A finales de Junio, cuando la lluvia deja de empapar edificios y calles y los rayos del sol se filtran con cierta intensidad, es el momento, en el cual todo el mundo quiere dejar sus ciudades.
Las tertulias tranquilas, apacibles de los días invernales, cambian por completo y la frase ¿Dónde vas a ir este año a pasar tus vacaciones? se repiten sin cesar. Una sensación de escape nos invade a jóvenes y viejos. Los primeros quieren disfrutar de lugares exóticos, cada vez más alejados de su lugar de nacimiento, visitar distintas civilizaciones, como si donde habitaran todo estuviera descubierto. Los mayores dejar su hogar para trasladarse a un lugar donde la brisa sea fresca por las mañanas y en los atardeceres puedan contemplar las estrellas.
Pero quedamos todavía los indecisos, estos que por las noches no soñamos con lugares exóticos, pues estamos bien afincados en nuestros parques, calles, gente y sobre todo tu hogar.
¿Porqué esa desazón en hacer maletas?-¡ Con lo pesado que se hace pensar en todos los enseres que hay que introducir en esas pesadas y grandes cajas metálicas! Y sin embargo, ¡cuánta ilusión va depositada en éllas!
Puede seamos personas que no nacimos con espíritu aventurero, quizás seres indecisos y miedosos, a quienes conocer lugares y civilizaciones distintas nos acongoja. Puede seamos sujetos anclados en el pasado. A veces, sentimos envidia de esas ensoñaciones de nuestros amigos y nos gustaría pensar como ellos, optimistas, soñadores y con grandes ilusiones puestas en sus valijas.
Tengo amigas, que a pesar de su edad, ambicionan viajar solas o en grupos organizados, sin embargo, las titubeantes, empezamos a pensar en los pros y contras de estas salidas . Aunque tú te veas llena de defectos, piensas que las personas a quienes vas a conocer, tengan sus gustos muy diferentes a los tuyos, que los olores, colores de los sitios a visitar puedan parecerte a ti flores, mientras a tus compañeras tal vez efluvios.
Tus inseguridades te hacen quedar como petrificada, sin saber por dónde tirar. Pasan por tu cerebro un sin fin de pensamientos, unos de indecisión, sin ápices de expectativas.
Quieres pensar que hay muchos peor que tu, los que tendrán que pasar sus vacaciones en el hospital, otros sin un euro para el desplazamiento y sobre todo te llega al alma ver a los pobres africanos y asiáticos haciendo un viaje marítimo, pero ¿en qué condiciones?- En pobres embarcaciones, desconociendo su paradero. Estos no tienen en sus cerebros pensamientos si prefieren pasar sus vacaciones en el mar o montaña, lo que necesitan es un lugar en esta tierra inmensa donde poder comer, tener una cama donde recostar sus huesos y un hueco donde acaso trabajar.
Todas estas calamidades te sacan de tus pensamientos durante unos momentos y, hasta se te pasa por la cabeza la idea,¡ay si fuera más joven podría ir a sostener a una de estas criaturas en mis brazos!- pero no es verdad, porque también fuiste joven y no lo hiciste, es una falaz hipocresía que te atraviesa tu cabeza.
Al final, como nos dejamos llevar por el pensamiento de los demás, me trasladaré a la sierra, allí tengo amigos de muchos años con quienes poder cambiar impresiones, y también una piscina donde poder apagar el calor sofocante del verano y por la noche asomada a la verja del jardín contemplar las numerosas estrellas del firmamento. Los pensamientos son una cosa, más las realidades son otras.
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