En la esquina hay un semáforo encendiendo el rojo,

que frena súbitamente mi paz, y mi guerra,

mientras un artista que sobrevive en la tierra,

busca como entretener a los distraídos ojos.

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A un rato de espera mis pensamientos recojo;

la boca de mi mente de un suspiro se cierra,

la tumba de mis sienes pergaminos entierra,

y la rosa de mi frente termina su enojo….

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Pero los nervios rugen diseñando la muerte,

la muerte eterna de mi solitario segundo,

segundo viviente de mi apreciado presente

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que se duerme, ¡duerme! con el alarido mundo…

el artista cansado se desplaza prudente

recibiendo el dinero que suena tremebundo.

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