En un pequeño mundo vive un sapo. Es verde como todos los sapos y tiene un par de alas diminutas. Pienso que si las pudiera usar volaría lejos el sapo. -Pero es un simple sapo amorfo – diría quien pasa y lo ve por la ventana. A pesar de sus alas, el sapo no piensa. No razona y no sabe de ironías. Solo esta ahí en su diminuto planeta comiéndose las moscas que aparecen en frente suyo por hermosas e invisibles conexiones cósmicas. Pero el sapo sabe. Está seguro que más allá hay mejores lugares que una miserable esfera de barro mojado y a veces mira de reojo su lomo. Ve las alas, hace puños y los aprieta; y en su idioma mental de sapo se dice a sÍ mismo valientemente: «No cederé» y se sigue comportando como si nada pasara.

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