RECUERDOS INOLVIDABLES EN EL RINCÓN DE MI MEMORIA

RECUERDOS INOLVIDABLES EN EL RINCÓN DE MI MEMORIA

El pan es de los únicos alimentos que perduran a través de los siglos.

Ya con los celtíberos durante el siglo XIII antes de Cristo se utilizaba.

Sin embargo, debemos a los griegos la venta de este preciado alimento en las panaderías.

Hoy en día tenemos una gran variedad de panes con los cuales poder satisfacer nuestros gustos olfativos.

El trigo sigue siendo el cereal básico utilizado para la fabricación de nuestros panes. Sin embargo, infinidad de panaderías con el nombre de «masa madre» están proliferando alrededor de nuestra geografía. Además del trigo tenemos infinidad de nuevos ingredientes, como el pan de centeno, cebada, avena, maíz y otra infinidad de ingredientes.

Hoy hemos introducido en nuestra dieta el pan integral, por el hecho de la dieta sana.

Mas ahora que me admira tantos establecimientos con el nombre de «pan de levadura madre», me transporta mi memoria a nuestra guerra civil, donde era imposible conseguir una barra de tan codiciado alimento.

Aunque muy pequeña, recuerdo después de la guerra civil, no podíamos acompañar nuestros escasos alimentos con tan preciado acompañamiento. Solamente un panecillo de pan negro nos era asignado por racionamiento para paliar el hambre que padecía la población. Se sustituyó la barra de pan blanco de trigo por harinas insólitas como la de garbanzos, cebada o centeno. Panecillos muy negros, muy pesados y con un sabor desagradable e indigesto. El comercio del codiciado pan estaba regulado por las autoridades.

En aquella época, las personas pudientes que en nuestro pueblo se les llamaba «cosecheros», eran las únicas que conseguían el afamado pan blanco y para envidia del resto de la ciudadanía.

En aquellas circunstancias salieron mujeres valientes y emprendedoras que les llamábamos estraperlistas que adquirían de algún lugar que desconozco, barras de pan blanco que las introducían en una especie de sábanas oscuras, teniendo que coger un medio de transporte para poder revenderlas y sacarse un mísero sueldo. Para este menester tenían que eludir la presencia de policías dirigidos por el régimen, pues si las pillaban les quitaban la mercancía y les aplicaban una multa. Muchas de estas mujeres al verse acosadas por la policía arrojaban desde la ventanilla del tren toda la mercancía que caía como pájaro descuartizado sobre los raíles del tren. Algunas veces recorrían andando hasta el lugar donde habían tirado su supervivencia y recogían su atajo sino les habían quitado otro personal.

Recuerdo siendo muy pequeña que mi madre adquirió un día una barra de este codiciado pan blanco y lo primero que hizo fue ofrecérselo a su única hija. Todavía mi gusto saborea el pedacito de esta barra de pan, era muchísimo más apetitoso que todos los pasteles que se hacen hoy en día.

Unos amigos que teníamos en Francia, viendo la escasez que padecíamos en nuestro pueblo, nos prometieron enviarnos por correo unos panecillos.

Todos en casa esperando tan codiciado paquete, pero tardó mucho en llegar y los panecillos llegaron todos canecidos. Venían acoplados en una lata, al abrirla fue una decepción pues todos estaban rancios. Muy a pesar, un miembro de mi familia fue quitándole el moho mayor y degustando el resto.

Estos recuerdos acompañan mi mente y ahora viendo tantos establecimientos con tantas variedades de pan, me dan ganas de llorar.

Los nombres delos panes según sus formas reciben distintos nombres en cada localidad-.

Así en la zona de Oñate y Mondragón reciben el nombre de opillas. Luego tenemos la torta de maíz que le llamamos talo y en San Sebastián tenemos un pan de estructura estrecha y en forma redonda que se llama Zopaco. Este pan lo empleamos mucho para acompañar a las diferentes clases de sopas, como la de pescado por ejemplo.

El pan encarna el cuerpo de Jesucristo y junto al vino encarnan la eucaristía.

En España se bendice la mesa dando gracias a Dios por darnos el pan de cada día.

Es difícil degustar una comida sin el acompañamiento de un trozo de pan.

Hoy en día no hace falta hacer esfuerzos con las manos para amasar la harina, ahora se han inventado máquinas eléctricas que sustituyen a los esfuerzos de nuestras manos. Más con esta industrialización a la producción de harina se le añaden productos químicos como lecitina de soja, ácido ascórbico, con el efecto de que se conserve mejor. 

Los inventos dentro de su gran utilidad siempre tienen algún efecto indeseado.

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