Sentimientos volcados

Sentimientos volcados

Cala

12/08/2023

Son pocas las veces que he podido hacer pan durante mi vida, soy amante de ese olor fresco que inunda los pulmones y te hace transportarte a cualquier lugar, hace que tu mente viaje por distintos recuerdos de tu niñez quizás, mientras ibas a la panadería y esperabas que te diesen ese pan recién hecho, para compartirlo con tu familia por las mañana o para la merienda de la tarde, o mientras disfrutas de ese olor en compañía de un amigo en alguna cafetería o quizas mientras lo haces tu mismo y esperas con alegría a quede justo a como quieres y puedas compartirlo, el pan y sus distintas presentaciones hace que nos cautive de mil formas al punto de ser una tentación.

Recuerdo una de las pocas veces que amacé pan, tendría 19 años aproximadamente y en uno de los sitios donde trabajaba teníamos clases de cocina, ese día había sido particularmente cansado, recuerdo que en mi universidad había recibido muchas observaciones para corregir un trabajo, en mi otro centro de labores había tocado cierre de ventas y todo era un caos, al punto que ha todos, sin excepciones nos habían llamado la atención, tenía en mi un sentimiento de enfado, frustración, ira que estuve conteniendo durante todo el día. Al estar en esa cocina y escuchar que amasaríamos pan, por un momento me encantó la idea, sería mi primera vez haciéndolo, ahuné las pocas energías positivas que me quedaron y puse atención, para mi sorpresa, el hacer pan no era tan sencillo como hubiese querido, requiere tiempo, exactitud de medidas, cuido de los pequeños detalles y ya con eso, me empezaba a frustrar nuevamente, era como una pequeña caldera bullendo por dentro.

No podía comprender como algo tan delicioso de probar y que en ocasiones tan simple a la vista como una hogaza de pan puede contener tantos detalles, me sobrepuse lo mejor que pude y aproveché la explicación al máximo de nuestra instructora, debía seguir poniendo atención ya que ella hacía el mejor pan casero que había podido probar, nos mostró como hacerlo en horno y sino tenías, eso era lo de menos, hagarrabas un sarten y también tenías pan, yo estaba emocionada, pan sin hacer uso de un horno ve tu a creer semejante cosa.

Empezamos con todo el proceso de preparar los ingredientes, los utensilios y el espacio a ocupar, trato de seguir cual devota religiosa paso a paso cada una de las indicaciones, hasta que finalmente está lista la mezcla para empezar a amasarla, en ese momento recuerdo haberme ubicado en la última mesa he inicié el proceso de somatarla como había dicho la maestra -cabe mencionar que no tengo mucha fuerza física- a los minutos se me acerca la maestra y me observa detenidamente en el proceso, lo cual me hizo sentir un poco incómoda.

Le consulté si lo estaba haciendo mal y ella me vió con una sonrisa y me dijo: amásela con todas sus fuerzas, trate de dejar en la masa todas sus preocupaciones y a la vez póngale todo el amor del que es capaz y verá que hermoso le quedará ese pan, luego de eso sólo se dio la vuelta y fue donde las demás chicas, yo me quedé absorta en lo que dijo por un minuto a lo sumo.

Mientras pensaba para mi «preocupaciones» y «amor», como pueden ir ambas cosas volcadas en una masa, empecé a recordar todo el enojo y frustración del día y empecé a amazar con todo lo que tenía, mi enojo, enfado e ira lo estaba dejando plasmado en cada golpe que se le daba a esa masa y a la vez tenía el cuidado de no arruinarla, tratando de recordar que también debía contener amor, así pasé por un buen tiempo, hasta que llegó una de mis compañeras y me dijo: – ya es hora-, parece que la masa te ha hecho algo, podemos pasar a dejarlo reposar.

Busqué a la maestra para que viese cómo había quedado la masa de mi pan, ya con todos esos sentimientos fuera de mi, al punto de sentirme totalmente relajada, ella me vio y con una sonrisa en la mirada me dijo: De seguro que quedará muy suave, pude ver que le pusiste mucha pasión en el proceso, por un momento sentí que me sonrojé ante la idea que cómo me veía mientras amasaba aquella mezcla con todos esas emociones fluyendo en mi interior y solo le sonreí y puse mi masa en un recipiente en un lugar oscuro.

Después de ello y con la impaciencia de ver que tanto había crecido, el tiempo había sido poco, así que por el momento íbamos a dividirlo y a darle forma, recuerdo que los habíamos hecho como si fuesen tortillas redondas y otros como pequeños bollos, para dejarlos reposar nuevamente; recuerdo que a los que parían tortillas les habíamos picado pequeños agujeritos con el tenedor, por mi parte no quería pincharlas, me parecian tan lindas así todas lisitas, pero proseguí a como me lo ordenaron.

Se derritió un poco de mantequillas para pintar los pequeños bollitos que habíamos hecho y se puso a calentar un sarten de teflón y otro de hierro para que viesemos la diferencia , el pan estaba rapidísimo, se evitaba que la llama estuviese demasiado alta, para dar la seguridad de que se cociera, luego una llama alta por cuestión de segundos para ayudar a dorarlo.

Yo estaba felíz, mi pan quedó suavecito y sentí que todas aquellas emociones valieron la pena, cada molestia y pequeño incordio del día fueron parte de este delicioso pan que estaba probando, recuerdo partir aquella tortilla y ponerle mantequilla, aprovechando que estaba algo caliente aún, fue el cielo en la tierra para mi, sentir aquel olor, la frescura y la mantequilla derretida, me daba una paz y alegría en cada bocado.

Recuerdo llevarle unos cuantos a mi madre ese día para poder comerlas juntas, ¡amé hacer pan por primera vez!

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