​Y, al fin… SIN MIEDOS.-DN

​Y, al fin… SIN MIEDOS.-DN

Sara Carrillo

13/04/2018

Después de meditar en el rato del café y el cigarro, esperando a que partiera el autobús de regreso a casa, encontró la excusa perfecta para empezar.

El inicio que siempre estaba esperando para colocar cada cosa en su lugar, acababa de tocar al timbre encefálico. La respuesta fue clara, concisa y rápida.

“Quiero, luego, puedo”. Todas las revistas de psicología, todos los artículos de auto-ayuda, la psicología positiva y el cómo aumentar la autoestima, estaban surgiendo efecto en forma simultánea.

Pero el autobús estaba casi en la hora de partida, así que, el bombardeo paró cuando se fijó en el viejo reloj de la cafetería. En su viaje leía un recomendado libro, cómo no, pero su mente viajaba a través del cristal, fundiéndose en el paisaje. Le asaltaban imágenes deseosas de que pertenecieran al grupo de las premonitorias, en ese mundo onírico interno que tanto amaba. En el que siempre estaba segura, en mundo que sí gobernaba.

Sin darse cuenta, suspiraba, miraba al infinito y volvía al mundo terrenal.

Ya en casa, después de un duro día de trabajo, estrés y mal nutrirse, empezó a recoger lo que concebía como su hogar, su cueva, su refugio seguro. El lugar en el que más seguridad sentía.

“¿Si tuviera más, sería más feliz?” Esa tarde no hacía otra cosa que repetirse lo mismo, una y otra vez. Pero en el fondo sabía que un día poseería las cosas por las que llevaba tiempo luchando y sacrificando su tiempo. Sabía a la perfección que lo material no compraba la libertad, pero le proporcionaría una comodidad que en ese tiempo carecía. Y los sacrificios habían sido unos cuantos…

Su vida giraba en torno al reloj, el tiempo pasaba rápido y la percepción de los días eran como horas. La rutina callaba muchos días los deseos de superación y la derivaban al “ver venir”. Pero cuando recordaba aquella conversación que le hizo sentir el cosquilleo de éxito prematuro en su abdomen, una tímida sonrisa se dibujaba en su rostro.

Tenía ganas de empezar, pero era tan difícil que se exasperaba cuando no veía ningún indicio que le permitiera volver a formarse, en lo que realmente le apasionaba.

Su carácter era extrovertido, pero con un punto de timidez algo destructiva, para mi gusto. Tenía un punto flaco, su “Talón de Aquiles”, del que presumía irónicamente, se había vuelto un viejo compañero de viaje, el cual, sin que quisiera admitirlo, le impedía avanzar hacia su en su vida.

Aquello era un “Querer y no poder”. Se frustraba, se daba cuenta de que era su propia mente la que le traicionaba cuando más debía acompañar y no cruzarse de brazos invadida por el miedo.

Cuando evaluaba la conducta de sus actos, no era capaz de ver ningún lado positivo, algo muy insertado en carácter. Todo había que mejorar y a su parecer, nada de lo que hacía era correcto, nunca conocí a nadie que se fustigara emocionalmente como lo hacía entonces. De todas formas, era lo esperado después de recibir gestos incómodos e incluso llegando a desagradables a su alrededor, de esos que dejan huella.

Se forjo la fortaleza más bonita que pudo hacer, que le alejaran del mundo a su realidad. No le gustaba mostrar ningún signo de debilidad, lo hacía muy bien, la verdad. Pero todo eso paralizaba su objetivo, su querer prosperar y generar un triunfo de los que permanecen en el sabor palatino.

En alguna ocasión fue capaz de mostrarse cual era, entonces no hablada, ya que no era capaz, permanecía en silencio. No hablaba para no llorar, eso era de débiles, ¿verdad?, las reinas lloran solas. Drenan su ponzoña en soledad. “Las cosas no se solucionan llorando, sino asumiendo”. Ese mantra le funcionaba. Hasta que un día se desarmó y mostró ante un extraño su verdadera naturaleza, nunca entendió porque lo hizo frente a un extraño, simplemente había llegado el momento, el lugar y el tiempo de hacerlo. Y aunque nadie estaba autorizado a contemplar su verdadero yo, lo permitió, le concedió la primera butaca para ver el primer y valioso acto de la obra de su vida.

De aquella conversación obtuvo el estímulo necesario para pedir a su mismo ser, a gritos, que había pasado la barrera del miedo, del terror, del fracaso, de ese sabor a amarga hiel que tan familiar le parecía…

Aquel interés, desinteresado, de aquel extraño puso fin a una era oscura, sembrando una semilla, que, sin darse cuenta, fue cobrando una vida interior, paralela a la vieja conocida.

La valentía se afianzó en su córtex, poco a poco sustituía a la cobardía (vieja amiga), a esa timidez auto destructiva. Y casi sin percatarse, vio que su “Talón” ya no era tan talón.

Le llevó un tiempo en asumir que su miedo fue su peor verdugo, interiorizarlo y amordazarlo fue unos de sus primeros logros, que por supuesto ni fue consciente del mismo. Lo amordazó con sus propias fuerzas, nunca las vio, porque como siempre, no miraba hacia el lado correcto.

Se liberó y aunque su inseguridad le susurraba al oído, como una vil traidora, ya no le concedió el primer lugar. “Las ocasiones aparecen cuando estás dispuesto realizarlas, a llevarlas a cabo con buen puerto. Si no, no las veas” “No empieces algo que no puedes acabar” …

Era hora de irse a dormir, descansar es la mejor cura para el alma. el sueño era el mejor vehículo para transportarse, donde la inseguridad, el miedo y la falta de valentía no estaban presentes. Se trasladaba a ser su alter ego.

Transcurrieron los días y su semilla siguió creciendo. No le dejó desviar el pensamiento hacia otro camino. Fue su temperamento, innato, intacto a pesar de todo, ese amigo fue el triunfador de toda esta historia. Por que, por mucho que pensemos que caminamos solos por éste valle de lágrimas, como he leído en alguna ocasión. siempre en mayor o menor medida, la gente que nos rodea, nos enseña la verdadera esencia de nuestro yo, nos muestra a nosotros mismos, nos guste, o no.

De todo se aprende en la vida, absolutamente de todo. Y lo mejor, es que hasta nuestro último aliento, seguimos aprendiendo.

Déborah Bet.

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