Un viaje por las
serranías de tu corazón
En tus cabellos ensortijados acomodo las maletas de mis sueños, bucles negros que enmarcan tus ojos, por cuyas ventanas miro un camino verde de esperanzas, la esquina de la partida con el bus estacionado a la sombra de tus pestañas, y es un fuego tu mirada que va encendiendo la siesta pueblerina.
Transitadas calles de tu boca sueltan versos cual trino de pájaros prometiendo un cielo despejado de nubes, no hay camino sin espinas, más tus ojos lo embellecen con rosas y claveles, purpurados colores sembrados con caricias de manos que no quieren despedirse.
La niebla en gris, huye, a caballo del pampero y es un zonda tu risa llenando las valijas, contengo mis suspiros y pienso en las tunas, cardones y espartillos que contienen mis manos, muestra agreste del pasado que le cuesta dejar su lugar al porvenir.
La máquina fotográfica de mi mente dispara flashes que dejan grabados en la memoria los instantes más dulces, que la primavera de tu sonrisa deja escapar, no hay palabras sin sones y una fanfarria de armoniosa melodías describen el paisaje vegetal de tu comarca; praderas, valles y montañas tan impactantes y amorosos como la líneas sin límites de tu figura, recorridas en extensas e intensas excursiones, en estas mis últimas vacaciones.
Se acerca la hora de la partida sin motivos para la despedida, ni tus manos ni tu boca, y muchos menos la mía se atreven a un adiós, están mi ojos húmedos de tu mirar, melancólica tristeza, que nace en dos corazones, hasta hace unas semanas desconocidos.
Apenas nos presentamos en el espacio del tiempo y casi sin pretender nada llegue a los brazos de tu morada, desnudo recibimiento cobijado por rayos tibios en la diafanidad de tu cielo, la briza se hizo viento en caricias, he caminado junto y con tus pierna, y también por ellas, taconeando
por las laderas del paisaje de tu pueblo y por las tuyas, sin cesar ni
desfallecer.
Cada día, cada noche, cada sol, cada luna nos dejaron el placer de la ilusión y la esperanza de la ternura, cada beso un te quiero y por lo mismo en cada flor un beso, he descansado tendido en la hierba contemplando los arboles tanto con en tus senos admirando tu belleza.
De este viaje me queda la alegría de saberte conmigo, el sabor de los platos
más sabrosos, la sencillez de la gente más humilde de tu pueblo, tan perdido en
la montaña como mis sueños contigo, el aroma de tu piel tiene el amanecer de
los cerezos, olivos y vides, así como el tierno encanto de un pimpollo de clavel que se hace flor matizando de sensaciones la mañana.
Tan tórridos los medios días en el valle junto al río como las noches a tu lado bajo las estrellas, y si en el día la música era vaga compañía, en el alba perduraba la serenata de sensaciones agitadas danzando en tus caderas.
Esos trinos en los álamos en los atardeceres, transportados en notas ardientes resonaban en los maderos de tu lecho al alba.
Dos viajes en uno, por lo escarpados accidentes de la villa que te
cobija y al mismo tiempo por los contornos de tu belleza que abrigaron hasta mi alma, adentrándome en azules y verdes fértiles, otoñales amarillos, de la
campiña, tanto como el bermellón palpitante tuyo al amparo de tu piel morena.
Tan entusiasmado como el arribo, es hoy mi partida, llegue por el deseo de venir y me voy con las ansias del regreso, en los arpegios de tu guitarra quedan las notas dibujadas por mis dedos y mi boca, a cambio me llevo un concierto de alegría, el de tus suspiros en mis oídos, he sembrado en los valles que me hiciste y dejaste conocer y he de volver a cosechar los frutos de una nueva primavera, la que marque el calendario y la que ya florece en mi corazón.
Una última y tierna recorrida por tu fresa y ya con maleta en la mano, reteniendo tu sabor en mi boca camino sin voltear a vista atrás hacia mi destino.
Hasta la vuelta.
INSPITADO EN LA
PRECORDILLERA DE SAN JUAN, ARGENTINA
Elías Almada
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