Plic. Plic.

Seguía sonando la maldita gotera del grifo de la bañera. Otra cosa más a comprar en la ferretería.

Se había levantado cansada, pero radiante. Tomó la decisión hace unos días: no habría más palizas, no habría más insultos ni vejaciones. No habría más aliento a alcohol, ni olor a sudor y a mierda que soportar. No habría ojos morados, lágrimas de impotencia o sexo forzado. No las habrá.

Desesperación. Asco.

Hace tiempo decidió que lo de pensar en el suicidio era una estupidez, aunque valoró haber descubierto lo que significaba la palabra muerte. Fue una gran ayuda, un gran impulso para poner punto y final. Las cosas serían distintas a partir de ahora. Escuchó a los demás, y actuó. Por fin.

Plic. Plic.

Se duchó despacio, con parsimonia. Flotando. No había prisa, aunque seguía merodeando en su cabeza lo de la ferretería. El vaho apenas le dejaba ver su cara en el espejo, lo frotó y se miró. Se peinó suavemente, de nuevo sin prisas. Estaba muy cansada, aunque aliviada por lo que había hecho.

La ferretería. No se me olvide. “Ahora tendré que hacer ese tipo de cosas”, pensó. Afortunadamente.

Salió de casa y cruzó el jardín. Despacio, sin prisas. La ferretería no estaba demasiado lejos, y ya no se iba poner nerviosa nunca más. Innecesario. El coche no era muy grande, tenía dudas si lo de la ferretería iba a caber.

Cupo. A casa.

Entró en casa, algo tarde. Fatigada. Sabía lo que tenía que hacer. Miró las sábanas y las cortinas: no había problema. “Lavadora”, pensó. Miró el colchón y la alfombra, y la pared del cabecero. “Puf”.

Plic. Plic. Que le den por culo al grifo.

Tuvo que limpiar concienzudamente, un trabajo que siempre odió pero que hoy lo haría con más ganas que nunca. Esperó al anochecer, y mirando la pala que acababa de comprar, pensó: “Esto me va a costar más”.

Plof. Plof.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS