EL ÚLTIMO TRABAJO

EL ÚLTIMO TRABAJO

Anca Mirta

20/04/2018

Acabo de despertar. A mi lado duerme él. Lo miro y me pregunto, ¿Ana, cómo llegamos a este momento? ¿Cuándo decidiste dejarlo todo por él? ¿En qué momento comenzaste a enamorarte de tu jefe al que aborreciste por tantos años porque sentías que te subestimaba?.-
-¿En qué momento alteraste las prioridades de tu vida por este hombre?- -¡Cómo tuviste el tupe de priorizarlo antes que a tus hijos, a quienes ves ocasionalmente!-
Lo miro nuevamente y dejo las preguntas para recordar escenas pasadas.Una gran oficina, la mayoría de mis compañeros sin grandes compromisos ni hijos para levantar y llevar al colegio; sin desayunos ni viandas para preparar en mañanas alteradas por la rutina como eran las mías.
Recuerdo y se me hace un nudo en el estómago que hace dificultosa mi respiración.

«Me recuerdo» llegando tarde por el tráfico después de dejar a mis chicos en la escuela. Desaliñada al lado del resto de la gente de la oficina. Y ese hombre, impoluto, clavándome fija la vista esbozando apenas un –buen día Ana-. Ese hombre no es más que este hombre…
Me duele recordar esos momentos porque siento que fui una mala madre, pero a su vez se me paraliza el corazón cada vez que recuerdo el momento en que comencé a verlo como hombre.

¿Cuándo comenzó lo nuestro? Fue ese día donde el paraguas no tenía sentido debido al fuerte viento y los colectivos alteraron el recorrido por las inundaciones.

Ese día, donde mi cansancio y la inclemencia climática me hicieran llorar de impotencia en la parada del colectivo. Fue ese día, cuando frenó el auto y me invitó a subir.

Ese día comencé a descubrirlo, a enamorarme, y a valorarme como mujer. Desde ese día las mariposas se hicieron dueñas de mí ser cada vez que lo miraba… Desde ese día en que me sonrojaba ante su llamado hasta este día pasaron doce años.
Son las seis de la mañana. Lo miro, duerme plácidamente, parece un niño. Entro a la ducha, y aprovechando el ruido del agua, silenciosamente me pongo a llorar como en aquel día de hace doce años cuando me invitó a subir a su auto. Son lágrimas de impotencia y no puedo explicarme el porqué; Me maquillo rápidamente, no quiero que vea mis ojos hinchados.
Bajo, preparo el desayuno. Lo quiero agasajar por estos hermosos doce años compartidos; Por tanto amor y tanta paciencia ante mis lamentos cada vez que nombro a mis hijos. Por cada hora vivida juntos.
Ya está el té y las tostadas, busco la bandeja de cama, agrego flores. Esa bandeja que compramos para largos y románticos desayunos compartidos en el dormitorio está lista. Quiero que todo esté perfecto, necesito, que todo esté impecable.
Subo,corro las cortinas. Sigue profundamente dormido, su sueño es pesado, como si no tuviera ganas de despertar…
Apoyo la bandeja en el mueble. Me dispongo a buscar más almohadas para que esté cómodo mientras desayuna.
– Buenos días jefe – le digo bajito.-Su empleada preferida le trae el desayuno-
Apenas mueve la cabeza…
Insisto, – Mi hermoso jefe, ¿puede despreciar semejante desayuno?-
Abre los ojos. Esos ojos celestes que parecen robados de un pedazo de cielo,
por un momento queda en esa posición. El rayo de sol que entra por el ventanal hace que sus grises cabellos parezcan hilos de plata. Lo miro totalmente enamorada.
-¡Vamos dormilón, que no sos una criatura! – rezongo
-¡Buen día, mi secretaria favorita! Su timbre de voz suena como la de un locutor de radio
Sentado en la cama, con la bandeja sobre sus piernas me toma la mano y me dice:– No estés triste,lamento tanto que deba viajar solo –
– Ya se, pero…- le digo tal cual niña caprichosa.
– Pero nada Ana, por favor… llevamos días hablando del tema . El tiempo pasa rápido, y cuando menos quieras acordarte estaré de vuelta en casa–
Resignada esbozo una sonrisa, lo beso en la frente.
Insisto : – Me da miedo que te enamores de otra. A esas convenciones acuden hermosas escritoras –
Me mira y comienza a reír a carcajadas – Ana ,mi amor por vos se renueva cada día. Cada mañana al despertar me parece que es la primera vez que estamos juntos.-
– En el corredor hay una sola valija, la tuya– replico
– ¡Ana…tenes que quedarte en la editorial, alguien debe hacer el trabajo acá!_
– ¡Ya se, perdón! Me voy a vestir así te acompaño al aeropuerto.-
– Perfecto, deseo llegar con tiempo para despachar la valija – me guiña el ojo y continúa- Luego tomamos un café y seguís recriminándome sobre mi solitario viaje laboral en cambio yo te voy a contar sobre «mis planes personales » para la vuelta.-No puedo resistirme a su sonrisa. Tomo su cara con ambas manos, lo beso enamoradamente.
…Que grande y solitario me parece el aeropuerto después de su partida. Pero me quedo con su última frase: «Ana, nunca olvides que te amo profundamente» .
Pasaron diez horas, en la oficina su sillón vacío hizo que fueran interminables para mí.Regreso a casa, en el camino me voy preguntando: ¿ Ya debe haber realizado el trasbordo?. ¿Se habrá atrasado el vuelo?. seguro ya esté en Los Ángeles.
En la puerta escucho que suena el teléfono, pienso: ¡Es él que me llama! apresurada digo :–Amor ¿llegaste bien?-
Del otro lado una operadora me dice en mal español: -¿Sra. Romero?
-¿Quién habla?- – Un momento por favor, el gerente de la empresa va a hablarle –

Tiemblo como hoja en una tormenta de viento. ¿Quién es esa persona? ¿¡Qué me explica!? ¡¿De qué motor izquierdo habla?! ¡Dios dame cordura!
Lo único que escucho claramente es sobre la muerte de doscientas setenta personas y el saludo de condolencias. Caigo arrodillada, no recuerdo más…

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En homenaje a los pasajeros fallecidos en mayo del 79 al despegar el vuelo de un DC-1 desde el aeropuerto de Chicago y perder el motor izquierdo. La mayoría de los pasajeros estaban relacionados con la industria del libro e iban a Los Ángeles a una convención de libreros y editores.

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