Reconozco que cuando alguien me pregunta sobre mi trabajo, se me infla la vena del cuello, mi color de piel cambia a un rojo explosivo (sí explosivo), que indica que pueden saltarme los plomos, y mis ojos echan chispas.

Decir que aborrezco mi trabajo es demasiado simple, es más un conjunto de sucesos que han llevado a pensar que hemos pasado de tener un lugar agradable de trabajo a convertirse en esclavismo puro y duro.

Pero claro, también se debe reconocer que no todo es malo. Hay compañeros que te arrancan (no una sonrisa) si no el mal humor. Creo que esas personas son especiales, porque saben escuchar y no critican (porque digan lo que digan, las críticas no son constructivas).

Terminada mi pequeña diatriba voy a hablar de los diferentes tipos de personas que componen la fauna de mi trabajo.

Los linces, sí, dícese de las personas que consiguen no hacer nada, pero parece que han hecho una de las maravillas de la humanidad y tú no te has enterado. También, hay que decir que son los que consiguen los mejores días de vacaciones y los puentes más deseados. Menudos linces

Las alondras son esos compañeros que aunque llegues a las 7 de la mañana al trabajo ya están allí, parece que tienen una habitación propia en la empresa, aunque la he buscado (para echarme la siesta después de comer) nunca la he encontrado, debe ser como la sala que viene y va (ok, si no lo has entendido no eres un friki de Harry Potter)

Los búhos, esos que cuando abres el correo a las 9 de la mañana han enviado un correo a las 2:00 AM, y los ves tan ricamente allí a las 9 de la mañana como si no hubieran trasnochado ni nada. Claro que entender el secreto de los búhos me llevó un tiempo (vale, soy cortita y me tardé algo más que los demás). Resulta que hay una opción en el Outlook que te permite enviar correos a horas determinadas, sí, y no es necesario estar conectado, lo dejas preparado y como de la lavadora, envía el correo a la hora determinada.

Luego, están los miuras, esos que para conseguir su objetivo arrollan a cualquiera que se ponga en su camino, braman sus hazañas a los cuatro vientos, les falta únicamente publicarlo en el BOE. También son los denominados, YO-YO, el yoísmo elevado a la enésima potencia. Sí, son esos, de yo he hecho esto, yo me he quedado hasta tarde, yo llamé a fulanito,… para terminar con ese melodramatismo de siempre soy yo el que se queda.

Ahora os voy a comentar sobre otro grupo, las ovejas, que siempre asienten, no dicen nada, no sabes si le parece bien, mal o peor la situación que están viviendo o el trato que reciben. No sé si el victimismo es algo que vende, o se siente pero lo llevo muy mal.

Bueno, después de esta clasificación, pensaréis, cuál es mi grupo. Pues como chula que soy, estoy un poquito en todos ellos, excepto, en lince. No pillo ni una buena jugada, y me caen todas por todos los lados. Pero no adelantemos hechos y comencemos.

Después de volver de un permiso sin sueldo, porque tenía que realizar las prácticas de Técnico en Educación Infantil en una guardería, pensé que vendría más animada y entusiasmada para comenzar un nuevo proyecto. Pero claro, todos los esquemas se te caen cuando te dicen que te mandan a trabajar a la otra punta de Madrid, y lo peor con una sonrisa, y la frase: “Esto es una oportunidad para ti y para tu carrera”. Huelga decir, que realmente quieren decir, vas a ir y punto, y el proyecto es una auténtica basura.

Pero, así comencé de nuevo, el nuevo proyecto, allí, no sería como en la guardería, no habría abrazos, ni babas, ni estarías viendo reír, llorar, atizarse, como es debido, a los niños si no que por el contrario, te ven como una extraña y que les vas a quitar su trabajo.

Poco a poco, me di cuenta que allí, no había trabajo, me pasaba 8 horas mirando el ordenador, sin hacer nada. Excepto surfear por la red, leer libros en formato pdf, hacer cursos online,… Puede parecer que esto era un muermo, que lo era, pero te acostumbras a no hacer nada.

Esto es bueno, porque no tenía estrés, dormía como una bendita, y me organizaba para poder hacer cursos, leer, llamar a las amigas (que estaban de mí hasta el moño) y publicar, como si no hubiera un mañana, en las redes sociales.

Claro está, que todo chollo tiene un período de caducidad, que consiste en que el proyecto se termina, y te mandan a uno nuevo.

El siguiente proyecto, era un proyecto trampa. Trabajas desde Madrid con otra región de España, pero claro, el trabajo en la distancia y el no poder controlar lo que haces o dejas de hacer (más bien no hacía nada, porque tirarte un año, rascándote la barriga, volver a ponerte las pilas, cuesta y mucho, y más cuando uno se hace mayor), me tocó viajar. Así que de lunes a jueves estaba en la oficina de provincias, y el viernes en Madrid.

La experiencia fue buena, porque pude volver a retomar el contacto con amigos que se había ido a esa ciudad de provincia, y conocí a compañeros que al igual que yo estaban asqueados del trabajo. Así que, lo dicho, MAL DE MUCHOS CONSUELO DE TONTOS.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS