Supongo que esto no es necesario. Supongo que no tiene sentido ya que os habéis ido con el tiempo como la arena se va con la brisa marina. Aún recuerdo el día que me llamaron del hospital, diciéndome que habíais sufrido un accidente de coche del cual, no lograsteis sobrevivir. En aquel momento, experimenté un abanico de emociones que me ahogaban cada vez más hasta transformarse en lágrimas corriendo por mis mejillas. Fuisteis unos buenos padres. Os preocupabais por mí, por mis amistades, por mis estudios… Sobretodo por mis estudios. Recuerdo las palabras que me dedicabais: «Dios tiene un plan para ti, y por ello, debes estar preparada, debes llegar lejos. Es lo que Él querría». Me matriculásteis en un colegio concertado y católico. No había día en el que no diésemos gracias a Dios. El nivel era muy alto, tanto que hasta llegué a sentirme impotente e inútil cuando algo no me salía bien. Las amistades podían contarse con los dedos de la mano, si te llevabas mal con alguien, te llevabas mal con todos. Recuerdo que íbamos todos los Domingos a misa, a escuchar como un hombre vestido de negro nos decía que si rezábamos todos nuestros problemas y temores de irían. Que tendríamos la paz interior y obtendríamos la Salvación. Siempre quisisteis ser una familia modélica. Algo icónico, digno de admirar. Intentabais reflejar la horrible perfección… Por fuera erais de oro, pero por dentro, de un negro carbón. No había noche que papá no llegase tarde del «trabajo», no había noche en la que mamá aguantaba un día más a base de antidepresivos… No había noche en la que yo no cenara sola. A pesar de la presión que me ejercíais, que me ejercía el colegio y me ejercía a mí misma; a pesar de la hipocresía en la que mi vida se basaba, seguía esforzándome. Seguía trabajando duro porque sabía que eso era lo único que realmente os hacía feliz. Era ese trofeo que guardabais en la vitrina, esa fotografía que inmortalizaba un momento épico, esa joya que guardaba mil historias increíbles detrás, esa figurita de porcelana que pasaba de generación en generación. Sin rasguños. Sin defectos. Cuando acabé Bachillerato y Selectividad, llegó la hora de elegir Universidad. Creo que fue la única decisión que tomé por mí misma desde… Siempre. Cuando llegué allí, me prometí disfrutar. Recuperar el tiempo perdido, la adolescencia perdida entre pilas y pilas de libros. Nuevas amistades. Nuevas experiencias. Nuevas oportunidades. Y eso no hizo que mis notas bajasen, no hizo de mí una persona distraída. Es más, me fortaleció. Se abrieron miles de puertas a mi alrededor. Experimenté. Exploré. Exprimí cada momento como si fuese el último. No os gustaba aquello, pensabais que me iba a cambiar. Que iba a ir a peor, que iba a arruinar mi futuro. Dios, si hubieseis sabido lo que pasó aquella madrugada… Habría dejado de ser ese trofeo, me habríais fundido. Habría dejado de ser fotografía, me hubieseis quemado. Habría dejado de ser esa joya, me habríais vendido. Habría dejado de ser esa figurita de porcelana, me hubieseis roto en pedazos. Y aunque tengo miedo de escribir esto, aunque sé que voy a notar vuestras miradas de decepción y desaprobación… Estoy haciendo esto para mostraros quién soy, quién es vuestra hija. Aquella noche, salí con unos amigos, entre ellos, mi compañera de habitación. No sé si fue por el alcohol, por la música estridente y motivadora, por aquellas luces epilépticas y coloridas, pero no dejaba de mirarla. Y ella tampoco paraba de mirarme. Entre baile y baile, bebida y bebida, nuestros ojos habían una escapada y nuestra bocas dibujaban una leve sonrisa al ver que nuestros ojos se encontraban. Salimos del local casi de madrugada. Llegamos a la habitación, el sol estaba empezando a colarse por las rendijas de la persiana, quemando mis pupilas. Ambas nos encontrábamos en un extremo de la habitación, sin apartar la mirada. Nos fuimos acercando poco a poco, hasta estar tan cerca que podíamos sentir nuestras respiraciones y oler nuestro aliento alcoholizado. Ambas cerramos los ojos y, simplemente, dejamos que nuestras cabezas empezasen a inclinarse hasta besarnos. Posé mis manos en su cara, ella posó las suyas en mi cintura. Estuvimos así, de beso en beso, hasta que sus manos bajaron hasta el botón de mi pantalón y éstos cayeron. Lo próximo que fue en rozar el suelo fue mi camiseta y lo siguiente, su vestido. Su cuerpo tenía una serie de lunares que escondían una historia, un momento de su vida. Aún recuerdo como sus uñas de clavaban en mi espalda para luego bajar sus dedos despreocupadamente. Creé un nuevo lunar que escondía gemidos, y ella me tatuó sus suspiros. Mamá, papá… Ella no fue una simple compañera de habitación. Ella no es una simple compañera de piso. Ella es algo mucho mayor y mucho mejor. Y me siento mal por no haber sido lo suficiente valiente, por no haber dado un paso adelante y por esperar tanto. Esto no debería estar escrito, debería haber sido contado… Pero, ¿cómo iba a hacerlo? Claro que me siento mal, pero ¿cómo podía hacerlo sabiendo vuestra respuesta, vuestra reacción? He pasado tanto tiempo esperando vuestra aprobación, intentado haceros felices, siendo vuestro salvavidas… Nunca busqué lo que realmente era importante: mi felicidad. A la mierda rezar, a la mierda las misas de los Domingos. A la mierda vuestra «perfecta familia», ni siquiera fuimos una en condiciones. A la mierda ese sentimiento de culpabilidad, necesitaba salvarme a mí misma, encontrar a alguien que me ayudase. Y la he encontrado. Os echaré de menos. Os querré siempre. Pero no voy a seguir arrepintiéndome. No voy a seguir diciéndome que todo podría haber sido distinto… Porque no es así. Porque hubiese pasado a ser un error, un fallo, un pecado. Después de tanto tiempo escondida, después tanto tiempo en ese armario… Mamá, papá soy lesbiana.

FIN.

(NO ME HA INSPIRADO NINGUNA FOTO O VÍDEO)

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