— ¿Qué es lo que vas estudiar hijo? —Traté de decirlo muy natural, pero no respondió. Llevamos casi dos horas en carretera y él manejaba. —¿Quizá contador como tu abuelo? ¿Te gustas los números?, —Insistí. De repente se sale de la carretera y frena intencionalmente levantando una gran nube de polvo. Sin verme a la cara me grita —No entiendes Papá, si ya supiera lo que quiero no me estaría tomando un año sabático. ¿Porque toda la gente de repente quiere lo mejor para mí y creen que preguntando se están «preocupando» por mi futuro?
— ¿Y tu Papá, realmente te preocupas por mí? o quizá solo te importa que no elija una universidad muy cara y que sea una carrera muy cotizada. ¿Crees que no me enteré de que te despidieron de tu trabajo? Además por ninguna razón quieres que mi Mamá lo sepa, porque te obligaría a trabajar en la empresa de mis tíos. Todo esto de echarme a perder mi viaje es unicamente porque no tienes el suficiente valor de enfrentar lo que te está pasando.
Muy sorprendido de que ya lo supiera le respondí, —Eres mi hijo y me preocupa tu futuro. Como todo padre quiero que seas un hombre de bien y exitoso.
Salió del coche, cerró bruscamente y por la ventanilla me gritó, — ¿Exitoso? ¿Acaso tú lo eres papá? ¡Por favor!, solo por haber permanecido en un empleo más de veinte años, ¿Eso te hace exitoso? Contéstame, ¿Eres feliz? ¿Realmente lo eres? ¿Te siente orgulloso de haber dado tanto tiempo de tu vida a alguien y que sin más ni más te suplan por una persona más joven?
Caminó algunos pasos dándome la espalda. Le grité, —Pues sí. Realmente lo fui. ¿Tu qué vas a saber de la vida laboral a tus dieciocho años? Ahorita solo piensas en fiestas, en viajar de mochilero y en “disfrutar de la vida”. Pero cuando despiertes de ese sueño estarás lavando trastes en un restaurante.
Volvió a entrar al coche y acelerando se incorporó de nuevo al asfalto, y me dijo — ¿Pero ahora no lo eres verdad?, es por eso que estas muy «preocupado» por mí y por eso me estas echando a perder el viaje. Llegando a San Miguel cada quien se va por su lado. Cada quien debe de librar sus propias batallas interiores Papá.
Viajamos en silencio las tres horas que faltaban para llegar. La carretera estaba en muy malas condiciones y llevaba muy poca velocidad. Miré su cara, por un momento creí que iba dormido porque llevaba la vista totalmente perdida.
Entramos en la pequeña ciudad directos a surtir gasolina. Angel bajó del coche y se dirigió al baño, platicó con algunas personas y regresó. No dijo nada, solo manejó algunas calles hasta llegar a una antigua construcción. Bajó del auto y entró en lo que parecía ser una posada e inmediatamente salió. Abrió la cajuela y me dijo, —Aquí nos vamos a quedar, es muy económico. Cuartos separados.
Cada quien entró a su pequeño y austero cuarto. Angel dejó las maletas e inmediatamente salió llevando su mochila. Yo me tiré sobre la cama mirando al techo que estaba cubierto de manchas por la humedad y me quedé profundamente dormido.
A la mañana siguiente toqué a su puerta y no me respondió. En recepción me dijeron que ya había salido muy temprano y que les había dicho que yo iba a liquidar el costo de las dos habitaciones por una noche más
Salí a caminar por las hermosas calles de San Miguel. En unos instantes me había sumergido en sus callejones empedrados y perdí el rumbo totalmente. Pero no me importó, porque estaba disfrutando de la belleza de sus antiguas y coloridas fachadas, de las bardas de adobe en color sepia y de cada maravilloso detalle.
Llegué a un pequeño mirador en la parte alta de la ciudad. Un grupo de personas se amontonaban para tomarse fotografías y observar en un mira lejos. Yo solo me recargué en un muro de piedra mientras respiraba el aire fresco y observaba la hermosa vista.
A lo lejos pude ver la silueta de Angel y reconocí su mochila amarilla bajando por un callejón. Caminé varios metros por la angosta calle y al girar a la derecha me topé con algunos escalones. Encontré un pequeño y escondido atrio, que formaba parte de una antigua capilla muy bonita. Junto a una gran cruz de madera tallada estaba Angel, colocando el trípode para tomar algunas fotos.
Esperé a que terminara. Parecía todo un experto. Cuando Angel se disponía a guardar el equipo me vio sentado en una banca de herrería que estaba junto a un limonero. Caminó algunos pasos y se sentó junto a mí. —Que desayunaste? Preguntó. —Tome los alimentos en el restaurante del hotel, muy rico. —Contesté.
Caminé detrás de él observando las excelentes tomas que hacía. Realmente era un experto. Para romper el hielo le pregunté cómo había obtenido esa cámara. Me dijo que ahorró algo de dinero y que vendió algunas consolas de videojuegos que su mama le había comprado. Llegamos a un frondoso parque antiquísimo pero muy bien cuidado y por fin nos sentamos. Me dijo que lo esperara y regresó con dos cervezas, las bebimos en silencio.
Por fin tomé el valor suficiente y la fuerza de preguntar el porqué de su viaje. Angel me respondió con la mirada perdida, —La idea es salirme de casa. No regresar.
—No es una decisión tomada a la ligera, —prosiguió. Hice algunos ahorros y voy a trabajar para cubrir mis necesidades. Si más adelante decido estudiar la universidad o dedicarme a algo en especial, será con mis propios recursos. Mi destino es Ciudad del Carmen, me quedaré con un amigo.
–Y tú Papá, deberías hacer lo mismo. Sabes que mamá tiene varios años en otra relación “oculta”. En cambio tú siempre metido en tu trabajo. No existe nada más en tu vida que tu trabajo. Bueno… existía. Quédate un tiempo para que aclares tus ideas.
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