Laura caminaba de prisa, llevaba libros y carpetas con las pruebas de sus alumnos.. Un traspié, todo voló por los aires, y quedó desparramado por la vereda. Nerviosa y contrariada trataba de recogerlo. Al levantar la vista descubre una sonrisa y unas manos que tratan de ayudarla.
─¡Gracias! ¡Ay, qué torpe he sido! Te agradezco la ayuda.
─ Espera ¿Tienes prisa?
─Sí, ya debería estar en mi clase ¡Llego tarde!! Discúlpame, pero tengo que irme.
─Vamos, mientras charlamos. ¿Te parece bien?
Y sin más, se puso a su lado. El cabello le caía rebelde sobre la frente. Tenía un aspecto de chico travieso y hablaba sin parar. Una vorágine de preguntas que Laura no podía y no quería contestar. Por suerte ya estaban frente a la escuela. Ella se despide, pero él no se da por aludido, la sigue hasta la puerta del edificio hasta que entra junto a otros profesores.
Al día siguiente al salir de la escuela, allí estaba, apostado junto a uno de los árboles de la plaza. Y así en los sucesivos.. Primero fue un café, que Laura aceptó tomar en la cafetería de la esquina. Se había convertido en algo habitual, los encuentros, el café..
Luego fueron sus rosas rojas. Más tarde las llamadas a medianoche. No pudo o no quiso rechazarlo. Un hombre que la colmaba de atenciones. Que había aparecido en su vida así, sin pensarlo, sin buscarlo.
Una noche mientras cenaban Ignacio le propone que vivan juntos, desea estar con ella todo el tiempo. Laura duda, prefiere esperar un poco más, pero él sabe convencerla.
Cuando se despedía de sus compañeros de la escuela, ahí estaba él esperando en el coche. Uno de los días al subir, notó que estaba tenso, y empezaron los reproches. Se vio justificando lo que no debía justificar.
─ Son mis compañeros de trabajo, solo eso.
─¡No me gusta que hables con ellos fuera de tu trabajo! ¡Ni que los beses al despedirte!¿Lo entiendes?
Sucedió poco a poco. Casi sin darse cuenta. No pudo evitar ver que le revisaba el teléfono. Las lágrimas no tardaron en llegar. Las charlas con sus amigas se acabaron. Él controlaba el horario de salida de la escuela, iba a recogerla si tenía que hacer algún recado. Laura se sentía acorralada. Esa noche al abrir la puerta, de nuevo los gritos:
─¡Dónde estabas! ¿Sabes qué hora es? ¡¡Llevo dos horas esperándote!!
─ Hoy tuve reunión de profesores ¿Dónde crees que estaba?
─ ¡Sabes que no soporto que me mientas!! ¡Lo sabes!!
La tomó por los brazos hasta hacerle daño, la empujó con furia contra la pared, mientras le gritaba:
─ ¡Parece que no me entiendes nena, que eres solo mía!! ¡Que yo te quiero!!
Esa noche habían cruzado una frontera sin retorno. Al levantarse, un ramo de rosas rojas estaba sobre la mesa del salón y una tarjeta con tiernas palabras. Lo de siempre, repitiéndose una y otra vez.
Laura tiene sus ojos bañados en lágrimas cuando le comunica al director de la escuela que tendrá que marcharse, lamenta dejar a sus alumnos, su cátedra, el trabajo que ama. Solicitará el traslado al pueblo donde viven sus padres. ¡Cuánto echará de menos Madrid!! Pero no puede seguir así. El director le dice que son tiempos difíciles, pero harán todo lo posible para ayudarla. En silencio prepara su huida.
Se ha equivocado, como quien compra un billete de última hora sinelegir el destino. Creía que había encontrado el amor, pero todo se ha vuelto muy oscuro. Tiene que hacerlo, le sobran motivos y razones.
Por la ventanilla del tren el cielo es azul, observa los pájaros que vuelan libres. La invade la misma sensación de libertad, que hacía mucho no sentía.
No ha sido fácil, pero se siente más tranquila. Camina disfrutando del mediodía de sol, mientras toma un café, una canción suena como fondo y reaviva momentos que ella trata de olvidar..Al llegar a su portal, Antonio, el encargado viene a su encuentro.
─ Señorita Laura, esta mañana dejaron esto para usted, con este sobre.
La sonrisa se borra de su rostro. Palidece.
─¿Señorita Laura se siente bien? Por favor siéntese.
Le tiemblan tanto las manos, que apenas puede sostener el ramo de rosas rojas..
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