(Sobre) Vivir

El viento susurra lo que sueles esconder, aquellas palabras que no eres capaz de decir en voz alta. 

Las nubes derraman tantas gotas de lluvia como lágrimas saladas que empapan la piel.

Son las sonrisas que el mundo conoce las que reflejan el vacío interno, porque nadie ha notado lo fingido que es.

Y en las noches penumbrosas sueles dejar escapar sollozos que ignoras como si fuese algo normal. Porque nunca aprendiste a soltar.

“Le dejaré ir cuando llegue el momento”; pero el momento jamás parece ser el indicado, por lo que abrazas el dolor cicatrizado, y la herida se abre nuevamente, volviendo a sanar en un ciclo sin fin por no soltar.

Sueñas con los ojos tan abiertos que olvidas cuál es la realidad en una añoranza que pesa más que la verdad. 

¿Has aprendido a olvidar? Pero en los sueños regresa todo aquello que no puedes controlar, aquellas emociones que escondes como si fueran lo más valioso que has de poseer. Como si un parpadeo pudiese destruir, aquello que te vuelve a conectar con el dolor que abrazas en silencio.

¿Puedes seguir fingiendo y avanzar? Pero tus pensamientos te traicionan y comienzas a recordar, cada palabra, cada risa, cada añoranza que supiste cosechar. Olvidas momentáneamente y vuelves a pensar, en aquello que ya no regresará.

Dolor. Tristeza. Indiferencia. Olvido. Furia. Culpa. Nostalgia. Tú.

Un cortocircuito que enciende la adrenalina de lo que te hace vivir. Simplemente tú y la ausencia de ti.