DE AMORES ETERNOS SIN FINAL FELIZ

DE AMORES ETERNOS SIN FINAL FELIZ

Mar Mioni

10/06/2025

Por alguna razón, las historias sin el “final feliz” protocolario que me vendieron desde niña me frustran enormemente.

Durante los últimos minutos de cada película romántica espero el beso de amor que sellará la historia de esos dos que, durante toda la trama atravesaron múltiples vicisitudes y que noventa minutos después, se encuentran juntos y felices para siempre; se funden en un abrazo mientras la cámara se aleja lentamente, la imagen se va volviendo borrosa y aparece la palabra FIN, aunque quizá ese no sea el fin de esa historia, ni siquiera el comienzo, solo una continuidad.

Aun sabiendo lo anterior, decido comprarme una vez más el engaño y me levanto de la butaca satisfecha por otra historia que termina de forma segura y predecible, me han vendido nuevamente esperanzas y falsa seguridad, ingredientes detonan mis ansiedades más profundas porque, en cuanto enciendo el auto para ir a casa, descubro que allá no me espera nadie.

También he visto otras historias donde me parece que me quedan a deber el tan esperado final feliz, y salgo del cine sintiéndome estafada, pero a la vez ingenua por reclamar un final que no tiene nada que ver con lo cotidiano, la vida no inicia ni termina, simplemente continúa, no somos un filme, somos más que eso.

Me dispongo a pasar otra tarde de películas tirada en el sillón, teniendo como único acompañante mi té de manzanilla; afuera llueve y yo espero que la pantalla me entregue otra historia con final seguro y predecible, dispuesta a comprar de nuevo otro kilo de esperanza.

Esta vez algo ha sido distinto: transcurre la cinta, pero el final que considero que sería el adecuado no llega. No hay abrazos, persecuciones románticas ni boda, aunque tampoco hay un final melodramático. Los protagonistas, en una actitud de lo más ecuánime se disponen a seguir sus vidas cada uno por su lado y prometen encontrarse en otra vida, no en esta, ¡no en esta!, repito ¡no-en-esta!, ¿por qué me hacen esto? ¿por qué me dan ese final tan desabrido? con una promesa que se extiende más allá del tiempo y dos personas que aceptan su realidad confiando en la reencarnación. ¿Es todo?

Apago el televisor sintiéndome defraudada pero pensativa, vienen a mi mente recuerdos de un encuentro así, porque ya tuve la fortuna de encontrar un hermano de otras vidas, uno que no supe valorar ni entender, un encuentro cuyo significado comprendí a destiempo, una deliciosa coincidencia que no terminó como me habría gustado. Me arrepentiré toda la vida.

He invertido toda mi vida deseando un amor romántico de esos que nos vende la pantalla grande, una historia que se quede congelada en un abrazo eterno; por muchos años busqué al hombre ideal que me regalara rosas, tanto que me perdí de valorar otras conexiones sin nombre ni etiqueta que trascendían lo romántico.

Reflexiono acerca de los protagonistas de la historia que acabo de ver, y por un momento me parecen menos sosos y más sabios; somos continuidad, somos eternidad, pero buscamos encapsularnos en experiencias a las que les exigimos un nombre: “¿qué somos?” le preguntamos al otro, esperando ponerle nombre y posible caducidad a dicho encuentro: el “para siempre” lo resumimos a unos cuantos años de vida humana, rodeado de etiquetas, promesas y afán de posesión, nos conformamos con tan poco.

Entonces no hay final (pregunto y afirmo al mismo tiempo). Esa reflexión me alivia y me angustia por igual. La vida no termina nunca, solo cambia la experiencia, se trata de una aventura donde estás constantemente acompañado por almas viejas que ya fueron tus cómplices, pero con otro cuerpo.

Veo a la vida como ese río donde me asusta meter los pies, porque va tan rápido que siento que me ahogaré, no habrá de dónde agarrarse; aunque otra opción menos angustiante puede ser que no sea necesario meterse al río, sino ser el río, ser la misma agua donde ya estás tú, y yo, donde estamos y estaremos todos, con la seguridad de que siempre volveremos a coincidir y, por lo tanto, no hay nada que temer.

Entonces, querido mío, puedo soltarte, porque sé que volveré a ver tus ojos y nos reconoceremos al instante, tú y yo ya nos hemos visto en vidas pasadas, y nos seguiremos encontrando, para bien o para mal.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS