Otra carta sinsentido (Invierno)

Otra carta sinsentido (Invierno)

decimesoro

23/06/2024

Una carta más que no vas a leer.

Una carta más para una persona que no desea recibirla y mi terquedad se niega a aceptar.

Por eso y por mucho más, esta carta está lanzada al mar, sin remitente y sin dirección. Son un cúmulo de palabras acumuladas de un año largo y frío, como un arco iris que se ha quedado sin su color favorito en

Feliz 21. Feliz cumpleaños. Feliz invierno.

Vos, sí: la mejor historia que me inventé.

Este cambio de estación trae consigo el recuerdo de todo aquello que ya debería olvidar. Me evoca la tristeza de la pérdida y la felicidad de celebrar que consigo, el invierno trajo la vida de quien ha salvado la mía en incontables ocasiones.

A estas alturas de la vida muy seguramente te hayas hecho la idea de que manejo algún tipo de obsesión con vos, puesto que incluso con el portazo que me diste (del cual fui pionera yo misma) sigo pensando en lo que representaste en mi corazón alguna vez. Puede que sí, puede que no. Puede que realmente haya construido un amor tan sólido que además de haber traspasado la lejanía física, se llevó puesto los límites de la realidad. O también puede que simplemente sea una dependencia emocional a aquel corto período de tiempo en el que pretendimos ser todo y a la vez nada y que me llenó tanto pero tanto que no puedo desprender mis uñas de aquel recuerdo al que, con cada día que pasa, endulzo más.

Pero en fin, no estoy aquí para examinar mis niveles de locura o desamor, sino para escribirte algo mejor.

Un gracias.

Un gracias que creo, nunca dije, y si lo dije quizás nunca fue tan sincero como deseé. Y si lo fue, quizás es algo que sí olvide y me sirve como excusa para seguir escribiendo.

Aunque seamos sinceros, se ha comprobado que aunque pase el tiempo las excusas siguen brotando en mi mente como el pasto inútil que querés liquidar de tu jardin y se niega a ceder.

En fin.

Encuentro la llegada del invierno con mucha esperanza y felicidad, porque no sólo representa mi estación favorita del año, sino que consagra una vez más tu existencia en este mundo. Por eso, celebro desde el fondo de mi corazón.

Me alegra saber que el verano se acabó, que aquel clima caluroso que tanto te molestaba se encuentra hibernando al menos en lo que que respecta a la decisión del mundo de bajar un poco más la temperatura hasta que el calentamiento global haga lo suyo y nos encierre de nuevo en otra ola de calor insoportable.

Llega oficialmente el invierno y con él, el frío se hace más llevadero y cálido que nunca. ¿Acaso hay dudas de que esta estación sea la mejor de todas? ¿Por qué?

Dejame romantizar estas páginas sin conciencia social un rato, pretendiendo que vivimos en una utopía en la que no es cruel pensar en que una noche fresca es lo que toda la población necesita cada tanto.

Existo bajo la idea ciega de que el invierno es la mejor estación que existe, porque se la ha ninguneado en demasía durante mucho tiempo y muy pocas personas han sido capaz de ver las características que la convierten en un escenario tan ideal. Sí, puede que sumen a la balanza aquellos clichés repetitivos sobre una estación preparativa a la primavera… pero no alcanza, puesto que sigue siendo un argumento abocado a un futuro, a lo crudo previo a lo bello, a “soportar” antes de florecer.

No puedo verlo así desde que el frío me abrazó con tanta fuerza que hizo calentar mi corazón como si una ráfaga de fuego la envolviese… a kilómetros de distancia.

Se habla sobre resistir a la crudeza del invierno para valorar el floreciente escenario de la primavera, cuando incluso es posible visualizar lo contrario. ¿Por qué debo resistir a aquello que me enseña más que tres meses de oasis? Quiero gritarles que no podría odiar el invierno jamás porque me enseñaste que incluso con un montón de nubes tapando el cielo, el día puede ser más hermoso de lo habitual con la calidez del cuerpo de la persona que más amas.

En mi invierno perfecto tendría la oportunidad de detener la montaña rusa de adrenalina con la que las personas viven en verano, cuando más productivas e invencibles se creen, Con el frío de la mañana podría disfrutar más del café oscuro que te gusta, con la cabeza más ordenada, tranquila y previsiva. El viento fresco me recordaría que aunque estamos lejos, la misma brisa podría acariciarnos tras recorrer el país entero en un corto espacio de tiempo. En una realidad paralela donde convivimos en el mismo espacio físico, el invierno sería nuestro tiempo ideal en el que aprovecharíamos para rozar nuestra piel a diario, escuchar poesía en la comodidad de un sofá o disfrutar del silencio de la noche con las piernas enredadas.

¿Sabes?

El invierno es el villano de una historia escrita por un poeta borracho transitando su primer amor.

Al menos eso es lo que me gusta creer.

Por eso te agradezco con locura que hayas nacido un 21 de junio. Porque sos el cambio de estación, la llegada de los días laborales más cortos y los fines de semana más románticos, el aroma a granos de café por la mañana y a canela por la tarde, la calidez de una sopa casera y pan recién horneado, la tranquilidad del orden, el reloj deteniéndose para hacer tu panorama más cómodo, la fuerza de la determinación y la paz del silencio, el cielo blanco que se ilumina al atardecer con los colores más bonitos que se pueden pintar. Sos eso y más.

Sos tan complejo que en algún momento escribí un libro sobre vos confundiendote con el sol de primavera, cuando siempre fuiste el invierno más precioso que he sentido en mis cortas décadas de vida.

Escribí esta carta sinsentido y llena de incoherencias el 21 de junio, cuando todavía me debatía entre enviarla o no. Con el mea culpa que transformó mi lista de reproducción de canciones desamor en canciones de arrepentimiento y aceptación, solté mis propios deseos egoístas de arruinar la celebración de tu natalicio y abandoné la escritura hasta tener la fortaleza de lanzarla al mar. Ojalá no la leas y si la lees, ojalá me odies un poquito menos.

Si es real aquel mito moderno de que las personas nos reinventamos a diario y que tu “yo” del 2022 es totalmente distinto a tu “yo” actual, sería afortunada de volver a conocerte y apremiada con la idea de volver a enamorarme de vos. Pero la adultez me ha enseñado que aquel cuento demasiado meloso sobre el papel arrugado es cierto y que creer que podemos dejarlo liso no es el problema, sino la idea de poder lanzar al suelo a la página de un cuento en el que tu coprotagonista no es un delirio de tu imaginación sino otra persona real con sentimientos a la que no debes lastimar. La consecuencia de la caída puede ser más que un par de grietas imborrables, como lo fueron en nuestra no-relación

Quiero que sepas que agradezco lo que me enseñaste y lo que aún hoy me enseñas, y que mucho de lo que soy no es por vos sino de lo que tomé prestado de vos. Quiero que sepas que conocerte fue de las experiencias más perfectas que tuve en mi vida a pesar de no haber podido sostener el final, que la fuerza que construí a lo largo de tu despedida es la que me lleva a no buscarte. Que tus deseos fueron lo que me hizo aceptar finalmente tu adiós y que mi amor propio y consciencia me hicieron ver que aunque deseara llamarte, hoy no podría ofrecerte nada. Que la certeza de que sos una persona increíble que merece lo mejor es lo que me ha cerrado la puerta que yo te dije que dejaba abierta.

Quiero que sepas que el amor que tengo aún latiendo por vos es lo que ha mantenido mi distancia, incluso provocando que cerrases esa pequeña ventana que se abrió por casualidad hace unos meses. Que si tuve que apretar ese maldito botón de “block” fue porque el leerte otra vez había desestabilizado mi cabeza y mi corazón, haciéndome adicta a tus pensamientos y las migajas que obtenía viendote rabiar hacia este mundo horrendo en el que se transformó nuestro país. Que tuve que ocultarlo todo para no caer en la tentación de arruinarte otra vez.

Puede que con el párrafo que leas a continuación se caiga toda la imagen que intento mostrarte de mí y mi “madurez” adquirida, pero espero que puedas ver más allá de una chiquilla enamorada sin más como lo hiciste cuando declaramos el inicio de nuestra guerra fría final. Desearía que esta vez leyeras estas palabras como lo que son realmente y no como el capricho y la falsa promesa o intento de mantenerte enganchado como un “por si las dudas” y que las aceptes de verdad.

Finalmente, quiero que sepas que este invierno voy a pasar más tiempo pensando en vos otra vez, pero que voy a seguir adelante y haciendo lo correcto hasta que seas vos el que decida regresar, si es que alguna vez tomas la decisión (ojalá sea, por fin, el momento perfecto).

Como dice la canción que tontamente fijé por ahí ”Si tiene que ser, será. Por ahora no, pero si tiene que pasar, pasará”.

Pero si no, realmente es mi deseo más grande que encuentres la felicidad en brazos de quien sepa disfrutar del invierno sin temor alguno, sin tener que aprender nada en el camino y sólo jugándosela por ese tesoro perdido que muchos creen imposible de encontrar. Incluso si el amor no es lo que más ansias y la felicidad la encontras en el éxito de una carrera o la paz familiar, o un abrazo amistoso, incluso si tu felicidad es un leer un libro antes de dormir, mi deseo es que tu vida sea tan gratificante que no vuelvas a sentirse solo, triste o vacío nunca más.

A vos, mi invierno. Por si la vida no nos vuelve a juntar, te deseo la mayor de la felicidad.

Feliz cumpleaños.

PD: Sólo te pido una cosa… te pido perdón por seguir escribiendo en tu nombre, desde ya y por adelantado y por todas las cartas que vuelva a escribirte hasta finalmente olvidar…

Etiquetas: cartas desamor personal

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS