El primer paso

(Para los caídos y los sobrevivientes cuya lucha no reconoce la historia oficial)

¿Qué se hace cuando ganas? ¿Cómo se expresan estas ansias de que el mundo sepa tu felicidad, cuando has acostumbrado poner buena cara en la derrota? ¿Cómo pasar por encima de la tristeza ajena cuando te pisotearon tantas veces que te prometiste no ofender en el día del triunfo futuro?

Hoy ganamos. Y comienza ese viaje tantas veces pospuesto hacia el qué hacer y el por dónde empezar: Quiero apuntar mi nombre para lo que sea necesario. Quiero ofrecer lo que sé, lo que tengo, mi tiempo, mis manos.

¿Habrá quién los quiera? No me engaño. Los años (muchos) pasaron. La piel manchada de mis manos no inspira confianza. No es bella. ¿Quién desea tener junto a sí a alguien con pinta de antepasado? ¿Quién desea escuchar sus palabras?

Pensarán que deseo mandar e imponerme. Pensarán que deseo un pago a cambio.

No es cierto. Sólo quiero ayudar. Yo tengo suficiente para sobrevivir. No voy a quitarles nada. Quiero ser parte del edificio de la victoria.

¿Me creerán? ¿Me aceptarán? ¿Tendré permitido participar de la euforia colectiva, cuando llevo en la frente el estigma de más de cuarenta años de fracasos, de silencio, de conducta intachable para hacerme perdonar que no voy a la iglesia, que no bebo, que no engaño, que no me enriquezco?

¿Pensarán que me moviliza algún deseo escondido?

Esta es la primera parte de mis dudas, la optimista.

La segunda parte, la pesimista es:

¿Serviré de algo todavía? ¿No me habrán rebasado en tiempo, capacidad y fuerza aquellos que tienen juventud y actualidad? ¿No seré un lastre, un estorbo? ¿Alguien comprenderá este idioma que hablo, lleno de palabras que los diccionarios conocen y los chats no? ¿Seré capaz de traducirme, de reinventarme? ¿Seré capaz de comprender los sueños nuevos, las presentes necesidades, los futuros complejos? ¿Soportaré mi soledad humildemente, aceptando la limosna de aquellos que me traten cortésmente por mi edad, para no ofender? ¿Sabré disimular ante la burla, la condescendencia, la tolerancia impaciente de los más rápidos, de los más actualizados?

Ha sido un viaje largo. En un principio, quise cambiar el mundo. Participé para cambiar el mundo. Y nuestros métodos, nuestras fuerzas, nuestro nivel de conocimientos, nuestra astucia, no fueron suficientes. Muchos murieron.

Yo sobreviví porque me echaron a un lado. A unos los vi morir; otros supe que murieron. Yo viví para dar vida a otros, relegada mi piel en el rincón de servir, de mantener, de transferir mis derechos y oportunidades. Yo viví para agachar la frente por los otros.

Nunca dejé mis ideas de libertad. Siempre soñé con un mundo nuevo, donde todos tuviéramos un trozo de algo en la repartición de bienes. Nunca olvidé transmitir la honestidad, la ética, la equidad. Seguí estudiando mientras callaba. Trabajando mientras escuchaba sin opinar más que lo indispensable. Haciéndome valer con el esfuerzo, con el compañerismo, con la lealtad, con el ejemplo.

Ha sido un viaje largo; y ahora la voluntad unida de millones logró sacudir al país entero. Sé que se necesitan todas las manos, todos los cerebros, todas las voluntades. ¿Lo sabrán ellos?

Hoy reinicio el mismo viaje que pausé porque no era el momento. Hoy sí lo es y avanzo el pie para dar el primer paso.

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