Rafael Naranjo, así se llamaba aquel hombre de corpulenta figura y rostro agradable, un individuo de pueblo, al que la vida le había dado tan pocas oportunidades y que ninguna le había ofrecido lo que él tanto esperaba encontrar. Lo que hacía, no era lo suyo, solo buscaba el sustento de su familia muy numerosa y de escasos recursos económicos, que veían en él, una oportunidad para comer en medio de tanta escasez. Siempre soñó con ser un prominente Odontólogo, tener su clínica y emplear a todos los suyos. Velaba porque sus sueños se hicieran realidad, pero, con cada paso que daba, sentía que el destino lo obligaba a morir a esos anhelos y seguir dando vueltas en ese mismo círculo que no lo dejaba avanzar.

Así vivió durante casi 30 años, trabajando para complacer los verdugos que desangraban sus fuerzas a punto de dejarlo casi inservible y al final, sus ganancias se podían contar con los dedos de las manos. Pasando por la calle de un lugar cercano, vio un anuncio que decía “Se requiere auxiliar de odontología” con experiencia y no mayor de 30 años, a lo que, de una sola zancada, paso al otro lado de la acera y sin pensarlo dos veces abrochando el primer botón de su camisa para disimular los orificios que el tiempo y el uso abusivo le habían dejado, entro con tal seguridad, que cualquiera pensaría que no era un aspirante sino un experimentado profesional con títulos y postgrados.

__¡Buenos días Señorita! , Soy la persona que está buscando, ¿A qué hora puedo comenzar mi labor?

__ Disculpe señor, contestó la secretaria un tanto asombrada por la energía que emanaba de un ser al que sólo se le veían unas fuertes ganas de trabajar, usted entenderá que esto es un proceso y la persona que lo entrevistará será mi jefe, yo no puedo más que recepcionar sus datos y agendarle una cita.

__ Nooo Señorita, yo no puedo permitir que se queden sin mis servicios, la conciencia no me dejaría vivir en paz, además, tengo la disponibilidad para comenzar de forma inmediata. El jefe, quien estaba del otro lado del consultorio escuchaba atento y asombrado por lo que este hombre decía y sin mediar palabra abrió la puerta y con un gesto amable y sonriente lo invitó a entrar.

__ ¿Así que usted es la persona que estamos necesitando?, preguntó el jefe con un tono algo burlón. –Me ha llamado fuertemente la atención su seguridad y sus ganas de trabajar y pasaré por alto el protocolo que esto amerita, confío en que su buena actitud es la mejor referencia. ¡Queda contratado!, lo espero mañana a las 8:00 am.

Al salir, la secretaria asombrada por la forma como había sucedido ese contrato, le pregunta a su jefe por qué razón las cosas habían sido de esa manera, a lo que él le responde: Mañana viajo a otro país y debo dejar una persona encargada, son solamente ocho días, además, él es un pobre diablo necesitado de cualquier moneda para poder comer y hará tan bien su labor, que yo no tendré que preocuparme por nada, cuando regrese cancelo el contrato, bahhh cualquier cosa le inventaré para convencerlo que el proceso no fue legal y de alguna forma le diré que después buscaré sus servicios.

La secretaria estupefacta agacha su cabeza y sin reparo sale del consultorio con la firme convicción que tarde o temprano harán lo mismo con ella, durante su recorrido a casa, no sabe si contarle a Rafael cual será su destino o quedarse callada para que su cabeza no ruede primero que la de él. Esa noche no pudo dormir, pues eran más fuertes los timbales que la conciencia le retumbaba en su mente, que las ganas de ocultar la verdad, cualquiera que fuese su decisión, sabía que terminaría rompiendo el corazón y la ilusión de alguien que solo quería trabajar. El día llegó, la hora también, Lunes 30 de Marzo 8:00 de la mañana, y acompañado de los primeros rayos del sol estaba ahí Rafael, con su camisa de ayer y su pelo estirado por la gel. Su rostro brillaba más que su misma cabellera, con un café en la mano, había llegado una hora antes para evitar que el destino le robara lo que para él era su gran oportunidad. La secretaria ya había tomado una decisión y antes de bajarse de su autobús lo vio parado frente al consultorio por lo que no tuvo más que escapar por la puerta trasera antes de que la multitud no la dejara descender y perdiera la oportunidad de advertir lo que de una vez debía saber Rafael.

Sentados en el andén y con su cara llena de desconsuelo, Rafael se entera de la verdad. Martha, la secretaria, mientras veía como se desgarraba con cada lágrima toda la esperanza de este hombre, no tuvo más que proponerle un trato al que sin pensarlo dos veces el terminó por aceptar.

Ocho días exactos corrieron para cuando ya Rafael con el dinero que Martha, la secretaria había invertido, tenía montado un modesto consultorio en su casa del pueblo. Feliz como hace mucho no estaba, esperaba ansioso en la puerta su primer paciente y si, ahí estaba Martha, no podía ser otra la persona en sentirse honrada con un trabajo que él había conseguido con tanto esfuerzo. Sentada en su silla y reclinada hasta tocar el piso con la cabeza, inicia Rafael su trabajo. Introdujo las pinzas en su boca y sin piedad alguna estiró su cordal como si fuera un chicle, su pierna de casi media arroba oprimía su pecho sin darle la oportunidad de implorar ayuda, ella, no sabía que estaba pasando, solo creía que se había equivocado de lugar y que en vez de extraer una muela lo que le estaba haciendo era un auténtico exorcismo, pues Rafael olvidó aplicar anestesia y lo que para ella hubiera sido un acto de solidaridad en realidad estaba siendo literalmente una posesión demoníaca.

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