Todo está oscuro y en completo silencio, de las paredes se cuela un aire denso y repulsivo. Había tanta bruma en el ambiente, que su pesadez  impedía el ingreso de toda fuente de  luz.  Javier está ahí, sentado en ese lugar desprovisto de toda calidez humana. Su mirada taciturna se pierde entre los barrotes de la celda seis. Allí donde sus compañeros ven la ansiada libertad, el contempla el preciso momento que lo trajo a este deprimente lugar.

“…Estaba jugando videojuegos en mí habitación. Tenía la música a todo volumen. No quería escuchar la discusión de mis padres. Sin embargo, después de unos minutos, oí un grito desgarrador, parecía la voz de mi mamá. Corrí asustado. Cuando llegué vi una escena aterradora,  me congele en menos de un segundo. Sentir que el mundo se desmoronaba era poco comparado al mar de conflictos emocionales que viví en esos momentos. Mi madre, tirada en el suelo, con moretones y con restos de sangre en su vestido. Mí padre estaba a su lado, con una embriaguez típica de todos los fines de semana. Llevaba  los puños muy cerrados, y la respiración entre cortada. En el rostro de mi padre, se dibujaba enojo y confusión al ver lo lejos que había llegado.  No pensé dos veces y me abalancé contra él. Lo que estaba evitando que pasará en un inicio, de todos modos pasó. Desate toda mi irá contenida con aquel hombre, que tirado en el suelo yacía inconsciente.  Lo último que recuerdo es a los policías en mi casa. Esposándome al ver golpeando el cuerpo inmóvil de mi padre. A mí me llevaron a la comisaría, mientras tanto, a papá y a mamá los llevaron a un hospital comunitario…”

Revivir todos esos momentos fue mucho para Javier, quien seguía mirando aquel punto fijo invisible, detrás de aquellos barrotes que lo mantenían preso. La evidente frustración que lo carcomía es clara. Fue víctima de las circunstancias y su respuesta impulsiva lo llevó a prisión. Sin embargo, está más preocupado por su madre que por su propia situación.

En ese momento Javier es interrumpido por la presencia de un caballero alto, de tez clara, y esbelto porte, quién vestía un impecable traje de  saco y corbata. Aquel hombre se  dirigió hacia él, y a penas lo reconoció le dijo:

“¿Señor Javier?” -pregunta una voz detrás de los barrotes. “Vine hasta usted para poder informarle acerca de su situación actual. Aunque usted no me conoce aún, conozco muy bien su caso, y siento con mucho pesar todo el infortunio que está viviendo. Si bien es cierto que lo encerraron preventivamente hasta que uno de sus padres despertara y pueda declarar lo ocurrido. Me veo obligado en informarle que su padre ya despertó. Y al enterarse de todo lo que pasó, vio una oportunidad para librarse de todos los cargos. Su padre ya declaró señor Javier, y lo hizo en su contra, le atribuyo toda responsabilidad de lo ocurrido ese día. Así que usted ya no está aquí más por prisión preventiva, si no por una denuncia de intento de homicidio, de parte de su padre.”

Un incómodo silencio se apoderó del lugar, y la densidad del aire, que ya era pesada, se intensificó aún más. La cabeza de Javier daba vueltas.

“Pero… ¿Qué me está diciendo? ¿Homicida yo?” añadió el desafortunado joven.

“Mi propósito con usted solo son dos cosas, señor Javier. Primero, comunicarle su situación actual. Y segundo, hacerle saber que cuenta con mi apoyo como abogado para ayudarlo a salir de aquí…” -respondió el misterioso señor.

Javier lo miró extrañado, escaneándolo con la mirada. Luego exhaló y respiró hondo antes de decir: “Si yo no hubiera sido tan impulsivo, nada de esto hubiera pasado…” -El abogado lo interrumpió.

“Aunque es cierto que nada de esto es favorable para usted, le sugiero una nueva perspectiva a su planteamiento de los hechos que vivió. A pesar de que sea acertado decir que, dejarse llevar por sus emociones no fue la mejor decisión, si usted no hubiera intervenido, posiblemente nada  en su vida hubiera cambiado. Es verdad que no estaría en prisión, pero ¿qué es mejor, joven Javier? ¿Estar aquí en esta celda, o estar en manos de un hombre que no le importa su familia, a tal grado de dejar inconsciente a la mujer que dice amar? Además, si usted no estaría aquí, su caso no estaría bajo la mira de todos los policías de esta comisaria, y usted, junto a  su madre, seguirían sometidos bajo el poder autoritario de ese hombre a quién llama papá.”

Después de años viviendo con un padre abusivo, aquel joven finalmente encontró una salida. Una luz de esperanza bastó para que olvidara su situación en ese momento. Tenía ante él la oportunidad de no solo salir de prisión, sino también de librarse de su padre de una vez por todas.

“Dígame, señor…”  -nuevamente lo interrumpe el misterioso abogado. “Llámame Joseph.”

“Señor Joseph, ¿cómo puedo hacer que la situación se invierta y sea mi padre el que esté en esta celda?”

“De eso no te preocupes, estoy aquí para ofrecerte mis servicios, y garantizarte,

que a partir de ahora todo va a cambiar.”

A penas el abogado dijo aquellas palabras, desapareció entre la densa niebla de aquel lugar. Al mismo tiempo, está misma se iba disipando de a pocos, dando un aspecto menos desalentador al espacio. Javier percibió una ligereza en el ambiente. Y aunque extrañado por la misteriosa conversación con aquel sujeto, se dio cuenta que incluso en el lugar más oscuro se puede encontrar un poco de luz, y esperanza.

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