Aquel día en que esa pequeña semillita ancló sus raíces en mi interior, firmemente, fui extremadamente feliz. 
Después de tantos intentos, 
Después de muchas pérdidas, 
Por fin podré escuchar esa voz aguda reír, llorar y llamarme “mamá”. Observaré como se maravilla al descubrir la efímera esencia de la vida misma. Finalmente podré entregar todo este amor que llevo tantos años acumulando en mí… Y es que, a mis 40 años, recién puedo anunciar con una inmensa alegría mi primer embarazo. 
Así, pasaron 9 meses. 
Al contrario de la tranquila gestación que cursé, el parto fue complicado, frustrante, angustiante, sangrante y muy doloroso. Sin embargo, lograron extraer a mi bebé.
Era hermoso, pequeño y frágil. 
Cuando me lo entregaron supe inmediatamente que debía protegerlo. 
Eso es lo que llevo haciendo desde que nació; lo cuido muchísimo, quizás demasiado. Lo amamanto, lo mudo, lo lavo, le cambio su ropa y le canto sus canciones de cuna. Es un bebé muy tranquilo, solo le gusta descansar y jamás lo he escuchado sollozar. 
No dejo que nadie ingrese a la casa, no permito que nadie lo toque y que nadie lo vea. 
Él tiene su propia habitación, contigua a la mía, es un cuarto pequeño que adapté hace años. Pinté sus paredes de un tono cálido pastel, lo llené de peluches y juguetes. Entre ellos, al centro del cuarto, coloqué su cuna, en la cual duerme mientras lo vigilo toda la noche.  
Tengo que quedarme con él, las moscas lo molestan mucho si me aparto. 
A veces su manta se llena de gusanos, y cada día que pasa, ciertas zonas de su piel tienden a imitar el color del moho de las paredes. 
Su cuerpo se vuelve cada vez más frío, delgado y las extremidades rígidas. 
Sí, lo sé.
Es muy frágil, por eso debo seguir cuidándolo. 
Si alguien lo llegase a ver
Le harían daño,
Me lo querrían quitar.
Así que,
Solo yo tengo permitido estar a su lado y protegerlo, aunque deba encerrarlo bajo llave para siempre; aunque deba enterrarme bajo tierra con él. 
Todos los que acechan detrás de mi puerta no lo comprenden. 
Es mi único hijo. 
Aunque no llore, no coma, no ría y su piel se caiga a pedazos, 
Él se quedará, 
Eternamente a mi lado. 
 

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