Si pienso en ti, sin duda, son tus manos las que lo llenan todo. Unas manos inmensas, dibujadas por el tiempo, talladas por una vida de trabajo duro y que cuando las rozaba con las mías, apenas un proyecto de como son hoy, y siempre de forma casual, me hacían sentir pequeño y con muchas cosas por lograr en un futuro muy lejano en mis preocupaciones.

Recuerdo cuando, a solas, me contabas aquellas historias que me hacían ir muy lejos con mi imaginación. Usabas las palabras necesarias, ni una más, ni una menos. Siempre fuiste práctico, hasta en tus gestos cuando nadie te observaba. Marcando las distancias para sentirte seguro, porque no querías que nadie viese o supiese qué había en tu interior. Supongo que jamás estuviste preparado para mostrar tu mundo a los demás. Un mundo lleno de sensibilidad y sentimientos, de caricias que nunca regalaste y de palabras cariñosas que jamás pronunciaste.

Sin embargo, cuando sólo estábamos tú y yo, de alguna forma bajabas la guardia y mostrabas ese interior casi sin darte cuenta. Lo hacías en tus cuentos, en las bromas que me gastabas, en las historias sobre la guerra que me susurrabas a escondidas porque sabías que si te sorprendían, no te escaparías de la reprimenda por contar “esas cosas” a tu nieto. Recuerdo el amor que desprendían tus manos cuando, con una navaja que siempre llevabas, rescatabas los barcos atrapados en el interior de trozos de madera que buscaba para llevarte cuando te veía sentado mirando al océano. Barcos que me hacían capitán cuando no me veías, navegando en los mares de mi fantasía y cruzando horizontes que están más allá de la realidad. Nunca te di las gracias por ello y cada vez que te pienso me arrepiento de mi ignorancia…

Te fuiste pronto. Desde que tu compañera de viaje partió, te diste cuenta que el camino había perdido su sentido y decidiste ir apagándote poco a poco, como todo lo que hacías en tu vida, sin ruido. Tampoco me pude despedir de ti. Yo era pequeño y no sabía nada de la vida y tampoco de la muerte.

Pero todo pasa por algo, nada es casual. Yo sigo perdiéndome en el mar, aún hoy. A veces me cuesta mostrar mi interior a los demás. Intento usar las palabras precisas y mis manos siempre han intentado construir cosas desde el amor. El paralelismo es obvio. Incluso la mitad de mi nombre es el tuyo. Por eso siento que una parte de tu esencia está conmigo, en mi energía.

Hoy, paseando por esta playa, al pararme frente a ese trozo de basalto me he sentido a tu lado. Te he intuido en ese roque, indiferente a todo lo que te rodea y preparado para las tempestades.

Si me das un segundo, estaré a tu lado. He aprendido el lenguaje de la sal y el ritmo de las olas y si quieres, hoy seré yo el que cuente las historias. Esas de barcos de madera en los infinitos mares de la memoria…

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