Me levanto a la misma hora de siempre y me hago un café mientras desayuno tostadas con mermelada. Una ducha rápida y al ordenador, cuando llego por la noche estoy demasiado cansada como para poder controlar mis redes sociales. Lo último que miro siempre es twitter ya que me hace gastar más energía que ninguna otra, a ver cuánto hater me encuentro hoy. ¡Ya empezamos! Ahí viene @mdemucho con sus comentarios fascistas y homófobos. ¡Me pone negra! Sí lo sé, mi hermana me lo dice, ¿pero cómo te puede cabrear tanto lo que dice un desconocido? Pues yo tampoco lo sé. Me encantan los debates y me gusta discutir las cosas, pero siempre cuando se demuestran con argumentos y sin faltar al respeto. Prometo que es la última vez que le contesto. Así que, con la máxima rapidez de mis dedos, escribo una parrafada y contesto a este espécimen. Cojo el bolso y la chaqueta y me voy; como siempre, llego tarde a trabajar.

Vivo a las afueras de la ciudad, no muy lejos de esta, pero todos los días cojo el mismo tren para dirigirme a mi puesto. Hoy hago caso a todo lo que me ha dicho mi hermana. No sólo voy a pasar del pavo este del twitter si no que voy a dar otro gran pasó. Cada mañana, desde hace un par de meses, se sube al tren un chico muy guapo, una parada después de la mía. El trayecto dura aproximadamente veinticinco minutos y nos los pasamos intercambiando miradas, me transmite algo positivo. Al principio me pensaba que estaba loca, después que lo estaba él, pero luego me di cuenta que hay algo que nos une. ¿Muy Disney verdad? Lo sé, pero lo siento así. Pero yo soy tan vergonzosa, cada mañana deseo que me pregunte la hora o me pida un cigarro, aunque tenga que decirle que no fumo; cualquier excusa sería buena para entablar una conversación y pedirle el Instagram.

Por todo eso, hoy me siento con energía. Hoy puedo con todo, desde mandar a la mierda a cualquier tipo hasta conseguir llamar la atención de otro. Me dispongo a subir al tren y me siento en el mismo sitio de siempre. Pero no, hoy no ha subido. Me lleno de tristeza y de rabia. ¿Estará enfermo? ¿Y si no vuelve a subirse nunca más? Me peleo conmigo misma todo el trayecto restante. Qué rabia. Como siempre. Me pasa por no haber actuado antes. Ya se ha quedado un mal día, no habrá cosa que consiga animarme. Tenía muchas ganas de romper esa barrera y conocerle, por mí misma y por aquella sensación de que puede ser alguien para mí.

Llega el mediodía y con ello mi hora de plegar. Llamo a mi hermana para que me venga a buscar, ella como siempre cumpliendo cada favor. No me apetece coger más trenes, la ilusión que tenía cada mañana se desvanece y le cuento todo a mi gran confidente. Consigue que me relaje y me olvide, aparte de recordarme que tengo que actuar más por lo que quiero, para que en otra ocasión no me vuelva a ocurrir. Tiene razón. Seguramente no valdría la pena y hay muchos chicos en cada tren, bueno y… ¡en todos lados!

Hoy he plegado un poco antes, no había faena, así que me conecto a mis redes sociales, un rato antes de comer para evadirme de la mañana. No me lo puedo creer. No solo me ha vuelto a contestar el mensaje, si no que @mdemucho me ha enviado dos mensajes privados. Hay gente que está muy amargada o que tiene mucho tiempo libre, no sé ni cómo tiene tiempo de escribir tanto en pocas horas. Le veo con ganas de discutir, como siempre, y yo no las tengo. Le contesto con un «ok» y me quedo tan tranquila, voy a intentar cumplir al menos una de las cosas que me he propuesto. No puedo entender el pensamiento de esta persona y las barbaridades que dice. Seguro que debería llamarse @mdemachista tiene una pinta de ser el típico cavernícola ignorante.

Todo empezó hará unos dos meses. Comenté una fotografía que se hizo viral: un chico lleno de tatuajes con símbolos que no quiero ni nombrar, al cual se le acusaba de haber pegado y robado a una pareja homosexual. Miles y miles de personas manifestaron sus pensamientos y yo, igual que todos los demás, mostré mi más sincera opinión. Pues, @mdemalapersona no tiene otra cosa que hacer que contestarme a ese twit y algunos otros que había publicado ese día; haciendo referencia a mi ignorancia y mi manera de juzgar a las personas. Lo siento, pero yo juzgo lo que veo y desde luego que hay ciertas cosas que no se pueden permitir. Desde ese día empezamos una guerra de palabras donde sin prácticamente escucharnos, volaban respuestas hirientes y sarcásticas. Pero hoy se acabó, esta persona y sus opiniones no me importan nada, no es ni tan solo un conocido y no voy a malgastar más mí tiempo con una persona que no razona.

Es viernes, de una semana algo baja emocionalmente hablando, no he vuelto a ver aquel chico de ojos verdes y pelo castaño oscuro. Subo al tren me siento donde siempre y me pongo los cascos para escuchar algo de música que me active a estas horas. Mi cara se llena de luz en la siguiente parada. Es él. Ha vuelto. Nada más subirse al vagón me mira y me sonríe. ¡Venga ya! Le voy a decir algo, eso es una señal. Así que le saludo y le pregunto si me puedo sentar a su lado. Igual pensará que soy una loca, pero le recuerdo que hace días que no le veo y estaba acostumbrada a compartir con él ese trayecto. Para mi sorpresa, me dice que él pensaba lo mismo, pero que su timidez no le había permitido articular palabra conmigo. ¡Que majo!

Así fue como mi atrevimiento consiguió esa esperada conversación. Nos dejamos de redes sociales y tonterías, realmente es así como la gente se conoce de verdad: de tú a tú. Se llama Manuel y es de Madrid, pero lleva dos meses viviendo aquí, en Barcelona, por trabajo, y piensa quedarse. Le encanta la ciudad y su gente, y a mí me encanta su manera de pensar y de expresarse. Fueron varias conversaciones diarias de veinticinco minutos, nunca se me habían hecho tan cortos los trayectos. Hasta que me dio su teléfono, seguimos hablando por WhatsApp una semana y media más. Así de sencillo es conocer a alguien. Cada día que pasaba me gustaba más, y yo a él, claro.

Con la tontería hacía tiempo que no conocía a alguien de esta manera, normalmente empieza todo por redes sociales y luego ya viene el encuentro. Me siento tan bien de cómo ha empezado y como está funcionado. Los dos pensamos igual en muchos sentidos y nos gusta hablar de la vida mientras nos sentimos filósofos. Por eso mismo, hoy quiero enseñarle un vídeo que nos define muy bien a los dos.

Pero hoy ha sucedido algo inesperado, más bien imposible. Mi cuerpo se siente paralizado, no lo puedo creer. Hará aproximadamente un mes que nos venimos conociendo y ya han sido muchas conversaciones, bastantes cenas y algún que otro «post-cena». Aun así, hay algo que debería haber descubierto ya y no ha sido así. Me siento como engañada, siento que he hecho las cosas mal y que debería haberlas hecho como siempre, así a estas alturas ya conocería a la persona. No esperaba que pudiera suceder algo así y siento que él no ha sido real conmigo. Que decepción.

En que maldito momento he querido enseñarle el vídeo, aunque viéndolo de otra manera, gracias a ello he descubierto el pastel. ¡Claro! Se llama Manuel y es de Madrid, mucha ‘M’. Manuel, el chico del que me estoy enamorando es @mdemucho. El mismo que me llenaba de odio con sus mensajes es el que ahora me vende amor. Mi dedo está a punto de dirigirse a mis contactos y bloquear su número. Me siento devastada y con el ánimo por los suelos. No puedo querer a una persona que defendió cosas tan contrarias a mí.

Pasan los días y no hemos hablado, bueno, más bien yo no le contesto, incluso me levanto más temprano para coger un tren anterior al de siempre. Él ha desistido con su insistencia, no quiere agobiarme y creo que está respetando mi silencio. De todas maneras me siento mal, a pesar de haber descubierto quien es tengo la sensación que se merece una explicación, por la otra parte que he conocido de él. Además, tengo la mitad de mí discutiendo con la otra restante ya que no sabría por qué parte de él debería guiarme: ¿quién de los dos es el real?. Decido escribirle un simple WhatsApp: Hola @mdemucho soy @rayosdesol. Le veo escribir y borrar varias veces, seguro que está alucinando como yo en su momento. Finalmente, recibo una petición de que mañana viernes vuelva a coger el tren de siempre y hablar, aunque sea por última vez. Acepto.

El tren está llegando y yo me voy poniendo cada vez más nerviosa, no sé ni que pensar de él. Le veo subir con un pequeño álbum de fotografías y con una cara no muy amigable. Se sienta a mi lado y lo abre, mis ojos tardan en enfocar porque no acaban de entender lo que ven. Me enseña ese chico, el de la foto que inició toda mi discusión con él, pero esta vez no iba tatuado. Entonces nos miramos a los ojos y me explica algo que me hace sentir terriblemente mal: la verdad. Es su hermano y para nada sucedió lo que esa foto contaba, sino todo lo contrario, peleó con un chico y este quiso hacerle la vida imposible. De hecho lo estaba consiguiendo y él como hermano intentaba ayudar como fuese, si hacía falta contestando a chicas sin pensamientos propios que opinaban con la primera cosa que veían.

Mi vida ya había cambiado cuando le conocí, pero hasta llego a pensar que cambió más ese día. Tanto él como yo aprendimos una gran lección, cambiando nuestro punto de vista para siempre. Habría puesto la mano en el fuego que @mdemucho era una mala persona con pensamientos horribles, simplemente por una opinión, cuando después de conocerle no puedo dejar de escuchar lo que tiene en la cabeza. No debería haber juzgado lo que veía, porqué lo que vi en el tren no es lo mismo que vi en Twitter, y viceversa. Llevamos dos años juntos y desde ese día le voy queriendo más y más. Pero también desde ese día escucho mucho más y no prendo en odio ante cualquier comentario. Al fin y al cabo no todo es defender tus ideas, si no también entender y aceptar las de los demás. Si todos intentáramos explicar cualquier cosa por redes sociales, como si esa persona fuese alguien importante para nosotros, a lo mejor aumentaríamos los grises en un mundo tan lleno de blanco o negro.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS