Siempre que puedo repito el mismo viaje. Salgo de palacio y me dirijo hacia Granada.

Soy perfectamente consciente del peligro que corro al hacerlo, pero necesito ver a mi esposo. Ya ha pasado mucho tiempo desde que se fue de Castilla.

Unos pocos años antes de aquello, mis padres, los Reyes, tomaron la ciudad andaluza de los musulmanes y la anexionaron al Reino. Años después, cuando ya era necesario, fueron apartados de mí y llevados hacia allá junto a mi marido.

-Nos veremos pronto amado mío. Parto mañana hacia Granada para reencontrarme con vos.

-Doña Juana, majestad, ¿está soñando otra vez con su esposo? – le interrumpió una de las doncellas-Lo siento, de verdad que deseo llevaros hasta Granada a verle, pero no es permitido sacarla de esta torre.

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