Era uno de esos típicos bares de cerveza artesanal, de aspecto rústico y oscuro. Me encontraba con tres amigos que hacía tiempo que no veía, y rápidamente nos pusimos bastante alegres. Nos pusimos al día y recordamos muchas historias del pasado. Entre las risas, pasaban vasos y vasos de cerveza; hablábamos levantando bastante la voz. Pronto el lugar se llenó, y algunas de las otras mesas tenían un entusiasmo similar. Había tantas cosas por contarnos que el tiempo y las cervezas pasaban con gran velocidad.
De pronto, el bar empezó a vaciarse y mis tres amigos comenzaron a fijarse en sus celulares para ver cuándo pasaba el próximo colectivo que los acercaba a sus casas. Yo, en cambio, estaba más tranquilo, porque solo tenía que caminar tres cuadras hasta la mía. Descubrieron que el siguiente pasaba en diez minutos, así que se fueron rápidamente. Les dije que fueran tranquilos, que me iba a quedar a tomar un vaso de agua. Entonces se despidieron y yo pedí mi vaso de agua.
Fui al baño. Realmente necesitaba mear. Mientras lo hacía, una duda empezó a molestarme bastante: ¿ya habíamos pagado la cuenta? Y de no ser así, ¿tendría la plata suficiente para pagar por los cuatro?
Al volver a la mesa, empecé a sentirme realmente muy nervioso. Revisé mi billetera y, efectivamente, no creí que me alcanzaría para cubrir lo que todos habíamos tomado. Intenté recordar si ya habíamos pagado. Sería muy raro que mis amigos se fueran y me dejaran pagando por todos. Nunca había pasado nada ni siquiera parecido. Pero solo conseguí divagar entre laberintos de recuerdos confusos. ¿Tanto habíamos tomado?
Finalmente, al ver que la moza me miraba, probablemente dándose cuenta de mi estado de nerviosismo e incomodidad, la llamé. Se acercó mostrándose amable. Tartamudeando y con gran nerviosismo, le pregunté por la cuenta. Me contestó que ya estaba todo pago, que mis amigos habían pagado. Me sentí avergonzado. Solo pude decirle, en el mismo tono, un gracias.
Me levanté y salí del bar. Caminé las tres cuadras con una paz que no había sentido en mucho tiempo, pensando en que al día siguiente seguramente tendría algo de resaca.
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