No transcurrió mucho tiempo para que ambos recobraran la compostura del susto anterior, de todas formas, no era como si pudieran tomarse el lujo de despilfarrar los segundos para apaciguar el desacostumbrado latir de sus corazones. Oliver tomó la mano de Mallory y emprendieron paso hacia la última puerta; una pieza empotrada en la oscuridad cuyo color escarlata hacía remembranza a toda la sangre derramada por los muertos. El médium giró el picaporte, e inmediatamente después de abrir la puerta, una fuerza invisible lo tiró con brusquedad hacia el interior de un sótano aterradoramente ensombrecido.
Oliver no fue capaz de reaccionar, pues de improvisto, se halló aprisionado contra un ente maligno que le rodeaba el cuello con manos mugrientas, apretándole la garganta con el fin de asfixiarlo hasta la muerte. Sus vestiduras negras y raídas desprendían un olor putrefacto y su rostro cubierto por un velo negruzco se retorcía de satisfacción mientras Oliver sacudía su cuerpo desesperadamente en un intento por deshacerse de su agarre; sus ojos pronto se humedecieron y por su boca se expulsaban quejidos entrecortados. Sin embargo, fue la sonrisa macabra que curvaba los labios del espíritu la que le hizo recordar de quién se trataba; nada más y nada menos que de esa criatura que no desaprovechaba ninguna oportunidad para tratar de arrebatarle el alma.
—¡Aléjate de mí, engendro! —Oliver escupió, pero en seguida comenzó a sentir que iba perdiendo energía, la muerte comenzaba a ceder.
Por otro lado, Mallory había quedado atrapada en el lado contrario de la puerta. Solo podía escuchar los lamentos de su hermano en tanto giraba el picaporte con la angustia resbalando por sus manos. Sin éxito alguno, decidió golpear la puerta usando sus puños y el peso de su cuerpo, pero la condenada seguía sin abrir.
—¡Oliver! —exclamó, la desesperación salpicada en su saliva—. ¡Oliver tú eres más fuerte que él¡ ¡Tú estás vivo, recuérdalo!
El médium escuchó las palabras de su hermana, y justo antes de perecer, le dedicó una mirada furiosa al espíritu maligno. A continuación, le agarró del cuello mientras se levantaba del suelo y siguió luchando por su vida.
—¡Yo soy más fuerte que tú! ¡No me matarás hoy!
El espíritu finalmente lo soltó, mostrando una expresión de molestia al mismo tiempo que se fundía con las lenguas de la oscuridad. A pesar de que aquella había sido una victoria, Oliver sabía que regresaría por él.
—¡Liv!
Mallory corrió a su encuentro tan pronto como la puerta se abrió. Abrazó a su hermano una vez más y prosiguieron su camino con total determinación.
Luego de caminar durante un tiempo indefinido en el cruel vacío del más allá, los hermanos Winchester llegaron a una especie de palacio antiguo. La ornamentación, los restos de lo que algún día fueron muebles, el techo y las escaleras; absolutamente todas las cosas materiales en ese lugar estaban bañadas por un desvaído color rojo que permitía la entrada a las sombras y a la oscuridad. A lo lejos, se alcanzaba a escuchar una ópera cuya soprano les erizaba la piel.
—Este es el lugar, Baku vive aquí —enunció Oliver.
—Debe de estar cerca.
—Mantente alerta, y cuando yo te diga, te ocultas detrás de esa pared. Trataré de matarlo con mi luz dorada.
—¿Puedes hacerlo otra vez?
—…Eso espero.
El suelo crepitaba debajo de sus pies, el aire que se respiraba resultaba pernicioso para sus pulmones: azufre. Cuando estaban por adentrarse a una de las cámaras, en lo más alto del recinto, apareció el cuerpo de una mujer suspendida en el aire. Lucía un vestido blanco y sus largos cabellos castaños bajaban por sus hombros, pero lo que le brindaba un aspecto aterrador eran sus ojos deshabitados y salidos de su órbita.
En ese momento, la mujer levantó un cuchillo que sostenía en su mano y comenzó a clavárselo en la garganta una y otra vez; la sangre salía a borbotones a la par que ese inquietante sonido de la perforación de la piel se inmiscuía en lo más recóndito de las entrañas de los hermanos. Cuando hubo terminado, sus ojos no cambiaron en lo más mínimo al contrario de su boca que se convirtió en una sonrisa siniestra.
Los hermanos permanecieron petrificados ante la perturbadora escena. Sus músculos estaban tiesos, transformados en piedras colosales. A continuación, la mujer descendió de forma abrupta, y cuando se estrelló contra el piso, ya había dejado atrás su apariencia femenina para dar paso a su verdadera esencia: un demonio horroroso con la piel chamuscada y las extremidades perforadas. Sus encías estaban ocupadas por dientes filosos como los de una piraña, además de tener garras en lugar de uñas y pezuñas en lugar de pies.
—Mierda.
Mallory se aferró al cuchillo de ruby, podía percibir la malignidad emanando desde Baku.
Tras varios movimientos casi imperceptibles, el demonio se acercó a los hermanos y de un solo golpe sacó volando el cuerpo de Oliver que fue a colisionar contra una de las paredes, su espalda se desplomó y cayó inconsciente entre el polvo y la oscuridad.
—¡Oliver!
Mallory quiso correr a ayudarlo, pero Baku se lo impidió al momento de estrellarla contra un pilar, provocando al mismo tiempo que el cuchillo resbalara de sus manos.
—Hermanos Winchester…los he estado esperando—siseó el demonio entre gruñidos, apretando el cuello de la caza demonios—. Pero tú, Mallory… tú siempre has sido mi preferida.
Mallory luchaba con todas sus fuerzas, mirando un par de veces hacia la dirección donde se hallaba el cuerpo de su hermano aún inmóvil. Tenía que hacer algo para liberarse de las garras de Baku y terminar así esa pesadilla. Entonces, recordó que traía consigo un pequeño amuleto que contenía agua bendita. Lo sacó y quebró fuertemente contra el rostro de Baku, haciendo que la soltara en ese instante a lo que Mallory aprovechó para correr por el cuchillo. Pero el daño no había sido suficiente para retrasar al demonio, pues este ya la había sujetado de los tobillos, haciendo que cayera de bruces.
—Usaré tu cuerpo para salir de esta prisión. Te quedarás aquí por toda la eternidad, tú y tu asqueroso hermano.
Baku reventó entre risas escalofriantes mientras cubría con su mano huesuda la cabeza de Mallory. Si él lograba someterla a un profundo sueño, entonces nunca lograrían regresar a casa. Y no solo eso, un demonio altamente poderoso quedaría libre.
En medio de una oleada de emociones y de un agotador sobreesfuerzo, Mallory extendió el brazo lo más que pudo. Sus dedos apenas rozaban la empuñadura del cuchillo, por lo que se estiró un poco más hasta que sus fibras musculares gimieron de dolor. Pero logró casi lo imposible, y tan pronto como cogió el cuchillo, se dio media vuelta para clavarlo en el rostro de Baku.
El demonio retrocedió entre lamentos mientras se cubría la cara y expulsaba gruñidos iracundos. Fue en ese preciso instante que Oliver apareció apoyado en una sola pierna, levantó el brazo hacia el demonio y gritó con fuerza hacia su hermana:
—¡Ahora, Mal!
Mallory comprendió la señal y sin pensarlo dos veces, echó a correr hacia la seguridad de la pared más cercana. Lo último que vio antes de cerrar los ojos fue el destello de esa luz dorada que le transmitía una fugaz sensación de paz. Luego, todo quedó en silencio durante un par de segundos hasta que sintió una mano sobre su hombro.
—Debemos irnos ahora —Oliver declaró. Un flujo de sangre caía por su sien—. Baku está herido, pero no ha muerto, sigue siendo una amenaza.
Abrazados, sin soltarse el uno del otro, los hermanos salieron de ese infierno y esperaban nunca tener que regresar. Habían logrado debilitar al demonio, y probablemente necesitaría un sinfín de inquilinos durmientes para alimentarse de sus almas y así fortalecerse, pero ellos se asegurarían de que nadie volviera a poner un pie en esa casa.
1 semana después
Mallory colgó el teléfono junto con un suspiro cargado de alivio. Su consternación había desaparecido casi completamente al saber que los Miller ya habían encontrado un nuevo lugar para vivir. La cuestión era que, mientras los demonios y espíritus malignos existieran, la flama incandescente de un pesar ansioso siempre la acompañaría por las noches más frías.
—¿Todo bien?
Oliver preguntó cuando la vio recargada sobre la pared en un estado absorto.
—Sí, era Paula. La mudanza fue un éxito.
A ambos aún se les notaban las costras secas y moretones púrpuras en todo el cuerpo. Una nueva cicatriz para una nueva historia que contar, pero por el momento, los dos habían decidido tomarse unas pequeñas vacaciones de todo lo sobrenatural. Necesitaban alejarse de todo contacto maligno.
Cayendo la noche, Oliver fue víctima de una horrible pesadilla que empapó sus sábanas de su pegajoso sudor y acrecentó el palpitar de su corazón. Vió imágenes aterradoras sobre un cuarto para bebés cuyas paredes estaban ensangrentadas, ojos amarillentos con la pupila hecha una rendija tal cual serpiente, cientos de brazos y manos ennegrecidos luchando por escapar de la oscuridad, la mirada asustada de un pequeño niño rubio que se apoyaba sobre el quinto peldaño de una escalera plegable.
Al despertar, la angustia se le había quedado atorada en la garganta, dificultándole la respiración, por lo que debía boquear de una forma desesperada para llevar el aire a sus pulmones. Cuando logró recobrar la compostura, rápidamente encendió la luz de su lámpara de noche, y mientras escribía en una libreta las imágenes de su visión, una llamada telefónica ingresó a su celular.
Oliver cogió el teléfono y se lo pegó a la oreja, sus nudillos se habían puesto blancos por la presión con la que sostenía el aparato.
—¿Diga?
La voz le salió rasposa.
—¿Hablo con Oliver Winchester? Necesito que me ayude, por favor, mi hijo… —la mujer al otro lado de la línea comenzó a gimotear—. Mi hijo fue poseído por un demonio.
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