“Estoy solo y no hay nadie en el espejo»

Jorge Luis Borges.


“Unos tiempos traen otros y los que vienen traerán otros más (o menos mal) y los que se quedan serán tiempos de recuerdo, como para el que se va vendrá dolor sin tiempo y corazón roto a paso atolondrado”.

Qué traba-lenguas, se dijo, tal vez un traba-dientes si lo sonríes, o un traba-tiempos si tu zona horaria lo permite.

Traía en aquella tarde-casi-noche-bostezo el ocio en la vena, además, de la neurona lenta.

Había estado leyendo capítulos al azar de un libro que le había comprado a un viejito de la calle. Como no encontraba nada interesante, a ratos lo dejaba para perderse en todo el movimiento involuntario de una plaza atardeciendo. Sin pensar nada.

Tenía tres días inmensos que no lograba escribir.

A pesar que ese era el motivo para recluirse en ese hotel “un cuarto de hotel frio, un balcón, mi enfermedad, un espejo y la necesidad de escribirme es todo lo que tengo” se repetía constantemente a esas horas que todos sus pensamientos se escondían entre humo de cigarro y un patético eco aprisionado.

Había entrado en un limbo.

Dos palabras a veces tres, nada que tuviera sentido para seguir la línea. Le resultaba desesperante pasarse horas infames frente a la lap-top, escribiendo y borrando, yendo a su pasado una y otra vez volviendo con la neurona vacía. Y así. Hasta que por decisión unánime se abandonó a ese hoyo de inútil soledad sin letra.

Por la noche de vuelta al hotel.

Compró algunas cervezas y llego directamente a ausentarse; ausentarse y fumar, caminar de un lado a todos para seguir ausente. Abrir una cerveza, abrir la puerta y asomarse al pasillo a ojos bien abiertos, con la ilusión de ver un monstruillo de aquellos fumando un cigarro, o leyendo alguna revista de chismes, esperando que algún curioso asome la cabeza para arrancársela y hacerse una gorra con su cuero cabelludo, o simplemente como buen vecino, saludarlo y desearle una buena noche de porquería. Pero no fue el caso.

Comenzó a pensar en múltiplos de tres.

Acomodó seis latas vacías en forma de pirámide, en la pequeña mesa bajo el espejo que intentaba ser un tocador. Cuando termino, se hizo una nueva dinámica:

¨cada 6 minutos voy a verme tres en el espejo, luego daré nueve pasos (tres tristes tres) hasta el balcón, fumare un cigarro, tres tragos de cerveza y regreso al espejo, y así trígono-trágicamente hasta que alguna otra estupidez se me ocurra”

Minutos más tarde, la tercera vez que le tocaba verse al espejo, sucedió algo muy extraño, la figura del otro lado que debía ser él, parecía ser alguien que ya no era él. Desde el momento en que se asomó, sintió desconfianza y su reflejo (el otro) parecía aún más desconfiado, así que los próximos tres interminables minutos fueron perturbadores. Cuando al fin pasaron, ninguno de los dos bajo la mirada hasta que desaparecieron fuera del marco.

Nueve pasos… Y prendió el cigarro.

De espaldas, vulnerable lo invadió un escalofrió que le recorrió desde los talones hasta la pesadilla más reciente, de pronto sintió que aquel extraño y farsante imitador asomaba desde el espejo apenas media cabeza y lo observaba.

Bajo la mirada y suspiro cobardemente para agarrar valor.

otros nueve pasos, tal vez los últimos– se dijo, bebió de un último trago la cerveza y de un último jalón el cigarro –todo esto es una locura– dejo el encendedor sobre el barandal del balcón, debajo pasaba una pareja que lo más probable era que fueran saliendo del barecillo que está a media cuadra. Miro su reloj, aún faltaban dos minutos para volver al espejo.

Bebió otra cerveza de tres tragos.

Caminó los nueve pasos decidido a dominarlo y dominar ese miedo que comenzaba desde muy dentro. De golpe se puso frente al espejo y él otro ya estaba ahí, ahora tenía una leve sonrisa, muy pero muy leve, casi imperceptible, parecía saber algo, él sabía que él sabía algo, y el miedo que había que dominar lo domino instantáneamente. La luz empezó a temblar un poco y se fue totalmente de las esquinas (lo noto de reojo), no había forma de ver su rostro pero supo que en ese momento el pánico sería muy evidente y lo confirmó porque el otro dejo ver un poco más su sonrisa irónica. Lo tenía. Era de él. El otro lo había agarrado y podía hacer con él lo que él quisiera hacer. Su plan fue no parpadear (aunque tal vez no podía, sus parpados se habían escondido al terror), no mirar directamente a los ojos del sujeto reflejo y convencerse de que nada era real, que estaba loco y ebrio en iguales proporciones.

Se retiró del espejo sin saber si había cumplido el tiempo de su juego y caminó hacia el balcón para fumar, beber y no volver nunca.

¡Las putas latas!

Desde lo más profundo de su ser sintió la necesidad de arrojarse por el balcón y esparcir su cerebro en la banqueta, pero el terror ya había paralizado su cuerpo. De espaldas y vulnerable, con sus dos manos aferradas al barandal, con la certeza de que el otro había salido del espejo y ahora venía por él.

Podía escuchar sus pasos, cuidadosos, amenazantes y eternos.

Uno. Dos.. Tres…

La sangre se volvió sangre y gritaba y se azotaba contra las paredes acolchonadas y sordas de aquellas venas en crisis.

Cuatro…. Cinco…..

Ahora una batalla de temperaturas, sudaba frio, sentía helarse pero su rostro estaba hirviendo, sus ojos ardían llorosos y detrás de él.

Seis……siete…….

-¡¡Puta madre!!

Ocho…..…Nue…

Sintió el cuchillo clavarse con la ternura más perversa en su nuca (esa voz la conocía) y desde ahí por todas las ramificaciones del cuerpo conocidas y algunas más, un terror perverso y punzante nunca antes sentido por el ser humano, recorrió sin compasión, desgarrando su realidad, sus arterias, estrujando su corazón. Cristalizando su alma preparándose para romperla.

va,as a morii,ir.

Esa voz la conocía,

condena,ado, mald,itoo.

¡Esa puta voz la conozco!

–so,oloo.

En su desesperación por moverse, empezó a temblar espantosamente, por un momento pensó que arrancaría el barandal, el encendedor cayo hacia la calle, y la voz reflejo seguía apuñalando sin piedad.

y cuaa,ndo llegue tu infie,rrno… tu finaa,al.

Su vista se fue atrapando en un remolino de sombras, sentía su cuerpo hueco, una cascara no más, al punto que sintió que estaba flotando cuando en realidad iba cayendo. Su oído fue el último en oscurecer y junto con el ruido del cuchillo hundiéndose

solo yo esstaré ahí…..paa,ra amaar,teeee-

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