Soy Amanda, estoy licenciada en psicología, tengo un problema y lo debo solucionar. Se dijo a si misma intentando dominar la situación.

Eran las cuatro de la mañana. No podía dormir. El asunto se le escapaba de las manos. Sabía que debía aprender a poner una barrera entre lo profesional y lo emocional pero en este caso, eso, era imposible. Sentada, en la cocina, frente a un folio en blanco y un café estaba dispuesta a exponer todos los datos en aquel papel. Necesitaba ver la situación de un modo objetivo, valorar y sopesar. Dejar de tener mil ideas danzando en su cabeza, desordenadas, quizás ideas absurdas. Cuántas veces había aconsejado esa técnica a sus pacientes y ahora era ella quien la necesitaba para distinguir la ficción de la realidad.

Tomó un sorbo del café y apuntó en el centro de la hoja la palabra: SUJETO. La rodeó con un círculo. Recordaba el revuelo que se había montado en el hospital, siempre que existe una caso fuera de lo común se genera ese ambiente extraño. Corrillos y cuchicheos que se van divulgando por todos los departamentos. Habían encontrado una mujer en la playa, desnuda, desorientada. En la exploración médica se habían descartado los abusos sexuales. Amanda no podía olvidar la primera vez que la vio. Su cuerpo era menudo, su cabello largo y lacio de color negro al igual que sus ojos dónde prácticamente no se distinguía la pupila del iris. Aniridia bilateral, según el informe médico. Su mirada despedía una melancolía especial que inudaba toda la habitación. Una melancolía que contagiaba. Tuvo la sensación de estar frente al ser más triste de la faz de la tierra.

Cogió el bolígrafo y trazó una línea desde la palabra SUJETO y al final de esta escribió: DATOS RECOPILADOS. Trabajos sociales no saben nada de ella. En las entrevistas no habla. Sólo come pescado crudo, esto último lo subrayó. La idea se la dio el bedel. «¿Cómo va la sirenita?», le preguntó «¿Cómo la has llamado?», le contestó Amanda sorprendida. «Sirenita, es por la postura ¿sabe?, siempre sentada encima de la mesa con sus piernas ladeadas y pendiente de la ventana con la mirada perdida, como cuando observas el mar». Amanda en esos momentos conectó ideas. Había leído algo en el informe. El sujeto había sido encontrado junto a restos de pescado. Al día siguiente, Amanda apareció con una bolsa de sardinas. Al abrir la puerta vio que la chica estaba con la mejilla apoyada en el cristal de la ventana absorbiendo el calor del vidrio y los ojos entrecerrados. El olor que procedía de la bolsa la sacó de su trance. La chica miró con ansías la bolsa del pescado. Amanda se la ofreció y está engulló su contenido sin apenas masticarlo y sin ejecutar ninguna palabra. Amanda pensó entonces en la posibilidad de que la joven sufriera algún tipo de trastorno de personalidad.

De nuevo con su bolígrafo trazó otra línea desde DATOS RECOPILADOS y al final de esta escribió la palabra PRUEBAS. Amanda y su costumbre de no separar lo emocional de profesional la llevaron al lugar donde habían encontrado al sujeto. La habían encontrado en la zona de Cala Pi. Bajó hasta una gruta, se sentó y empezó a contemplar el mar. Con la civilización a sus espaldas y la inmensidad del mar ante sus ojos se pudo imaginar a la joven en aquel lugar. Acariciaba unos fósiles de almejas que decoraban las rocas y pensaba en la riqueza que habitó nuestro mar hace tiempo cuando una mancha marrón le llamó la atención. En un principio creyó que se trataba de un animal muerto, pero al acercarse comprobó que era una piel de foca. No los restos de una foca que había muerto accidentalmente. Era una piel colocada, como el que deja un abrigo con sumo cuidado para resguardarlo de la intemperie o miradas ajenas. Amanda la cogió y se la llevó a casa.

Una nueva línea, una nueva palabra: HIPÓTESIS y de ella dibujo dos líneas más, una acabada en TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD y otra en SELKIE. Cuando Amanda llegó a casa inspeccionó detenidamente la piel de foca. Una idea absurda le hizo hacer una búsqueda en Google: «Mujer con piel de foca». En la pantalla aparecieron varias entradas y entre ellas una explicación de la Wikipedia:

«LEYENDA

Dentro del folclore, pertenecen al grupo de los cambiantes, seres que mudan su piel para adoptar otra forma. Estas criaturas tenían el extraño don de poder deshacerse de su piel de foca y transformarse en mujeres u hombres de belleza inigualable. Una vez que un selkie tomaba forma humana, ocultaba su piel de foca cerca del mar, entre las rocas, de manera que nadie pudiese hallarla.» Todo parecía encajar…

Amanda miró en la hoja la representación gráfica de sus ideas. La giró y con letra grande y desordenada escribió la palabra DILEMA. Amanda sabía que si le comentaba a alguien su hipótesis pondrían en duda su cordura. ¿Y si realmente se trataba de un trastorno de la personalidad? ¿Y si no era así y enviaban a esa criatura a psiquiatría? ¿Pesaba más la ética o su carrera profesional?

Se cogió la cabeza con las dos manos apoyó los codos en la mesa. Cerró los ojos y dijo en voz alta. Me llamo Amanda, estoy lincenciada en psicología, tengo un problema y lo debo solucionar.

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