Testimonio de un nini

Testimonio de un nini

Pepe

20/04/2018

«Ni trabajan ni estudian, así de contundente debe entenderse. Eso significa la palabra ‘nini’. A partir de ahora, así se les denominará a esos jóvenes que no hacen nada productivo para la sociedad». Desde su creación en 1999 en Reino Unido para comprender esta situación, la culpabilización hacia los jóvenes se ha propagado y justificado entre las grandes potencias y sus subordinados países.

Mi nombre es José, soy mexicano y me encuentro en esos márgenes que me designaron desde hace poco tiempo; poco antes de ser mayor de edad, después de concretar mis estudios universitarios.

A mí me encanta estudiar. Absurdamente durante mis estudios básicos y medios superiores lo detestaba. No había mayor trascendencia: «es estudiar sólo para conseguir trabajo, qué flojera. Si el sentido de estudiar es ese, ¿para qué necesito estudiar historia, ciencias sociales, geografía, literatura y otras asignaturas más que pueden ser prescindibles? Si los trabajos que hay son para administradores, contadores, abogados, mecánicos, vendedor de frutas, verduras, carnes, comerciantes…»

Ingenuamente estudié sociología. Soy alguien dedicado a las ciencias sociales y humanísticas. Me recibí con Mención Honorífica. A los dos años estudié la Especialidad en Procesos Culturales de Lecto-escritores y también fui graduado con la misma Mención.

Sin embargo, después de concluir el último grado comencé a trabajar como mesero en una taqueria para el negocio de mi tío-abuelo. El sueldo es poco pero sirve para sostener los gastos básicos. Aunque, en el fondo de mi corazón y dolor, me considero nini.

No soy productivo para la sociedad. No menosprecio el trabajo de nadie. Ser mesero requiere de atención, paciencia, rapidez y tolerancia a los compañeros como a los clientes. Mas soy sociólogo.

Trato de mantener la mirada sociológica en el trabajo, pero resulta difícil cuando medio mundo ordena sus tacos y los únicos temas de conversación son sobre cantinas, cervezas, desmadre y traseros de mujeres. Escucho, observo, analizo y concluyo. Por eso digo que trato de continuar con la formación que tanto amo, aunque a veces me coma el ambiente.

Me gustaría estudiar filosofía, alguna maestría y seguir investigando, pero ganando algo de efectivo y no como mero hobby por falta de recursos.

Los sueños se disuelven ante el frenético paso de la realidad: «¡qué farsa más grande esa película de en búsqueda de la felicidad! El mensaje de el club de la pelea es más sincero. Que si no», suelo decir cuando me frustro.

Ni sé si es culpa del sistema, si es la mala fortuna, si somos las personas quienes nos rendimos tan pronto, si es que Dios así lo quiere, si es porque los intelectuales están en contra o a favor de los mecanismos, porque así lo dice la televisión, porque los políticos no hacen su chamba, porque los empresarios dominan el mundo o si es una mezcla de todo, quien sabe. Hay gente que ha dedicado su vida entera a investigar sobre este asunto y no mas no se encuentra el meollo del problema. Yo soy uno de ellos, aunque no con tanta dedicación.

Los informales, donde también pertenezco, son aquellos que estamos fuera de la ley, formamos parte de las estadísticas y somos la traba en el asunto del progreso. Inexistentes a la seguridad laboral, inservibles ante las organizaciones mundiales, mendigos activos de la economía nacional e internacional. Así de complejo es todo el tópico.

Un día, mientras movía las rejas de botellas vacías y las bolsas de basura, cuando la jornada había terminado, un mudo se acercó para preguntar si aún podía comer sus tacos; improvisando y con la falta de experiencia, traté de decirle que era tarde, que estábamos a punto de cerrar. Él me entendió y agradeciendo se marchó. Ese día, en ese momento, me cansé. Ya no quería trabajar más ahí. Hablé con mi tío y le comenté que no regresaría, que acababan de llamarme para otro trabajo menos exigente y mejor retribuido. Me felicitó y no volví. Todo era mentira para safarme del lugar.

Al día siguiente retomé la práctica de leer y escribir. A diario leía y escribía burdamente, sin tanto sentido y objetividad. Solo quería dedicarme a esta enmienda.

Desde entonces me adjunto este oficio: de leer y escribir.

Me han publicado en dos revistas de sociología para la Universidad Autónoma Metropolitana; en una revista de opinión en dos ocasiones; y me han oficiado para ser corrector de estilo en algunos trabajos preparatorianos donde me pagan por cuartilla. Además doy asesorías a estudiantes y a uno que otro profesor de dicho nivel educativo.

A veces vuelvo al negocio de mi tío para apoyar, para no olvidarme. Espero ingresar a gobierno muy pronto para trabajar o ingresar a alguna maestría para seguir preparándome, hay opciones.

No sé a dónde me lleve esta lucha, pero seguro que solo luchando uno puede tratar de cambiar; porque entre más me busco, más me encuentro y me conozco, y al conocerme, trato de cambiarme para cambiar lo que conozco, lo que me rodea… Porque los ninis tenemos dos opciones: acatar lo dictado o acatar lo que dictamos para nosotros, nuestros deseos…

Y aunque el ser nini sea algo improductivo, sigue siendo nuestro trabajo, trabajo que existe por la falta de trabajo, trabajo que nos define para no seguir esperando y dejar de hacer esperar a quienes creen que somos el atraso del retraso.

Como escuché del enorme disco Oficio sin beneficio de Jaime López:

Esta es una historia simple típica de este país

Jóvenes que están vagando y no piensas en surgir

Dices que no hay trabajo porque no vienen a ti

No sabes que sin trabajo tú nunca podrás surgir…

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