Camilo y Camila en la Playa

Camilo estaba jugando en la playa, construyendo castillos de arena. Estaba muy contento, ya que le encantaba la playa y el sonido del mar. Sin embargo, Camilo tenía miedo a las olas. Una vez, mientras observaba la puesta del sol en el horizonte, una ola llegó lentamente hasta sus pies y lo hizo saltar del susto. «¡Ay, qué frío!», gritó.

Por otro lado, estaba Camila. Ella no tenía miedo a las olas, al contrario, le gustaban. Cada vez que una ola venía, ella saltaba y chapoteaba sobre ella. 

Mientras Camilo jugaba con la arena, Camila jugaba con unos caracolitos que había encontrado. Todos estaban tranquilos jugando, cuando de repente…

—¡Oh, una ola de mar! —gritó alguien.

Inmediatamente, Camilo se puso de pie y comenzó a correr, diciendo:

—¡Qué miedo, qué miedo, ay, ay!

«Tranquilo, tranquilo», le decía Camila, agarrándole fuerte las manos. «No tengas miedo, las olas del mar no hacen nada, son refrescantes y divertidas. Ven, no tengas miedo».

—¡No, no, ay, tengo miedo! —repetía Camilo.

Camila insistía:

—No, Camilo, no tengas miedo. Observa, ahí viene otra ola.

—¡Ay, qué miedo, otra ola no! —decía Camilo.

Entonces, Camila lo sujetó aun más 

fuerte de la mano y lo llevó más adelante, a la orilla del mar. Camilo temblaba de miedo y cuando la ola llegó hasta sus pies, dijo:

—¡Uy, qué frío, qué frío, uy!

Camila, en cambio, saltaba y chapoteaba sobre el agua. Al verla, Camilo le preguntó:

—¿Tú no tienes miedo a las olas?

—No —respondió Camila—. Las olas son divertidas y, además, son refrescantes. Vamos, Camilo, ven, salta conmigo. No tengas miedo, las olas no hacen nada.

Camilo se armó de valentía y poco a poco comenzó a saltar. Primero saltaba despacito, luego más fuerte, y luego más y más fuerte…

—Ya ves, Camilo, estás saltando sobre las olas del mar. ¿Ves que no hacen nada? Son divertidas y refrescantes.

«Sí, sí», decía Camilo mientras saltaba. Camilo se había vuelto valiente.

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