Sombra inquieta e inquebrantable,
soledad de ojos azules derretidos bajo la luz de Artemisa.
Una esplendida armonia,
era la que cada estrella cantaba
siguiendo, una a una, las notas que el mismo Beethoven dirigía.
Pero aun tan bella melodia,
en mi alma, frio espectador encontraba
en el silencio de la oscuridad.
Me invaden los recuerdos.
Pesado suspiro,
tristeza inmensa
que un corazón roto a dejado
en un segundo de paso
al lado del ser amado.
Inmutable e insoslayable sonrisa, tan fria y mentirosa como el gran Perito Moreno.
Tan joven e indomable
como solo la tierra nueva podría serlo.
A su lado, un segundo era una vida,
y un paso, un tormento.
La necesidad de correr en su busca era mortal,
la de abrazarla y no dejarla huir, inimaginable.
Pero la luz me sacude nuevamente y mi transe acaba.
Pero una lágrima cae por mi mejilla
y, esa lágrima,
era el beso que esperaba.
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