Mi abuelita Palmira hace el pan más rico de todo el mundo, ¡y hasta me enseñó a hacerlo! Dice que cuando crezca seré un cocinero estupendo, así que con su bendición, vengo a compartirles su receta.
Lo primero es hacer un hueco en la harina y echarle agua tibia. Yo sé más o menos a cuánto debe estar porque toco las manos de mi abuela, pero como no la conocen (qué lástima), pueden hacerlo a ojo.
Mi abuelita dice que hay que agregarle levadura en polvo y sal, y que nunca, pero nunca, se debe amasar con máquina, porque pierde la magia. Yo creo que tiene razón, porque nuestras manos son como poderosas y no usarlas sería como ser un superhéroe sin hacer nada. ¡Qué aburrido, ¿no?!
Amasar con mi abuela Palmira es genial porque siempre cuenta historias re divertidas. A veces las repite, pero a mí no me importa, las escucho igual. La semana pasada me habló de cuando ella y Doña Renata eran jóvenes. Se escondían detrás del mostrador de la panadería y fingían que buscaban baguettes, pero en realidad se decían que se querían mucho. No sé por qué no las dejaban, pero no hace falta que lo sepan ustedes.
Extraño hacer pan con ella. No la veo hace rato, porque se fue de viaje a Italia y estoy esperando su llamada. Tal vez podría preguntarle a Doña Renata, pero mi mamá dice que cuando vinieron los militares a Argentina, ella se fue lejos y no volvió. A veces los adultos hacen eso, ¿no?
Bueno, ya me distraje. Les quería contar la receta, pero mi abuela se me vino a la mente y me dio un poco de tristeza. Ojalá que vuelva pronto y podamos amasar juntos otra vez.
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