Aroma a jazmín

Aroma a jazmín

Andrea Sigal

04/07/2023

Era un atardecer cálido del mes de noviembre; el sol iba perdiendo su nitidez y comenzaba a esconderse por detrás de las fachadas de los edificios de Buenos Aires. La gente salía de las oficinas, se cerraban los comercios y las luces empezaban a brillar en la gran ciudad. La ciudad que nunca duerme.
Alexa era una más en esa multitud, su vida no tenía nada de extravagante, al contrario, sentía que la rutina la estaba agotando; pero no poseía muchas opciones para abandonar lo que venía haciendo desde hacia varios años.

Esa tarde, caminó despacio hacia la parada de colectivo y sintió ganas de dar la vuelta y deambular con rumbo incierto. Pero recordó que sus pequeños de 8 y 11 años aguardaban su arribo al dulce hogar, por llamarlo de algún modo.
Ella amaba a sus hijos, por ellos vivía y se desvivía. Pero por ellos también se había olvidado cuánto había en su cuerpo de mujer.

Hacía cuatro años que su marido la había abandonado por una bella veinteañera y todavía no había elaborado dicha orfandad. Por sus oídos aún resonaban aquellas románticas estrofas de amor que tan dulcemente Andy le repetía durante el lapso de dos años de noviazgo y once de matrimonio.
Alexa era una mujer muy atractiva, tenía una mirada sensual y un cuerpo exuberante. Durante su adolescencia era el sueño erótico de todos los muchachos de la zona sur del conurbano bonaerense. Pero sus ojos eran sólo de Andy, el muchacho más codiciado por las damas del lugar.

Y así fue como la vida de ambos se cruzó un día, para terminar entrelazándose la una con la otra. Y mientras él le tomaba fuertemente las manos, le declaró su amor incondicional.

Un amor que duró hasta que un día, por esas casualidades no tan casuales, Alexa vio al hombre de su vida, al padre de sus hijos, besando otra boca que no era la suya.

Destruyendo, en un instante, todos sus sueños; quebrando su alma en mil pedazos y destrozando todos los bellos recuerdos de lo que finalmente no pudo ser. Ese «hasta que la muerte nos separe», tan bien pronunciado por ambos en la casa del Señor. Y tan bien sepultado, con el tiempo, por culpa del deseo de él hacia una mujer con la piel fresca y al viento.

Al principio fue duro volver a empezar, dar la cara ante la gente curiosa que dilapidaba mil versiones de una misma historia de desamor, de olvido, de experiencias e inexperiencias.

Ella tuvo que aprender a andar, y le tocó buscar empleo en una época adversa, con poca oferta y mucha demanda. Y más teniendo aún en cuenta que ella era una principiante, más la contraposición a cuestas de rozar los cuarenta escalones de su vida.
A pesar de eso, logró saltar uno a uno los peldaños y tomó su primer empleo sin mayores inconvenientes; gracias a la recomendación de una amiga, alta jerarca de una empresa multinacional en expansión. Y otro poco también por sus encantos.

Acompañado de este primer gran logro, llegó un buen sueldo, una obra social para su familia. Y una independencia casi total de su ex marido. Porque lo peor para ella fueron esos meses de humillación, al tener que seguir dependiendo de la limosna de alguien que la estafó; robándole todos sus sueños y los mejores años de su vida.

El tiempo siguió su cauce, hasta que una tarde de noviembre, luego de cuatro años de soltería, fue diferente. Al arribar al umbral de su casa encontró un pétalo de jazmín, su flor predilecta. Era una corazonada, las cosas no podían ser por siempre así, algo iba a suceder en su rutinaria vida.
Entró y pronto olvidó tanta pavada juvenil. La esperaban las tareas del hogar, la cena junto a sus dos pequeños, una buena película, las noticias del día, un buen café y el descanso hasta la mañana siguiente.
Y de esa manera pasaron los días, cuando por fin se detuvo abruptamente al arribar al garaje donde guardaba el auto, que sólo usaba los fines de semana para pasear con los chicos. En el parabrisas halló un jazmín con una dedicatoria que aguardaba por ella. Temblando tomó la tarjeta que decía:

«No me va a alcanzar la vida para subsanar mi error. Me encandilé con la imagen de una estrella reflejada en el lecho de mi río. Sin darme cuenta que dejé que se apagara el único sol de mi vida. Y ahora no encuentro la salida hacia el mar. Perdoname, te amo como siempre y para siempre. Tu Andy».

Era él que volvía arrepentido, actuando como un romántico incurable, admitiendo haberse empachado con tanta lujuria repentina.
Era él que regresaba luego de haberlo abandonado todo por nada. Solamente para darse el gusto en vida sin pensar cuánto dejaba atrás. Una escoba que barría mejor por lo nueva; pero que no lo hacía con el mismo sentimiento.
Era él, el de siempre, que pedía otra oportunidad, tal vez la última, pero por qué no la definitiva.
No obstante, si Alexa decide perdonarlo algún día, él deberá conocer a una nueva mujer, porque ella dejó de ser la que fue, para transformarse en la que es ahora; una dama independiente, hermosa, atractiva; que no perdió el arte de ruborizarse al percibir el aroma de un bello jazmín en la puerta del umbral de sus casi cuarenta julios.

Y tal vez, sólo tal vez, algún día esté dispuesta a perdonar…

Alexa

0000MATINA [@0000MATINA]. (2012, febrero 12). Por una Cabeza – Carlos Gardel. Youtube.

papikfl [@papikfl]. (2021, enero 10). Tango D’Amor Tango Jointz. Youtube.

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