De la historia de una hormiga… con corazón de León.
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– Papi Chino – Me dijo con la voz fina y sus enormes ojos café- Cuéntame los cuentos de las estrellas, y las hormigas y los buenos espíritus y las hormigas y el caballero y las estrellas, papi Chino.-
Es la noche del sábado en que cumple sus grandiosos 7 años.
Es espinoso imaginar que yo, un anciano con 90 años, puedo vivir más que él.
“El cáncer” suena, si cierras tus ojos, como un monstruo gigantesco que será destruido, en un parpadeo, con una centelleante espada, con incrustaciones de rubíes y corte perfecto, que brilla en la oscuridad y que sólo Dieguito puede partir en mil pedazos.
Definitivamente es desgarrador para un noventón negarle algo a un hijo, imagina si es un hijo, de un hijo, de un hijo…
Así que a pesar de mi torpe habla y mis lentos movimientos, me dispongo a pararme suave y temblorosamente del sillón del hospital, para acercarme a su camilla. Hay un olor intenso a los trocitos de canela que ha dejado la enfermera al entrar, la última vez que inyectó al niño.
Me siento trabajosamente en la orilla de su cama. Tomo aliento. Nos sonreímos.
- Daré un breve resumen – Jugando digo, con la voz teatral – de lo que ocurrió hace mucho, muchísimo tiempo, en un gran hormiguero llamado “Síon”. Esta es la historia de un nobilísimo caballero que habitaba entre las hormigas más trabajadoras del reino, y del amor amplio y correspondido entre él y la legendaria Dila. – Acaricio su nariz con los nudillos débiles de mis manos – ¿Dila? ¡Ah! Ella era la hija de los reyes, la princesa heredera del trono triangular, de toda enterita, la corona de su ciudad. Ilustre de corazón e inteligente con las palabras; Creció entre lujos de hojas verdes, gotas de aguas cristalinas y cantando a voces las poesías de los grillos bohemios; Así que, la primera vez que vio a León, el caballero hormiga… se enamoró de él.
León, tenía un color rojo más intenso de lo normal que cruelmente provocaba que se burlaran de él, pero en lo secreto, por ello, se sentía especial.
Lo triste es que Dila y el caballero se tenían que ver a escondidas, conversar tras las piedras y visitarse en las madrugadas, para contarse sobre cómo habían sido sus días; Y todo, porque, lastimosamente, él no era parte de las hormigas que poseían alas. Pero a León, le dolía tanto no ser aceptado, que valiente y con coraje, convocó una reunión entre los reyes, Dila y él. El caballero no tuvo que decir muchas palabras, pero cuando lo supo, la madre, Reina legítima del Rey Fernando Augusto IV… ¡se desmayó! – Abro mis ojos para exagerar la frase, y Diego ríe – De mientras, se veía al rey pensativo, analizando con sabiduría la hormiga que tenía frente a él. Después de pensarlo convenientemente, y para cumplir con ambas: Esposa e hija, el rey tomó una decisión: “No tienes alas. No tienes familia influyente · hizo una pausa · Lo único que pareces tener, es devoción hacia mi hija; Así que este es mi veredicto · Las antenas de la gentil hormiga, comenzaron a temblar · León de Sata de la ciudad de Síon, la única razón por la cual permitiría que mi hija estuviese contigo, es únicamente, si fueses un hormiga diestra para la batalla y demostraras tu valentía.
Tu prueba es esta: Debes cortar, solamente con tu espada, la cabeza de la Bestia Kron · Dolor, espantaron los ojos de Dila · Hay cinco puertas diferentes, antes de llegar a él; Cada puerta está cuidada por uno de los buenos espíritus. Deberás lograr que te dejen pasar. · El rey se paró lentamente de su trono, tomó delicadamente la mano de su reina, sonrió con honor y salieron decorosamente de la sala.
Dila corrió a suplicarle a León que no fuese, a rogarle que se quedara; pero la verdad es que era inevitable…, Diego, el amor es más fuerte que la muerte. Así que, a la mañana siguiente, el grandioso héroe de Sata, se decidió a cortar la cabeza de Kron, por el amor de su princesa.
Lo único que León puso en su equipaje fueron tres semillas, una hoja resistente y todas las recomendaciones de sus hormigas amadas, en un pequeño papel. Partió sin saber nada de lo que iba a ocurrir, y Dila quedó con la esperanza de volver a verlo algún día.
– ¡Pero espera! justo antes de salir del hormiguero, un anciano con un bastón, comenzó a llamarlo desde donde están las piedras lisas del río y al acercarse lenta pero apuradamente. Parecía querer decirle algo. León detuvo su camino… –
Creo que contar cuentos a los niños, requiere un mecanismo de saber donde detener la voz (…) y cuando continuar.
– …Cuando el viejecito llegó…
- – Como tú, Papi Chino – Me dice. Me interrumpe. Me río de buena manera.
- – Sí. Cuando el viejecito como yo, llegó a donde estaba León, le jaló una oreja y le dijo: · ¡Testarudo! Antes de partir, tienes que saber a dónde vas y cómo vas a derrotar a tus enemigos. ¿Vas por ahí sin saber qué hacer? Ven, ven acá. ·
Cuando volteé, mi niño estaba durmiendo; y yo me puse a mirar el techo,
con los ojos aligramados.
Se dormía muy pronto hacía un mes.
Yo quemé con mi mirada el paisaje de la ventana, y los movimientos de las plantas me ronronearon al oído.
Un par de hojas verdes cayeron.
«…espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.
Vida, los pobres
poetas
te creyeron amarga,
no salieron contigo
de la cama
con el viento del mundo.»
Pablo Neruda
– …Papi Chino, Papi Chino. – Escucho entre un tono agudísisimo y murmullo. – Despiértate jeje.
– ¡¿Eh?!… ¡¿Eh?!… – Me despierto gruñendo, casi. Embotellado en un sueño de 5 horas. – Pero ¡qué rayos!… A los viejos no se les…
– Papi Chino, que te despiertes ¡que te dormiste por 20 minutos!
– Mm… – Ya vale, he dormido casi nada. El ambiente está templado dirigido más a un frío de comienzos de Noviembrillo. – ¿Y tu Papá?
– Viene ya. – Me van a dar el Jarabe que me gusta; de eso tenía cara. – Y ya me toca, jesús mío, mi día favorito de la semana.
– Sí, sí. – Me paro suavemente, voy a la ventana; pero no sin antes intentar sacarle la lengua a Dieguito. Lo logro. Le paso la mano por el cabello, y lo despeino.
Un poco se le cae . me mira y se ríe a carcajadas.
Me río, miro la ventana.
Estoy aquí.
Me sorprende la puerta cuando suena para entrar, el ruido en la espalda. Mi nieto.
Me pongo a pensar en Sión. En Dila… En la espada… en el logro, en la hormiguita. En León.
– León – Le llama Mi nieto a su hijo – ¡Te tengo tu regalo de 7 años, niño mío!
Como has sido una buena hormiguita y has trabajado mucho éste año, te voy a regalar ¡Un video juego portátil! ¡Con controles versátiles! – Lo saca desde detrás de él. Lo muestra con esmero. Mucho.
– ¡Eeeeeeeeeeeeh! – Celebra Diego. No es que sea un fanático, pero le gustan las cosas eléctricas. -¡Ya voy a jugar sin pedir prestado!
– Oye… no me dejes en verguenza. No. – Dice el papá a Diego. Qué verguenza, lo único que pienso es en lo que está pasando. Mi nieto me mira divertido. Es de noche y me toca beberme las pastillas.
– Es tarde y te tocan las pastillas. Voy a llamar a Laurensiy. – Me sonríe. Es un muchacho; Intento consolarlo con la mirada.
– Sí… lo espero, … la espero. – Me siento otra vez, es agotador estar parado, miro la decoración; son colores pasteles, y dibujos de crayola con esmero.
No se hace esperar, como siempre.
Mi querida y un poco prepotente Laurensiy, la tía de mi nieto, mi Hija.
Se vino, se acercó me dió agua y pastillas.
– Aburridas pastillas – Digo en voz alta y le sonrío por una rendija a Diego.
Él se ríe de vuelta.
– Gracias Dila. – Respondo bajito a mi hija.
– Dila… ¿Dila? ¿Mi nombre de pila? – Y sonríe.
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