hace años. Aunque quizás si escribo en la barra de direcciones de mi navegador: CO8HJ, CO8HJ…desde algún lugar me respondan.
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