Capítulo 1: Catástrofe medioambiental

Corría el año 2300. La Tierra, que en el pasado había sido un oasis vibrante de vida, gemía bajo el peso de una superpoblación asfixiante. Once mil millones de almas constituían una marea humana incontable, que agotaba a un ritmo alarmante las escasas reservas vitales que aún subsistían. Los recursos naturales, antes abundantes, se veían reducidos a una sombra de lo que habían sido en los antiguos tiempos de bonanza. Loa alimentos se habían encarecido víctimas de la voracidad insaciable de una humanidad que se mantenía en constante e inexorable expansión.

Las ciudades que habían sido centros bulliciosos de progreso y cultura, se habían convertido en incontrolables laberintos congestionados de concreto, donde la vida humana se comprimía en espacios cada vez más reducidos. El aire, que en la antigüedad fue puro y vivificante, ahora se había contaminado por el humo de las fábricas y el escape de los vehículos, que habían generado una bruma tóxica que ahogaba los pulmones y oscurecía el cielo.

Los campos, que antes de la catástrofe medioambiental, eran alfombras verdes de fertilidad, ahora eran páramos áridos y erosionados, víctimas de una deforestación desenfrenada y las técnicas de agricultura intensiva. Las aguas cristalinas de los ríos y lagos se habían convertido gradualmente en cloacas fétidas, envenenadas por los desechos industriales y agrícolas.

La Tierra, que había sido desde tiempo inmemoriales un paraíso terrenal, se había convertido en una víctima de la ambición humana, convirtiéndose en un planeta listo para el colapso definitivo.

En una de las tantas reuniones de la ONU, los líderes políticos, representantes de diversas ramas ideológicas, se enfrentaban en una tensa discusión sobre el colapso de la Tierra:

Con voz firme y mirada penetrante, se escuchaba al representante del bloque africano, Mwangi Tafari -«¡Basta ya! El planeta se está muriendo y ustedes, con su codicia desmedida y su visión miope, son los principales responsables. Nuestros gobiernos ya no tienen recursos para ayudar a nadie.»-

El representante de América del Norte, William Polk respondió con tono desafiante y gestos despectivos -«¡No sea ridículo! El progreso mundial tiene un precio, y el medio ambiente es, en ocasiones, un sacrificio necesario.»-

-«¡Sacrificio? ¿Llama sacrificio a la destrucción de nuestro único hogar? La contaminación del aire que ustedes provocan dentro de sus fronteras es respirado por todo el planeta.»- Neelam Sharma, del bloque indio, respondió ofuscado

Mwangi Tafari casi sale de su cubículo señalando al político de la India con el índice -«¿Y qué hay del agua? Con sus obtusas creencias han terminado por contaminar el Ganges y al agua del océano Indico. ¿Ustedes provocaron la extinción de especies enteras! «-

William Polk trató de defender la postura del bloque industrial que representaba -«Exagera. La Tierra es un planeta grande y resistente, capaz de soportar cierto nivel de impacto ambiental.»-

Santiago Arce, del bloque Sudamericano dio su opinión -«¡Resistente, sí, pero no infinita! Hemos sobrepasado el punto de no retorno. Si no cambiamos radicalmente nuestro curso, las consecuencias serán catastróficas a corto plazo.»-

Polk se defendía en soledad -«Las alarmas ecologistas siempre han sido exageradas. El ser humano es ingenioso y encontrará soluciones tecnológicas para los problemas ambientales.»-

Mwangi Tafari menó la cabeza en actitud pesimista -«¡La tecnología no puede arreglarlo todo! Necesitamos un cambio de paradigma, una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza basada en el respeto y la sostenibilidad.»-

William Polk hizo un gesto de impotencia -«Esas ideas son utópicas e inviables. El mundo funciona con base en la economía y el desarrollo. Nunca nadie pudo detener el progreso.»

La canciller alemana Gloria Schmitt, que representaba al moderado bloque europeo, opinó -«¡No se trata de detener el progreso, pero hay que redefinirlo! Un progreso que no destruya nuestro planeta, que no condene a las futuras generaciones a un futuro sin esperanza.»-

William Polk pareció desinflarse de repente en el sillón. Aún agotado continuaba en la discusión -«Las nuevas generaciones se adaptarán. Siempre lo han hecho. La humanidad es resiliente.»-

El sudamericano Santiago Arce intentó en vano convencer al estadounidense -«¡No podemos confiar en la resiliencia! La Tierra es un sistema complejo y delicado, y estamos alterando su equilibrio de forma irreversible. Si no actuamos ahora, la situación será mortal.»-

Las consecuencias de la superpoblación y la industrialización se extendieron más allá del medio ambiente. La escasez de recursos provocó una crisis económica de inmensas proporciones, con una explosión de pobreza y hambre que azotaron vastos sectores de la población. La desigualdad social y económica se acentuó, creando un abismo cada vez más profundo entre ricos y pobres.

Los estados agotaron sus recursos sin poder asistir a los más desamparados. Sólo las familias podían asistir económicamente a los más débiles. Los miembros ricos daban alimento, salud y dinero a los familiares más desprotegidos. Sin esa asistencia, ninguna persona en situación de necesidad podía sobrevivir.

Las tensiones sociales crecieron, alimentando un clima de inestabilidad y violencia. Las guerras por el control de los menguantes recursos se volvieron cada vez más comunes, sembrando el caos y la destrucción en un mundo ya devastado. La esperanza, cada vez más débil y lejana, se vio amenazada por la oscuridad que se cernía sobre el planeta.

En este escenario distópico, los gobiernos impulsaron un férreo control sobre la reproducción humana, limitando a las parejas a un solo intento para concebir un hijo.

Para obtener el permiso para intentar embarazar a la mujer, las parejas debían solicitar mediante un proceso arduo y burocrático, una autorización que exigía pruebas de salud, estabilidad económica y declaración jurada de compromiso con la crianza del único heredero.

El permiso, una vez concedido, traía una presión inmensa: la pareja tenía solo dos años para concebir al niño. Si fallaban, no quedaría ningún heredero legal. Y a la muerte de los miembros del matrimonio, el estado se apropiaba de todos los bienes y riquezas, porque ninguna otra persona podía sucederles.

Cuando se perdían las riquezas de una familia, nadie asistía financieramente a los más necesitados. Los gobiernos habían agotado sus recursos y no ofrecían asistencia social, salud ni financiera a ningún miembro de la sociedad. Solo sus propias familias podían ayudarlos.

Las calles de las ciudades estaban literalmente abarrotadas. Un mar de rostros anónimos luchaban por sobrevivir en un mundo asfixiado por la superpoblación. Las viviendas eran pequeñas, la comida escasa y sumamente cara. La competencia por empleos y oportunidades era feroz. Los medicamentos y la atención sanitaria inalcanzables. En este entorno opresivo, la esperanza se convirtió en un lujo escaso para la humanidad.

La infertilidad se había extendido entre hombres y mujeres, tal vez como un intento natural y biológico de controlar la situación.

Muchas parejas ricas con permiso de concepción, anhelaban un hijo que heredara sus bienes para garantizar la supervivencia familiar, pero vivían con la constante amenaza del fracaso. Cada mes que pasaba era una carrera desesperada contra el tiempo, una lucha contra la infertilidad, el estrés y la incertidumbre. El sueño de la paternidad se convirtió así en una obsesión, consumiendo vidas y relaciones.

En un departamento lujoso, dentro de un sector privilegiado de la ciudad, la luz del sol se filtraba a través de las persianas, iluminando las caras tensas de Steve y Celine, sentados en un sofá de cuero negro.

Steve hablaba con voz entrecortada -«No puedo creerlo, Celine. Un año más y seguimos sin resultados. ¿Qué estamos haciendo mal?»-

Celine respondió llorando -«No es mi culpa, Steve. He seguido las indicaciones del doctor, he tomado todas las pastillas, he hecho todo lo que me indicaron.»-

El hombre se levantó y caminó por la habitación -«¡No me digas eso! Mi conteo salió bien. Tenemos que saber lo que pasa porque el tiempo corre. Quizás… quizás hay algo en ti que está mal.»-

Celine se levantó y enfrentó a su marido -«¡No seas cruel! No es momento para reproches. ¿Acaso tú no te has hecho otras pruebas? ¿No has ido al médico?»-

Steve bajó la mirada -«Sí, he ido. Pero los doctores no encuentran nada. Dicen que estoy sano.»-

La mujer rió con sarcasmo -«Pues me han dicho lo mismo ¡Un hombre sano y una mujer sana y no podemos tener un hijo! ¡Qué novedad! Como si no pasara todos los días.»-

El hombre perdió la paciencia mientras golpeaba la mesa con la mano -«¡Basta! No podemos seguir discutiendo así. Tenemos que encontrar una solución.»-

Agotada, la mujer optó por sentarse nuevamente en el sofá -«¿Qué solución? ¿Acaso hay una solución para este tipo de maldición?»-

Steve se sentó a su lado -«Tiene que haber una solución. Podemos ir a otro doctor, a otro especialista. Siempre existe la posibilidad de….»- No quiso terminar la frase.

Celine le miró casi con expresión de horror -«¿Tan simple… así? ¿Ya piensas en alquilar una mujer?»-


Capítulo 2: Alquiler de vientre

El mercado negro de bebés concebidos por vientres de alquiler prosperaba en las sombras, ofreciendo una alternativa desesperada para aquellos que no podían tener descendencia a través de los canales aceptados de maternidad. La subrogación de vientre estaba estrictamente prohibida, pero era un medio cada vez más usado por parejas desesperadas que finalmente no tenían nada que perder. Pero este mercado estaba plagado de peligros, con estafadoras y traficantes de mujeres que se aprovechaban de la desesperación reproductiva reinante.

El amor y la familia se veían amenazados por las estrictas normas reproductivas del gobierno. Las parejas se veían obligadas a tomar decisiones difíciles, sacrificando sus sueños y deseos personales por el bien de su familia. La vida se había convertido en una lucha constante. En un mundo donde las riquezas y los bienes eran el recurso más valioso para la supervivencia, aquellos que tenían dinero podían comprar alimentos, salud y medicamentos para los miembros menos afortunados de sus familias. Si el estado se quedaba con sus bienes, la familia entera podía desaparecer.

Sophie, una mujer soltera que no había tenido éxito, pasaba por un período difícil. Su camino profesional no había sido el deseado, y ahora se encontraba sumergida en un mar de necesidades y carencias. La simple tarea de comprar alimentos se había convertido en un desafío constante. Un giro inesperado del destino la puso frente a una propuesta inusual: la subrogación gestacional. Le habían propuesto un negocio muy arriesgado, aunque inmensamente redituable. Ahora, se enfrentaba a la decisión más significativa de su vida: convertirse en madre a través de la subrogación de vientre.

Una oportunidad que traía la posibilidad de salir de la pobreza, un anhelo que ardía en su interior y que se presentaba como una tabla de salvación. La maternidad subrogada era una encrucijada de emociones y dilemas. La idea de gestar una nueva vida, de traer al mundo a un ser humano, la llenaba de incertidumbre. ¿Era realmente lo que quería? ¿Podría asumir la responsabilidad de entregar a su hijo? Y estaba el peligro de ser descubierta por el gobierno. Las dudas la acosaban, y el peso de la decisión recaía sobre sus hombros.

Era un camino plagado de interrogantes y reflexiones. Sophie se preguntaba por el futuro del niño, por el vínculo que podría establecer con él, por las repercusiones sociales y emocionales de su decisión. ¿Y si el gobierno la descubría? Pasaría años en la cárcel. La complejidad de la situación la abrumaba, y se debatía entre el deseo de salir de la pobreza y la incertidumbre de embarcarse en una aventura compleja e irrevocable.

Sophie necesitaba tiempo para reflexionar, para escucharse a sí misma y a su corazón.

En un discreto café de una zona marginal de la ciudad, Sophie llegó a su cita con ojeras y una expresión de cansancio. El hombre que la había citado, esperaba pacientemente mientras sorbía su café. La observaba con rostro amable mientras hablaba sobre sus dificultades financieras.

-«¿Le interesaría una oportunidad para solucionar sus problemas de una vez por todas?»- Preguntó inquisitivo.

Sophie levantó la ceja con suspicacia -«¿De dónde obtuvo usted mis datos y la información?»-

-«No somos hackers, si eso le preocupa. Obtenemos la información de fuentes públicas. Y… completamos lo que necesitamos haciendo averiguaciones discretas.»- El hombre hacía un esfuerzo por explicar sin ser demasiado explícito.

-«Y… ¿Por qué me eligieron?»- Quiso saber Sophie.

El hombre hizo un gesto vago -«Es reproductivamente joven, tiene muchas deudas y no tiene trabajo… Pero sobre todo, es soltera. Nadie la espera en casa. Desaparecer unos meses no despertará sospechas.»-

Por alguna razón la mujer pensó que era lógico -«Y de qué tipo de oportunidad habla?»-

El desconocido se inclinó hacia ella, bajando la voz -«Una oportunidad que le permitirá dejar atrás las preocupaciones económicas para el resto de su vida. ¿Le suena interesante?»-

Sophie se sentía intrigada, pero cautelosa -«Depende de qué se trate. Soy una mujer honesta y no estoy dispuesta a hacer nada ilegal.»-

El desconocido sonrió aún más -«Si una ley es inmoral ¿Acaso es legal? Tranquila, señorita. Le propongo un acuerdo beneficioso para ambas partes. Pero todo acuerdo monetario tiene sus riesgos.»-

Sophie se sintió más curiosa que antes -«¿Y cuál sería ese acuerdo?»-

El desconocido se acercó aún más, susurrando -«Se trata de subrogación gestacional. Una pareja adinerada busca una mujer que pueda concebir un heredero. Ellos le proporcionarían un lugar cómodo para vivir durante el embarazo, comida, todos los gastos médicos y una suma de dinero que le cambiaría la vida.»-

Sophie se sintió atónita -«¿Subrogación gestacional? ¿Pero acaso no es ilegal?»-

El desconocido bajó aún más su voz mientras miraba a los costados -«Bueno…si, pero hay formas de hacerlo sin levantar sospechas. Tenemos mucha experiencia. Le proporcionaremos la documentación necesaria para que usted se haga pasar por la esposa de la pareja. Solo habrá un médico de por medio. Y la partera al momento de concebir. La concepción se realizará de forma natural.»- El hombre se encogió de hombros -«Para el médico y la partera será la esposa de nuestro cliente. Nadie sospechará nada, se lo aseguro.»-

Sophie preguntó -«Pero mis conocidos me verán embarazada….»-

El desconocido negó con la cabeza. -«Para nada. Usted y la pareja serán llevados a uno de nuestros departamentos. Allí convivirán durante todo el embarazo. Ni tan siquiera deben salir por alimentos. Nosotros nos encargaremos de todo.«- Sonrió con satisfacción llevándole tranquilidad.

La mujer reaccionó de pronto -«A qué se refiere con ‘concepción natural’ ?»

El hombre abrió las manos en un gesto amplio -«No podemos hacer fecundación in vitro. Muchos especialista, muchos riesgos. Usted y el hombre deben copular ‘a la antigua’. Es la única manera. Y tendrán que hacerlo varias veces hasta que quede embarazada.»-

La expresión de horror de Sophie obligó al hombre a explicar un poco más -«Mire… no somos animales. Les daremos tiempo para que se conozcan. Yo ya los conozco. Igual que a usted. Son gente agradable. Se llevarán bien. Piense en la ‘pasta'»- Hizo un gesto de contar billetes con los dedos.

Sophie se mostraba dubitativa -«No sé… Es una decisión importante y arriesgada.»

El desconocido la miró con intensidad -«Lo entiendo, señorita. Pero piense en las posibilidades. Con el dinero que recibirá, podrá comprar una casa, iniciar un negocio, estudiar lo que siempre quiso… ¡Las posibilidades son infinitas!»-

Sophie reflexionó en silencio por unos momentos -«Necesito tiempo para pensar. No puedo tomar una decisión tan importante a la ligera.»-

El desconocido le pasó una tarjeta -«Por supuesto. Tómese su tiempo. Si decide aceptar, aquí tiene mi número. No dude en contactarme cuando lo tenga claro.»-

Sophie tomó la tarjeta con recelo -«Gracias. Lo pensaré bien.»-

El desconocido se despidió con una sonrisa y se marchó. Sophie se quedó sola, con la mente llena de dudas y la tentación de un futuro mejor.


Capítulo 3: Convivencia

El departamento era un multiambiente acogedor en un barrio tranquilo de la ciudad. Sophie, aún con la incertidumbre de la propuesta del desconocido rondando en su mente, se preparó para recibir a la pareja con la que conviviría durante el embarazo. La puerta se abrió y dos figuras entraron a la sala: Steve, resultó ser un hombre de cabello largo y mirada soñadora. Celine, su mujer tenía una sonrisa cálida y unos ojos que reflejan una profunda bondad.

Sophie, que estaba sentada, les saludó nerviosa -«Buenos días, ¿ustedes son…?»-

Steve extendió su mano con una sonrisa. -«Steve. Y ella es Celine, mi esposa.»-

Celine se acercó a Sophie y le abrazó expresando cariño -«Encantada de conocerte, Sophie.»-

Sophie correspondió el abrazo -«Igualmente, Celine.»-

Steve observó el departamento con curiosidad -«Un lugar muy agradable. El señor… eh… ¿cómo dijo que se llamaba?»-

Sophie lo interrumpió -«Ah, sí. Él solo me dijo que era un amigo que buscaba ayudar a una pareja. No dio nombres.»-

Celine se sentó en el sofá -«Entiendo. Lo que haces es muy noble de tu parte, Sophie.»-

Steve se sentó al lado de su esposa -«Y dime, Sophie, ¿cómo te sientes con todo esto?»-

Sophie suspiró -«Es una decisión muy importante, y no quiero fallarles.»-

Celine le tomó la mano -«Lo comprendo perfectamente. Es normal que tengas dudas. Pero quiero que sepas que estamos aquí para apoyarte en todo lo que necesites.»-

Steve asintió con la cabeza -«Sí, Sophie. No estarás sola en esto.»-

Sophie los miró con gratitud -«Gracias, eso significa mucho para mí.»-

Las siguientes semanas transcurren en una atmósfera de armonía y confianza. Sophie, Steve y Celine compartieron historias, sueños y preocupaciones. A pesar de provenir de mundos diferentes, encontraron una conexión especial.

Steve le contó a Sophie sobre su pasión por la pintura y su sueño de convertirse en un artista reconocido. Celine le habló de su dedicación a la enseñanza y su deseo de inspirar a sus alumnos. Sophie, a su vez, les abrió su corazón acerca de sus dificultades financieras y su anhelo de un futuro mejor.

La incertidumbre de Sophie se fue desvaneciendo. La amabilidad y el apoyo de la pareja le hicieron sentir segura y cómoda. Comenzó a verlos como amigos verdaderos.

Transcurridas unas semanas, Celine llevó a Sophie a una habitación aparte, lejos de Steve. Dudando sobre cómo comenzar la charla, Celine hizo un gesto de consternación:

-«Hmm»-
Comenzó dudando -«No quiero que esto que diré suene amenazante o genere algún problema entre nosotros tres.»-

El corazón de Sophie comenzó a latir más intensamente. ¿Celine sospechaba algo? ¿Le había llevado aparte para anular el contrato? ¿El gobierno los vigilaba? La mujer había demostrado no ser una persona celosa mientras ella se acostaba con Steve. Siempre le había parecido que la actitud de Celine había sido bastante tranquila, aunque nunca se sabía.

Sophie estaba atenta a cada una de las palabras de la mujer, sin saber exactamente hacia dónde iría.

-«Después de la cena, Steve intentará seducirte nuevamente para acostarse contigo y hacer el amor.»- Ante la inquietud de Sophie, Celine trató de relajar un poco la incomodidad esbozando una sonrisa. -«Es el acuerdo. Todos lo sabemos. Ambos necesitamos que engendres nuestro heredero. Podemos dejar la timidez de lado.»- Celine tomó las manos de Sophie entre las suyas en un gesto de cercanía e intimidad cómplice.

Aclarando la garganta, y con evidente incomodidad, Celine continuó -«Sé bien que le has tomado cariño a Steve.»- La mujer dejó escapar una lágrima que secó rápidamente de la comisura de sus ojos. -«Y creo que a mí también… pero quería decirte que a pesar del trato… del acuerdo para que te acuestes con mi esposo… siento celos»-

Sophie trató de aliviar la tensión -«Es lógico, querida… lo entiendo…»-

Celine no dejó que continuara -«Pero no es de eso de lo que quería hablar.«- Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro y le miró a los ojos -«Tengo celos, solo quería avisarte. Pero el problema es otro…»-

-«¿Cuál?»-
Preguntó Sophie

-«El tiempo, Sophie. Se nos está agotando el tiempo. En pocas semanas tendremos que terminar nuestro acuerdo con o sin embarazo.»- Había angustia en el tono de voz de Celine.

Una opresión en el corazón afectó a Sophie. Durante los meses que habían estado conviviendo, se había apegado a la pareja. Realmente le caían bien.

-«No quiero que tengas miedo. O estrés. Eso podría empeorar la situación. Y no necesitamos eso… Pero tengo una propuesta para ti.»- Celine bajo la vista en un gesto de pudor.

-«¿Una propuesta, Celine?»- La preocupación previa de Sophie cedió a la curiosidad.

-«Steve y yo hemos estado casados por quince años y no hemos podido tener hijos. Es evidente…»- Celine se estrujó las manos en un gesto de nerviosismo -«No queda mucho tiempo, y deberíamos intentar todo lo posible. He pensado que si me voy del departamento y les dejo solos a Steve y a tí, quizá… podrán intentarlo más libremente. Estarían más relajados. Incluso podrían dormir juntos todas las noches y hacer el amor cuando les apetezca.»- El rostro de la esposa de Steve estaba enrojecido mientras permanecía con la cabeza gacha. Continuó con el discurso

-«Sabes que necesitamos un heredero. Es crucial. Tú eres nuestra última oportunidad. Si no lo logramos, nadie podrá heredarnos y la fortuna de nuestra familia se perderá. Muchos de nuestros parientes no tuvieron nuestra suerte y dependen de nuestras donaciones…»- Celine miró a Sophie directamente a los ojos -«Me duele, pero por ahora la fidelidad no es algo que me preocupe demasiado. Así que mi propuesta es la siguiente: tienes toda mi bendición para convivir y acostarte con mi marido. Si eso lo hace mejor, me iré para dejarles solos. Eso aumentaría las posibilidades de que Steve te embarace. Conozco a mi marido. Le gustas. Y sexualmente es muy activo. Sé que se está conteniendo por mi presencia. Si no estoy cerca, sería más… Quizá tendríamos una mejor oportunidad.»- Celine pareció desinflarse por completo. Sus hombros se inclinaron hacia abajo como si hubiera agotado toda su energía. Terminó diciendo -«Si fornicar más seguido es un problema para ti, podemos renegociar el pago…»- Se levantó como dando por terminada la conversación.

Sophie se había quedado sin nada que decir. Celine se dirigió hacia la puerta. -«Piénsalo… decide y me dices…»-

Esa noche estaba nerviosa. Con una respiración profunda, Sophie intentó calmarse mientras abría la puerta. La habitación del otro lado era acogedora. Estaba en semipenumbras y Steve había puesto música suave. Su pulso se aceleró. Sintió un cosquilleo en la parte inferior del vientre. Lo sentía siempre antes de los encuentros.

Sintió una mano rozar su piel, apartándole el cabello del cuello. Sophie jadeó ligeramente e intentó darse vuelta para ver cara a cara a Steve, pero las fuertes manos del hombre la rodearon por la cintura, la mantuvieron en su lugar y apretaron su cuerpo contra el del hombre.

-«Sophie.»- El sonido bajo y casi gutural de la voz de Steve vibró en la delicada piel de la nuca. El suave aliento masculino le envolvió mientras se excitaba. -«Estaba esperándote, querida. Todo el día esperé este momento.»-

-«Ahora estoy aquí…»- Susurró Sophie. Una ola de sensaciones comenzó a recorrerle el cuerpo mientras Steve le besaba el cuello.

-«¿Has hablado con mi esposa?»- Preguntó mientras sus manos se deslizaban por su vientre -«¿Estás de acuerdo?»-

Sophie asintió con la cabeza en silencio mientras las manos de Steve subían por sus pechos.

-«Eso nos dará más intimidad…. quiero pasar más tiempo a solas contigo… «– La voz grave de Steve sonaba con un ligero temblor ansioso.

Sophie se dio la vuelta para mirarlo a los ojos. -«Todos debemos hacer sacrificios.»- Dijo quedamente mientras se pegaba al cuerpo del hombre. Steve irradiaba un calor intenso sobre ella.

Lentamente, una de las manos del hombre la rodeó por la cintura mientras la otra se posó en parte baja de su espalda. Con un largo y prolongado beso, sus manos se deslizaron por delante de su blusa, abriendo uno a uno los botones. Sus dedos recorrieron la piel expuesta de sus pechos.

Deslizó un pulgar por la parte inferior de su labio muy ligeramente, y hundió los dedos en las profundidades de su cabello. Apretó el cuerpo contra ella mientras su mano libre se movía para acariciar los globos redondos de su trasero.

Sophie inhaló bruscamente ante el gesto íntimo. Una ola de electricidad la recorrió. Contuvo el aliento, y con su mano izquierda exploró suavemente las curvas masculinas de Steve. El hombre lanzo un suave gruñido de satisfacción mientras sentía las caricias. La blusa se deslizó hacia el piso y las manos suaves y calientes del hombre abrieron el pantalón de Sophie para que se deslizaran lentamente. Steve continuó con la ropa interior.

Después de hacer el amor, desnudos y abrazados entre las sábanas, Sophie sintió su corazón apaciguarse serenamente. Dudó unos momentos antes de preguntar:

-«Steve, cariño… ¿no es hora de decirle a Celine? En algunas semanas ya se notará mi embarazo…»-

Steve se quedó en silencio. No quería contestar.

FIN

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