Cuando ella gritó que se largaba para no volver nunca más y tiró la puerta de salida, Simón pensó que era un “arranque” más, uno que se le pasaría en un par de horas, a la sumo, porque así había sido desde que la conocía.

¿Y tú, qué vas a hacer? Le increpó el dueño de la panadería luego de sobreponerse a la reacción de su trabajadora estrella.

Simón divisó en silencio a su jefe y el marco socavado de la puerta; luego de calcular el porcentaje de participación que seguramente tenía ella con sus tiradas de puerta en la degradación del acceso posterior del local, se confirmó a sí mismo que sí, que en dos horas, o antes, ella volvería con una taza de café o un vaso de refresco en la mano y con cara de no querer hablar con nadie; sin embargo, cuando volvió la vista hacia la mesa de amasar se dio cuenta de que la despedida había sido en serio, que esta vez no habría ninguna reconciliación.

El jefe permaneció unos segundos más y se retiró quizá pensando en una respuesta que le resultaba obvia.

Simón se acercó a la masa inconclusa y la revisó desde la distancia, luego miró el horno y el resto del espacio, que no era tan grande con ella a su lado. El ruido de afuera comenzó a llegar sin ningún tipo de filtro indicando que casi todo seguía con total normalidad.

En la lista que estaba en una esquina de la mesa se detallaba la cantidad y el tipo de panes que aún faltaban por hacer, la agarró, la detalló y la regresó a su sitio. Lavó sus manos, se acomodó el delantal y empezó a amasar la masa. El olor del pan vociferaba su punto e impregnaba cada rincón mientras él la recordaba a ella tratando de diferenciar los distintos olores colocándole el nombre correspondiente a cada uno, tal como ella le había enseñado cuando él ingresó a la panadería para atender a los clientes: andino, canilla, uña de gato…

Quizá todo había sido culpa de él, no debió quedarse callado, tal vez solo… ¿por qué todo tenía que ser tan complicado? ¿Acaso ella tenía razón y él era un cobarde que no sé atrevía a contradecir a su jefe?

Las manos se movían en la masa con mesura, pero firmes. “A veces tienes que imaginar que es el cuerpo de una mujer, ¿sabes? Imagina que me das un masaje”, le había dicho ella en una oportunidad con una sonrisa, esa que ya comenzaba a extrañar. Una lágrima cayó en la mesa, la observó y luego se secó los ojos con la manga de la franela. No, ella no estaba enterada de que él ya tenía rato imaginando que le daba un masaje e incluso más que eso; quizá tampoco sabía que ella era la única razón por la que se apresuraba a llegar temprano y que su amor por el pan era gracias a ella, pero tal vez esto último sí lo conocía, pues había sido su maestra.

¿Cuánto te falta? Interrogó el jefe en un tono diferente, pero con la misma exigencia.

Acabo de comenzar, ¿por qué?

Nos hace falta pan afuera. Apúrate con eso, por favor.

Ok.

“Sabes, soy del pensamiento de que las personas somos como los panes. Incluso el sabor nos cambia dependiendo de las condiciones de almacenamiento, ¿sabes a qué me refiero, cierto?”, él le respondió que sí, aunque en el momento no tenía muy claro a lo que se refería. Pero ahora lo entendía muy bien. Ahora, cuando ella no estaba, comenzaba a comprender varias cosas; para empezar, que su jefe seguramente era un pan canilla con varios días de elaboración, la única forma de pasarlo era rallándolo y combinándolo con otros ingredientes para hacer una torta de pan. Aunque si lo pensaba bien, ya no sería la misma persona, así que debía decidir si buscaba la manera de comerse ese pan así como estaba o simplemente lo hacía a un lado.

Seguramente, ella era un pan integral, puesto que no revolucionaba la sangre de los demás, sino todo lo contrario, siempre estaba aportando algún nutriente, como a él. Aunque algunas veces parecía más un pan chili que otra cosa. Aun así, siempre tenía razón, gozaba de la venia de decir las cosas con el tono justo, en el momento y a la persona correcta, no como él, que nunca sabía cuándo ni cómo decir las cosas; de no haber sido así, a lo mejor ya tendría la seguridad de conocer si ella le correspondía o no, de saber si no eran más que elucubraciones de él.

Probablemente, él era un uña de gato, pues solo era reconocible como tal cuando estaba en el grupo, ya que estando solo era simplemente un pan dulce, uno más de los tantos miles de panes dulces que puedan existir en las panaderías, sin nombre propio.

Si no te mueves no vas a terminar nunca. Interrumpió el jefe.

Simón reaccionó y retomó el movimiento de la masa. El jefe trazó un gesto de insatisfacción y abandonó el lugar. Las manos continuaban moviendo la mixtura, estirándola de un lado a otro con un propósito definido. Era lamentable que solo haciendo pan supiera hacia dónde apuntaban sus pasos, del resto… Comenzó a llorar otra vez, sus lágrimas se combinaban con la mezcla mientras su memoria buscaba un sitio seguro, cual si fuera Joel Barish, pero no para evitar el olvido, sino para encontrar un recuerdo donde no fuera la persona pusilánime que era en la actualidad. Sí, eso era, un cobarde que estaba dejando ir a su posible amor por no hacerle frente a un jefe desconsiderado, que solo pensaba en lucrarse sin importarle las vicisitudes ni la salud de sus empleados.

Dejó la masa en su punto y comenzó a moldear los panes. Empezaría con los sencillos primero y luego ¿podía un pan dulce común y corriente convertirse en un pan de coco, al menos? Él sabía muy bien que no, que existen algunas cosas que no tienen retorno; sin embargo, sí podía formar parte de otra cosa, y no tenía que ser necesariamente un grupo; si unía su constitución con la de ella tal vez podía surgir algo distinto, algo como un pan dulce integral; aunque realmente no llegara a ser del todo integral, iría hacia esa dirección, a una que por primera vez tomaría con conocimiento de causa.

Se quitó el delantal y caminó hacia la puerta.

¿Para dónde vas? Esos panes no son suficientes.

Haré lo que debí hacer desde hace rato.

¿Y quién se supone que hará los panes? Para eso les pago.

Páguele a otro. Hasta luego.

Tiró el delantal a un costado y salió, asegurándose de tirar la puerta como ella.

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