El mundo es un pan francés

El mundo es un pan francés

Alex Bossi

03/08/2023

El rugoso hombre de tapado grisáceo se encontraba frente a un vasto salón de atentos estudiantes.

—Resumidamente, muchachos; el modelo atómico de Rutherford tiene una gran semejanza con un pan al cual se le incrustan de manera dispersa varios trocitos de frutas —Comenzó a dibujar una especie de pan ovalado en la gran pizarra—. Toda la esponjosa masa es el área cargada positivamente, ¿lo ven? —Continuó dibujando, esta vez definiendo pequeños círculos repartidos en el interior de la figura— Y estos deliciosos trozos de fruta son los electrones, las partículas cargadas negativamente. Así que, ¿por qué cuando lleguen a sus casas no se preparan un delicioso pan al Rutherford, eh? Así podrán interiorizar el tema y tratarlo de una manera mas didáctica.



David acababa de llegar del colegio a eso de las cinco de la tarde. Colgó su mochila en el perchero y mientras se dirigía a su habitación, escuchó un fuerte ruido recurrente, mecánico y acelerado desde el living. Era su madre acabando un hermoso overol de corderoy.

—Finalmente… mmm —Expresó dudando para si misma la madre de David—, creo que puedo decir que esta vez si me gustó el resultado.

Toc toc —Resonó en el marco de la puerta.

—Hola hijo! —Miró en dirección a la cocina y se exaltó levemente— Ay, lo siento querido, he olvidado tu merienda. Es que… mira, estuve toda la tarde teniendo una discordia con este par de hilos. Fue como haber estado cocinando una y otra vez, siempre quemándoseme los panes; cuatro intentos y todos a la basura —Suspiró—. Pero bueno, la quinta es la vencida, ¿no? —Decía mientras observaba con orgullo a su obra telar—. Reúnes las telas, visualizas el resultado deseado y empiezas a preparar. Telas, hilos, algodón. Amasas los materiales sobre el hilador y luego horneas sobre la tejedora.

—Muy lindo mamá, ¿y para quien es?

—Es para tu tía María, de hecho. Ahora que me lo recuerdas, debo llamarla para que venga a buscarlo —Respondió buscando el teléfono entre la selva de herramientas textiles.

—Sabes, hablando de panes, justo un profesor estuvo explicando un modelo atómico como si fuera un panecillo con frutas. Es curioso, ¿no crees? Como el pan es tan buena metáfora para un rango tan grande de cosas. En fin mamá, no te preocupes, que se cocinarme solo, me haré un delicioso pan al estilo Rutherford —Y desapareció rumbo a la cocina.



Riiiing Riiiing Rii-

—Hola, Margaret.

—Maria, ey —Respondió la madre de David.

—¿Cómo estas querida? ¿mi overol está listo?

—Listo depende de que tan coqueta seas —Soltó una risita—.

María le devolvió otra.

—Te lo agradezco muchísimo, ya le dije a Tomi que vaya a buscarlo.

—Ah mira, ¿se tomó el día? Ese hombre se la pasa trabajando.

—Sí… se tomó un par de días. Su investigación le consume demasiado tiempo y… bueno, a pesar de que sabes cuanto le apasiona su trabajo, un descanso siempre es necesario.

—Me imagino, Mary. Lo que hace se ve tan… apasionante.

—La verdad es que lo es. Es simplemente inspirador.

—¿Cómo era? ¿formación terrestre o algo así, no?

—Así es, si si. En nuestros ratos libres a veces me cuenta y yo lo escucho. Me habla sobre el polvo de estrellas, luego algo de la gravedad, el calor, finalmente el enfriamiento. Es… un relato tan susceptible de analogías. Es como el pan: Primero tienes los materiales dispersos, luego los unes con la fuerza de tus manos, después de eso lo mandas al horno, y finalmente llega al punto deseado: A la forma optima para disfrutar de un crujiente pan francés.

La madre de David, sin entender mucho la explicación de la formación planetaria, acudió a preguntarle acerca de lo último que había comentado María:

—Oh, ese pan francés. ¿Ya lo probaste? Hay una nueva panadería en la avenida.

—Ja, ni me lo digas. Lo obligué a Tomi a comprar uno luego de que retire el overol.

—Uy… yo ya me haré una escapada, todos dicen que es delicioso.

Continuaron hablando por teléfono por unos cuantos minutos, hasta que el timbre sonó con ese código tan propia de la familia Nuñez. La madre de David cortó y una vez entregado el overol a la pareja de María se quedó pensando en lo que le había dicho su hijo hace un rato:

<< Es curioso, ¿no crees? Como el pan es tan buena analogía para un rango tan grande de cosas>>.



Tomi iba manejando mientras hablaba con María.

—Si, amor, tengo tu overol; muy lindo la verdad, buenos bordados. ¿Q-que? —Respondía a palabras únicamente discernibles para él, emitidas por el teléfono— Oh, el pan francés, como olvidarme de eso. Imposible, cariño. El pan está en todos lados. S- si, bueno, si, si. Estoy llegando, nos vemos en un rato —Colgó con un beso a la distancia—.

El hombre aparcó el coche y se dirigió a la larga fila de personas esperando a tener su ración de pan francés, fabricado en la nueva panadería la cual gozaba de grandes elogios, dando fama de una textura esponjosa y de un sabor inigualable.

Estaba atardeciendo. Se apreciaba la cobertura de una atmosfera anaranjada sobre aquellas personas que esperaban ansiosos, uniéndose el aroma de una mezcla milenaria, pero incansable para el olfato de cualquier ser viviente.

Otro hombre se encontraba delante de Tomi, el cual en un momento dio un media vuelta para ver a su coche estacionado, en donde se encontraba su esposa. Tomi, por un instinto inconsciente también se dio la vuelta, intrigado por lo que el muchacho había visto. Volvió a darse la media vuelta y ambos se observaron.

—Es mi esposa, está embarazada. ocho meses y medio, en cualquier momento revienta —Soltó una risa inmadura—. Debo estar atento todo el tiempo.

Tomi le devolvió la risa.

El hombre continuó contando:

—Tener un hijo es como… —Apuntó hacia la panadería—, es como fabricar pan. Reúnes ingredientes, luego amasas…. También hay calor —Afirmó con una seriedad que escondía un sentido del humor algo obsceno pero sutil—. Y luego lo dejas que leude, un leudado muy paciente a decir verdad, una de nueve meses. Crece y crece hasta que aparece.

Tomi se reía revelando cierta vergüenza ajena. Se podía oír como las demás personas cuchicheaban debido a la inadecuada metáfora del hombre.

Continuaron charlando. Tomi le contó sobre sus hijos, y ambos tuvieron una de esas conversaciones de tipos que en un pasado lejano disfrutaban de salidas y excesos, pero que en la vida familiar todo aquello era una serie de imágenes perdidas en el tiempo.


Tomás había avanzado en la fila, a punto de entrar. Al ingresar se podía apreciar un aroma mixto entre harina y manteca derretida, agudizando notablemente sus receptores nasales. Detrás del mostrador se podía ver una amplia maquinaria en donde se distribuía una docena de trabajadores los cuales amasaban, daban forma y horneaban esa sustancia llena de historias y metáforas, y tras ver con embobada atención ese sector, se dijo para si mismo:

<<Ah, el pan. Tantos labores, tantas ciencias, tantas actividades. Todo, o casi todo puede ser reducido a pan>>.

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