Como era habitual, Marcos corría escaleras arriba, y con ansia entraba en la habitación principal. Sabía que él estaría ahí, esperando, como siempre, sentado en su butaca, y con el libro abierto, justo, por el capítulo que tocaba leer ese día.
Aventuras, misterio, no sabía que sería esta vez, pero su emoción era la misma de siempre. Comenzaba a leer, y él escuchaba como de costumbre, atento, cada palabra que salía de su boca, hasta que el capítulo terminaba. Entonces, cerraba el libro, y Marcos se levantaba y corría a colgarse de su cuello para darle un beso, mientras él, le miraba con dulzura.
Escuchó el despertador sonar, entreabrió los ojos, y miró la luz que entraba por las rendijas de la persiana, se estiró para desperezarse, y como cada vez que soñaba con él, dijo:
— La próxima vez abuelo, llegaré a darte ese beso.
OPINIONES Y COMENTARIOS