Un viaje de veinte minutos

Un viaje de veinte minutos

Había recorrido cientos, miles de kilómetros, siempre con la misma ilusión, cada viaje era mágico para ella.

Pero hoy, iba hacer el viaje más importe de su vida. En apenas veinte minutos en metro llegaría a su destino.

Hoy se iba a reencontrar con la persona que la enseñó a viajar, que la enseño a disfrutar de sus gentes, de sus costumbres, del caos de algunas ciudades. Aunque se tratase de la ciudad más fea del mundo, él siempre sacaba una lectura positiva de todo. Lo que nunca le dijo, fue que también le había enseñado a amarle, le había enseñado a desearle.

Hacía tres años que no se veían. Tres años en los que ella no dejo de viajar, creyendo que en alguna esquina de alguna rara ciudad se lo volvería a encontrar. Habían pasado tres años desde esa llamada telefónica invitándola para tomar una café.

Ellos no se veían en la ciudad, los preparativos de su viaje anual los trataban por correo electrónico y alguna que otra vez por teléfono. Nunca quedaron para ir a cenar, comer o simplemente salir a pasear por la sierra. Así que cuando descolgó el teléfono y escucho te invito a tomar café, supo de inmediato lo que iba a suceder.

...Verás este año, le dijo algo nervioso, no voy a ir de viaje contigo. ¿Estás enfermo? dijo ella algo asustada. No, tranquilízate, estoy bien. ¿No me digas que al final te han despedido? No, tampoco es eso. ¿Entonces? y fue cuando hizo la pregunta que más miedo le daba hacer, porque intuía la respuesta. Te has aburrido de viajar conmigo, verdad. Él no contesto, sorprendentemente no pudo sostenerle la mirada, e hizo como si buscara algo en el vaso de Coca-Cola.

Cuando salió aquel garito sin venir a cuento, recordó como se habían conocido. Ella plantada con su maleta grande de marca en Nueva Delhi con un mapa enorme entre las manos tratando de ubicarse.

¿Puedo ayudarte?, le dijo una voz a sus espaldas.

Girándose de inmediato, ella le sonrió y contesto ¡¡Encantada!! ¿español?

Y desde ese día no se separaron, él le ayudo a deshacerse de esa maleta con tanta ropa innecesaria. Con el dinero obtenido, la abasteció de lo más imprescindible, incluidas una buenas botas y sandalias de trekking.

Fue un viaje que siempre recordaría. Fue su viaje de iniciación, junto a él no tenía miedo, siempre dispuesta para la aventura, cansada pero a la vez tan emocionada que no ponía reparo alguno en donde dormir o donde comer. Había aprendido a comer sus alimentos y dormir donde ellos dormían.

Así año tras año. Viajando junto a él, nunca tenían prisa en volver. Eran de las pocas personas afortunadas que podían trabajar mientras viajaban, hasta en eso coincidían.

Habían pasado tres años. Tres años en los que ella no había dejado de pensar en él mientras viajaba y ahora en un viaje que duraría escasos veinte minutos, lo tendría cara a cara.

Pensó en lo que le diría, estaba nerviosa,. Ni por asomo le iba hacer reproche alguno. Tampoco quería mostrarle lo dolida que estaba todavía con él. Y saliendo de la estación de metro, decidió que únicamente le contaría anécdotas de sus viajes, eso si, dándole a entender que no le había echado en falta que sabía desenvolverse a las mil maravillas y que disfrutaba igual que cuando viajaban juntos.

Cuando llegó al garito y lo vio sentado en la mismo sitio de hacía tres años sólo le pregunto ¿cuando nos vamos?.

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