Deseo gritar. Abrir la ventana de mi cuarto y chillar a pleno pulmón que voy a ser libre. Porque aún no lo soy. Pero la decisión ya está tomada en mi cabeza. Ahora sólo queda hacer los planes, organizarlo todo, anunciarlo. Pero sólo con tomar la decisión me siento feliz.

Llevo todo el día eufórica. No puedo contarles el motivo, pero en casa se han dado cuenta de que algo ocurrió ayer. Mamá seguro que piensa que me salió un noviete por ahí. Que quizás me haya enamorado. No es habitual verme sonriente todo el día, que no proteste ni una sola vez cuando me pide que le ayude con alguna tarea de casa. Que, después de un sábado de marcha, me levante a una hora prudente, sin que tengan que llamarme a gritos porque la mesa ya está puesta para la comida. Que no me pelee con Sara para ver a quién le toca sacar al perro. Que por la tarde no se me ponga cara de acelga, con solo pensar que mañana es lunes, y me toca de nuevo pegarme el madrugón para entrar a tiempo en mi turno a las seis de la mañana. Hoy no ha sido así.

Mis días de esclavitud están contados. Sonrío mientras decido qué haré antes,si daré el aviso en la empresa o si lo contaré en casa. Voy a dejarlo.

No seguiré desperdiciando mi vida en esta rutina sin sentido, por mucho trabajo fijo que sea. Cinco años en la fábrica y mi sueldo no ha variado un ápice. Sigo sin poder independizarme. Viviendo en casa con mis treinta y dos años. Con lo justo para ayudar un poco a mamá, pagarme la letra del coche… y poder ahorrar un poquito todos los meses para poder cumplir mi sueño. A cambio, he dado cinco años de mi vida a una empresa que nunca me lo agradecerá. Para la que no soy nada más que una de los cientos de chicas que empuja y selecciona las sardinas a lo largo de la cinta transportadora. Y lo hago bien. Rápido y con precisión. Siempre puntual, sin quejarme ni causar problemas. Si lo deseo conservaré mi trabajo el tiempo que yo quiera. Pero no lo deseo.

Mamá no lo va a entender. ¿Dejar tu puesto en la fábrica? ¿pero, por qué? Porque voy a cumplir mi sueño, mamá.

Lo siento por ella, va a sufrir. Se va a preocupar. Pero es mi vida. Cierro los ojos y me imagino viajando hacia la tierra de mis sueños. Moviéndome por ese continente lejano, sin un rumbo fijo, buscándome la vida para sobrevivir, conociendo gente y nuevos lugares. Viviendo una aventura cada día. Dedicándome a cualquier cosa en la que no acabe apestando a sardinas.

Al pensar en ello, siento que el corazón se me acelera de pura felicidad. Libre, al fin voy a ser libre. Me veo al borde de un precipicio, a punto de saltar al vacío. Pero no siento miedo. Únicamente siento alivio porque sé que tan pronto salte sentiré como por fin puedo volar.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS