Cuando entré a la sala de espera para limpiar, me encontré con tres mujeres. Saludé y comencé con mi trabajo.

La mujer de más edad se puso de pie. —Siempre he pensado que los asuntos de familia han de quedarse así .No le veo el punto a estar hablando de todo esto y mucho menos enfrente de un extraño.

La joven delgada, con las muñecas vendadas respondió:

—No es un extraño madre, es mi terapeuta.

—Marga, es un extraño y todo lo que se va a hablar aquí pertenece el pasado y es ahí donde se debe quedar

Marga, con las manos temblorosas, respondió: —Son muy actuales mis problemas, mis terrores nocturnos, la dificultad que tengo para entablar una relación. Muy de hoy la incapacidad que tengo de tocar, de que me toquen.

—Y me vas a decir que eso tiene que ver conmigo, con tu padre. Ya es hora de que tomes la vida como es y asumas tu responsabilidad como adulta. Ya tienes dieciocho años y como no has tenido novio, estoy por pensar que tal vez te gusten las mujeres—dijo sarcástica.

La otra mujer joven, abrazó a Marga — Calma hermanita, respira por favor. Ya casi es la hora de la cita.

Miró a la mujer mayor ―Madre, venimos a hablar y ¡vaya que nos hace falta hacerlo! Con sinceridad. Quiera Dios que algo bueno salga de todo esto—.

— ¡Qué ingenua eres Celia!―la madre golpeó el sillón. ― Si se revuelve la mierda, ¿qué es lo que va a salir? , ¡Más mierda y olores tremendos! Además , Marga siempre ha sido mentirosa.

Marga se levantó — ¡Miento! Entonces ¿no es cierto que ese hombre al que no quisiera volver a llamar mi padre, entraba a mi recámara todas las noches para abusar de mí? ¿No es cierto que al oír sus pasos, yo temblaba bajo la sábana con tal terror que muchas veces me oriné encima? Y que al día siguiente me obligabas a lavar la ropa de cama sucia de orina y de semen.

—Yo sí recuerdo verte lavando por las mañanas, antes de irnos a la escuela. Madre decía que eras una niña sucia—dijo Celia.

Seguía limpiando, sintiendo como los colores cambiaban en mi rostro, igual que los sentimientos: enojo, vergüenza, compasión…

—Somos una familia y su padre siempre dijo que nosotras éramos sus tres mujeres y debíamos atenderlo. Él nos mantiene, es el que manda―terció la madre.

Celia, se retorció los dedos―Yo escuchaba sus pasos. Yme preguntaba por qué no entraba a mi recámara. Soy la mayor, me hizo a un lado. Yo también quería ser su princesa…

—No te habría gustado Celia, créeme.― interrumpió Marga.―Habrías odiado cada segundo. Comenzó cuando tenía cinco años. Entraba a mi recámara, se abalanzaba sobre mí, con una mano me cubría la boca.”¡Shist! “decía “ya estoy aquí mi diosa, para que juguemos a ese jueguito que nos gusta tanto, no hagas ruido” con la otra mano se desabrochaba el pantalón y se frotaba el miembro hasta endurecerlo, Luego jalaba mi cabeza y me lo colocaba en la boca y me decía “haz tu magia mi princesa, chúpalo, como te enseñé” jadeando se desplomaba sobre mí, dejando mi cara chorreante de semen―lloraba.

—Varias veces me acerqué a tu puerta, lo oía reír, hablarte bajito. Una vez abrí la puerta y lo vi encima de ti con el rostro contraído. Me impresionó ver tu cara. Los ojos muy abierto, contemplabas fijamente el cuadro con el tapiz que bordó la abuela. En ese momento oí ruido y regresé a mi habitación.

—Yo estaba muy enferma y necesitaba ayuda—acotó la madre.– En la cocina y en la recámara. Los hombres tienen sus necesidades y tu padre las tenía en demasía.A Celia siempre le gustó cocinar y tú Marga, siempre fuiste lujuriosa. Desde los tres años, cabalgando sobre el brazo del sillón, con deseos pecaminosos. Si él no encontraba en casa cómo y dónde desfogarse buscaría otra mujer fuera…

Miré a la madre, son furia y con odio, deseando golpearla con el palo de la escoba. Sintiendo un vacío en el estómago que se mezclaba con imágenes como fotografías…

—No puedo creerlo madre, ¿lo sabías? No hiciste nada.

—Claro que lo sabía Celia―la voz de Marga sonó histérica― y claro que hizo algo―jaló su brazo: ―Dile madre, de todas las veces que mi cabeza estaba sobre tu falda mientras él me manoseaba. Cómo tarareabas y pasabas tus dedos por mi cabello para que me tranquilizara. Como insistías en que me concentrara en el tapiz, que pronto pasaría…—.

La madre se soltó: ― ¿Y qué podía yo hacer? Él parecía no saciarse de tu cuerpo flaco. Te llenaba de regalos, de frases lindas, te sentaba en el asiento delantero del coche.

—Primero me tocaba y me hacía masturbarlo. Luego empezó a penetrarme. A los ocho años me violaba también por el ano. Dos veces quedé embarazada, madre me llevó a abortar. Sucedía dos veces cada noche. ¿Recuerdas Celia cuando me quitaron las anginas? Hasta peleó con el médico para que me dejaran salir el mismo día “No puedo estar ni una sola noche sin mi princesa” decía.

–De qué te quejas.No me gusta el sexo. Tú le gustabas más. “Marga tiene el culo apretado y los senos no le cuelgan. Sabe moverse, no como tú, que parece que estás muerta”―habló con rabia la madre.

A las imágenes en mi cabeza, se sumaron olores, sonidos y un peso sobre mí. Continuaron hablando como si yo, que escuchaba con la boca abierta, no estuviera presente.

—Ella estaba celosa de ti y yo también―intervino Celia llorando–Perdóname hermanita. Ahora entiendo por qué te escapabas de casa y él te traía de regreso. Por qué trataste de suicidarte tantas veces.

—Basta Marga .Las cosas fueron como tenían que ser. Me tocó ayudar a mi madre en la recámara, ahora tú tenías que ayudarme a mí—

Cuando el Doctor abrió la puerta, éramos cuatro las que llorábamos…

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