La anatomía de mi persona cuando camino

La anatomía de mi persona cuando camino

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03/04/2018

Son las 8:05 y el zapato del pie derecho me lastima, he tratado de apoyar de diferente manera, para adentro, para afuera, girando levemente la punta del pie cuando piso, pero el talón del zapato derecho me lastima. Ayer por la tarde lo noté por primera vez, atribuí este repentino percance a que estuve recargando mis pies sobre los cables enramañados debajo de la mesa de la sala de juntas. No debí entregarme a triturarlos con los talones, me dije; los zapatos son nuevos, debería cuidarlos más, me dije después; debe ser el karma por maltratar propiedad de la empresa, me dije al final. Pensé que tras el descanso nocturno y la libertad que esto confiere a mis pies (a otras partes del cuerpo también, pero ahora me importan más mis pies; y de ellos, el derecho más) podría volver a caminar con tranquilidad, pero ya voy tarde al trabajo y siento, sin chance a equivocarme, que el zapato del pie derecho me lastima.

Son las 8:12 y la esquina del gafete ha hecho un lastimoso rasguño a mi pantalón, también nuevo. Sólo tengo dos pantalones para usar en la oficina: uno negro y uno gris oscuro; y ahora este primero tiene un pequeño pero evidente rasguño que la esquina del gafete, enmicado de una manera muy burda, ha surcado. Odio usar el gafete colgado al cuello como si se tratase de una medalla olímpica, detesto también a las personas que parecen combinar su atuendo alrededor del color de la correa; pero ahora mi pantalón está rasgado y eso suma un 2% negativo a mi contrahecha autoestima laboral.

Son las 8:26, miro el teléfono celular no tanto para corroborar que voy tarde (porque ya voy tarde) sino para ver si Grecia (la nueva recepcionista con quien comí el jueves pasado) habría respondido alguno de mis mensajes. No, las dos líneas azules me gritan que no, y mi talón me duele más ahora que he acelerado el ritmo, y terminé por meter el gafete a mi bolsillo y ahora me pica el muslo cada vez que doy un paso, y voy tarde, y tendré que reparar de la mejor manera posible mi zapato (quizá con algodón, un curita) y volver a la tienda de saldos y buscar otro pantalón de estos, y cuando entro en la recepción del edificio veo a Grecia sonriendo, mirando su celular y moviendo sus delgados y largos dedos, y siento la vibración de mi teléfono y mi exaltado cerebro hace una inmediata conexión. Sonrío y alcanzo mi bolsillo derecho. Tomo el celular y lo desbloqueo justo cuando el 8, a la derecha del 4, se convierte en 9. Abro el mensaje. Mi jefe, que va llegando también, se para junto a mí sin decir nada. Noto su presencia pero debo abrir el mensaje (¿de Grecia?) antes. Usted ya ha consumido todos los megas de su plan…. Siento la palmada de mi jefe en el hombro mientras dice “llegando tarde otra vez”. Al dar el primer paso al interior del elevador siento que el talón de mi zapato ha terminado por arrancar un pedazo minúsculo pero doloroso de mi pie derecho.

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