Mira que me acosté agotada y aquí estoy, sin pegar ojo, dando vueltas a derecha e izquierda, como una peonza. Encima hace un calor mortal, igual es por eso que no consigo dormir; pero creo que no, que es el café con leche que me tomé a media tarde que me tiene desvelada. Si viviese mi madre culparía a la tortilla de patata; siempre era la culpable de todo, malas digestiones, pesadillas nocturnas, de todo. Cómo pasa el tiempo, cinco años en Octubre y cada vez la recuerdo más; seguro que es ella la que me desvela dándome la tabarra después de muerta, cómo si no hubiese tenido bastante en vida.

¿Qué hora será?, deja que mire el móvil, casi las tres, desde las doce y media acostada, y mañana toca madrugar. Igual lo que me desvela es el puñetero móvil en la mesita, ¿no dicen que emite ondas que afectan al cerebro?, ¿dónde tendré el despertador? Debí guardarlo en una caja del trastero, mañana lo rescato, a ver si funciona, que fue regalo de papá al cumplir los doce años, vaya ilusión me hizo, cómo dándome la alternativa, “ya eres bastante mayor para despertar tu sola”. De mi padre no me acuerdo tanto; su recuerdo nunca incordió tanto como el de mamá. Es que ella es como el Cid, que después de muerta sigue tocando los…

A las seis tengo que levantar a Nacho, que le dé un repaso al examen; mira que le avisé, “que al final te faltará tiempo”, pues como el que oye llover, perdiendo el tiempo todo el verano; “por las tardes con los amigos a la piscina; que fulanito se va a las fiestas del pueblo y me invita un par de semanas; que ha vuelto menganita de las vacaciones y no la voy a dejar sola”. Pero el que te examinas en septiembre eres tú, capullín, ni fulanito ni menganita ni los del pueblo ni la madre que los parió. Y hoy es el examen y toca madrugar para el último repaso. Cómo suspenda… ¡Ay cómo suspenda!, que se prepare. Pero seré yo, porque si espero apoyo de Alberto, lo tengo claro. Dice que les ve poco, a causa del trabajo, y cuando está con ellos no le sale machacarles. ¡Y una mierda!, que es blando y tomar decisiones difíciles le asusta; que sea la “tonta” la mala de la película, siempre rezongando detrás de todos para que haya algo de orden en casa. Eso sí, quejándose es único, “que mañana tengo reunión y la camisa está sin planchar”, y ya está la idiota tirando de plancha a las tantas de la noche para que el señor vaya planchado. Algún día me plantaré y me oirá, que yo también trabajo, y tengo un horario.

¿Y ese ruido? Será Luisín con otra pesadilla. Dios, que mal duerme este crío, cuando no sueña, es la pierna izquierda que se pone a dar patadas, machacando arriba y abajo. Tiene cinco años y aún está por llegar la primera noche que durmamos del tirón; ¡qué gracia! “durmamos”, como si alguien se levantara, o despertase al menos. Vamos a ver qué le pasa; madre mía, las tres y veinticinco, mañana no daré pie con bola en la oficina y tengo que cuadrar el balance, que hoy no tuve tiempo. Ya estoy oyendo a mi jefe, “Irene, no veo las cuentas de resultados, ¿acaso no están hechas?, mira que te dije que corrían prisa, que tengo reunión del consejo y las necesito; pero cuando no es que el pequeño tiene fiebre, es que la tintorería, o el súper, que me cierra y no tengo cena. Tenía razón mi padre, las mujeres casadas, en casa.”

Bueno, a Luis no le pasa nada, soñaría y pegó un grito, sin más. A ver si me duermo de una vez. ¡Anda!, si hoy es quince, tengo que llevar a vacunar al perro al veterinario; ¿ves cómo me cae todo?, ¿acaso era yo quien quería perro?, mira que lo dije, “¡qué no!, qué seré yo la que saque a pasear al perro siempre, y quien se encargue de ponerle comida y agua, y limpiar los pelos que dejará por casa, y estar pendiente de las vacunas, ¡qué no quiero perro!”, pero todos detrás mío, un día y otro, “qué sí, que nos encargaremos, que verás cómo tu ni te enteras de que hay perro en casa, anda mamá por favor, venga Irene, ¿qué más te da?”, y acabas cediendo, que también canso de ser siempre la mala, la que dice que no a todo ¿y qué pasa?, pues la idiota de Irene con el perro a cuestas a todas horas, nadie le saca, ni miran a ver si tiene agua o comida, ni les preocupa si pierde más o menos pelo, o si vomita o tiene diarrea.

Le mato, juro que le mato cómo no apruebe este examen; es que se va a perder el curso que viene, un año retrasado por idiota, y después la media para elegir carrera ¿qué?, porque fantasma y peliculero, el que más; no tiene idea que estudiará, tan pronto dice que médico, como astronauta, o físico cuántico, pero como no llegue a la media, no podrá elegir, se matriculará donde pueda, donde tenga plaza, y si no pues que se ponga a trabajar, pero es que sin título no le cogen ni para descargar camiones en el mercado. Y toda la culpa la tiene la menganita esa, como se llame, la que paseaba después de vacaciones, bueno pasear, que me chupo el dedo… ¡Ay dios, la lavadora!; acabaría cuando planchaba con la tele puesta y no la sentí; pues estará buena la ropa, toda arrugada. No puede quedar ahí, pudriéndose toda la noche, tengo que levantarme a colgarla, que después no habrá quien la planche. Para cuando termine serán cerca de las cuatro y media, no merecerá la pena acostarme porque si me duermo, entonces sí que no despertaré a tiempo. ¡Dios mío, que sueño!

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