Una tarde distante de marzo, marchita por el tiempo, llegué a la Tierra. ¿Era mi primer viaje? Mi madre no lo sabe; pero quizás fui un viandante anónimo, trotador de caminos polvorientos que deambuló por muchos caseríos y ahíto del perfume terrenal de cada época, se regreso travieso.
¿Cómo detenerme ahora? Me voy diferente, la vida es un marchar por sitios inesperados, como quien surca los mares y los cielos, y los amores aparecen entre las brumas y las risas.
Después, nos toca hacer un adiós con las manos, mientras los labios se pegan como cosidos a la tristeza de lo incierto. Pero me marcho, me voy en un traslado inevitable; un viaje de paradas y de sueños, de vidas y de muertes. El viaje humano.
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