Papá nunca entendió que me gustase mirar al cielo, y eso que ya tenía diez años. Y creo que no le parecía bien que participase en el concurso del colegio para pasar un día en la agencia espacial. “Se te meten ideas estúpidas en la cabeza” suele decir.

Fue un mes antes cuando la profesora de ciencias, explicando las estrellas, las constelaciones y la Vía Láctea, mencionó el concurso. La agencia espacial premiaba con un pase para un alumno de cada colegio de la ciudad. Para participar, había que escribir una carta de una página, que debía contener tres nombres de estrellas. Pero no podía ser un cuento o un texto cualquiera, sino más bien una explicación, o un discurso. Un ensayo, lo llamó la profesora.

De mis compañeros, sólo enviamos la carta a tiempo tres niñas y un niño. El chico, Pedro, tenía muchas posibilidades, porque era hijo de un científico, así que seguramente le habrían ayudado y su carta sería una obra maestra. Nosotras tres estábamos un poco más perdidas. No sé bien qué harían Micaela y Diana, pero en el patio se comentaba que habían ido hace unos veranos a un campamento en el que había telescopios…

Yo no tenía nada más que una revista y las fotos que vimos en clase. Además, había grabado a fuego algunos nombres en mi cabeza: Cástor, Pólux, Capella, Osa Mayor, Osa Menor, Polaris, las Pléyades, Perseo, Casiopea…

Vale, ya tenía algunos nombres de estrellas. En realidad, algunas eran constelaciones, de eso me acordaba, pero en la carta teníamos que escribir tres nombres de estrellas. Escribí lo siguiente:

LOS NOMBRES DE LAS TRES ESTRELLAS MÁS BONITAS

Todos conocemos los nombres de las estrellas más famosas. Seguramente son pocos los que saben ubicarlas en el cielo. Muchos menos son los que saben guiarse con ellas (antiguamente era algo imprescindible), y casi nadie sabe cuáles son los nombres de las estrellas más bonitas. Aquí os los contaré.

Así empezaba mi carta, parecía un buen comienzo. Tras la introducción, los dos primeros nombres no eran fáciles de elegir. Dudaba entre Capella, Polaris, Perseo o Casiopea. Luego me di cuenta de que Perseo no era una estrella, sino una constelación: una agrupación de estrellas con una forma rara que yo no entendía. Es como la Osa Mayor. Casiopea es un nombre muy bonito, pero también es una constelación.

La carta continuaba:

La primera estrella es Capella, y se encuentra muy muy lejos. Tanto que quizá ya no exista, pero seguimos viendo su luz. Es el nombre de una hermosa mujer que un día fue al cielo para poder iluminar el camino de sus hijos en la oscuridad, cuando volvían a su casa.

La segunda es Polaris. Es la más brillante, como un rayo de luz en el mar por la mañana, o un arcoíris que nace entre las nubes. Polaris debió de ser un guerrero de las tierras del norte. Pero no sé por qué le pusieron su nombre a la estrella…

Según seguía escribiendo me iba emocionando, porque estaba convencida de que les iba a encantar. Cuando releo estas palabras hoy, me sale una sonrisa. No tenía ni idea de nada y sonaba patéticamente infantil. No sé ni cómo gané el premio, pero puede que el tercer párrafo les gustase:

La tercera estrella tiene el nombre más bonito de todos. Se llama como yo: Adelina. Aún no saben dónde se encuentra esta estrella, porque puede que sea tan lejos que no la hayan visto. Quizá en Orión o puede que más allá, cerca de un agujero negro o en el espacio sideral. Cuando sea mayor, la descubriré y en cuanto la vea, sabré que es la estrella con el nombre más bonito de todos.

Cuando Papá la leyó dijo que no podía presentar esta basura presumida. Que se trataba de una clase de ciencias y que esto no era de recibo. Y que seguro que los otros niños habrían escrito algo sobre la importancia de las estrellas en la historia o acerca de las fórmulas para conocer su campo de gravedad o la trayectoria que seguían. Puede que tuviera razón. Como la carta ya estaba enviada, no hice nada. Esa noche lloré mucho…

Al día siguiente fui al colegio y me enteré de que había ganado. Estaba contentísima, aunque no sabía cómo decirlo en casa, por lo que guardé el secreto. Micaela me vio un poco triste y me dijo que si no quería ir podía “ponerme enferma” para que fuera ella en mi lugar. Vaya tonta. Diana y Pedro me felicitaron, y algunos de los otros niños se justificaban diciendo cosas como “si hubiese querido ir, habría participado”.

La cuestión es que llegó el día. Y fui a la agencia espacial con los niños de otros colegios y nos enseñaron los telescopios y las fotos y todo lo que tenían allí. Era alucinante. También había un muñeco alienígena y una tienda de recuerdos con camisetas de asteroides y cometas. Cuando estábamos a punto de irnos, me dirigí al señor de bata que nos acompañaba, y le dije:

— Oiga, señor, si descubren una estrella y es bonita, ¿podrían ponerle mi nombre? Es Adelina.

El guía me respondió simpático diciendo algo como:

— Claro que sí, Adelina, pero hay una larga lista de espera: puedes apuntarte. Quizá cuando seas mayor llegue tu turno.

Casi veinte años después, cada vez que se oyen rumores o noticias sobre algún descubrimiento, recuerdo a esa inocente niñita, con mucha imaginación y grandes sueños. Ahora estoy yendo a cenar a casa, con Papá. Le voy a contar que han descubierto una estrella, antes de que salga en las noticias. Y esa estrella llevará mi nombre: Adelina.

Le digo que han bautizado hoy una estrella con mi nombre. Me mira por encima de las gafas, sin contestar. Sigo hablando y le cuento que también está dentro de la Vía Láctea, y tiene muchos planetas a su alrededor.

Empieza a poner la mesa, con cara de aburrido. En realidad, a ratos es como si estuviera sordo. Es desesperante. Sigo con mi monólogo. Le pregunto si sigue enfadado porque le oculté que iba a ir a la agencia espacial.

Por fin me contesta: no entiende que “malgaste mi tiempo”. Y no entiende cómo pude ganar ese estúpido concurso. Luego entré en la academia y ahora “sólo eres una científica sin ninguna publicación importante”. Vaya fracaso.

Paso de su comentario, quiero una cena en paz. Salgo al jardín y levanto la vista.

Entonces me ve y se da cuenta de que sueño con que quizá uno de esos planetas tenga vida. El tercer planeta más cercano a la estrella Adelina es azul y blanco. Noto su presencia a mi lado. Al planeta le llaman La Tierra. Le veo de reojo. Quizá sea posible, puede que haya alguien ahí afuera. Me rodea con su brazo. Sonrío, mirando al cielo…

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