—A ver, pequeños demonios vanidosos, ¿qué trajisteis hoy? — gruñó el maestro —mirando a la joven Emily, que tosía incansablemente.

—Mi personaje es salvaje, como una cumbre borrascosa.

—Mi Rochester es mitad bestia, mitad humano —dijo Charlotte escondiendo el pañuelo ensangrentado.

—En cambio yo —dijo Edgar con los ojos rojos y apestando a alcohol—, he traído a un completo animal y señaló la puerta.

Horrorizados miraron hacia el dintel. Allí estaba el cuervo, repitiendo sin piedad: nunca más.

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