LA BALADA DE LOS AMANTES

LA BALADA DE LOS AMANTES

Hermes Agridulce

01/07/2023

La tarde caía sobre la ciudad dormida aquel día. Recuerdo que la quietud se palpaba en los rincones más alejados, donde se hacía eco con el cantar de los pajarillos que a esa hora se preparaban para recibir la noche. El frío se dejaba sentir al aire libre, en las calles, y en los huesos. Pensando en su amor, abrigaba esperanzas que me quitaban lo entumecido de las manos y de los pies. Y mientras conducía camino a buscarle, la música encendida, y aquella balada inolvidable se oía… (reproducir sonido)

En una esquina cualquiera, me esperaba ella, tan impaciente como yo; como si esperásemos hace tanto tiempo, este momento. Nuestras miradas cruzaron, en silencio, un código de secreta comunicación que nos conectaba telepáticamente. Sabíamos de antemano las coordenadas del lugar, el destino y el desenlace del plan. El trayecto pareció interminable.

Las luces nocturnas comenzaban a iluminar, poco a poco, las sombrías avenidas que nos encubrían. Todo parecía perfecto.

Cuando por fin nos cobijamos dentro de esa habitación, y le tuve enfrente, pude sentir ese calorcillo habitual recorriendo mi cuerpo entero, que reconocía su presencia. Y allí estaba ella, inevitablemente hermosa y seductora, parada frente a mí. Excitante; con su generoso e incondicional amor, reflejada en esa estampa, apasionada, que lo expresaba todo.

Nos contemplamos largamente, sin decirnos palabras más que un “¡Te amo infinitamente!”. Y nos besamos con desesperación. ¡Su suave cuello fue la entrada por donde resbalé hacia su anatomía paradisíaca!

Una vez más, el tiempo pareció detenerse en aquella habitación, cuando la química de ambos superaba la inalterable realidad. Como dos locos hambrientos de pasión, gritábamos nuestro amor, alejados del mundo en aquel sigilo marchito, que nos acechaba alrededor. Entregados en cuerpo y alma, resonábamos el uno en el otro, repercutiendo un mismo sentimiento de incontenible placer y de pleno desenfreno, en lo físico y terrenal, como en lo emocional y espiritual.

¡Ay… la ternura de sus manos en mi espalda, dibujando al deseo!, ¡la dulzura de sus labios en mi piel, tatuando su recuerdo en mi memoria! ¡aaah!; cómo olvidar la inconmensurable felicidad que yacía en aquel fruto carnal, que brotaba de nuestros cuerpos y que se materializaba en estos encuentros amorosos, de extraños lugares y en ajenas habitaciones. Todo era especial con ella, el tiempo, el presente, el amor… la vida. Ella era todo mi universo, la balada que resonaba en mi interior y pulsaba el ritmo de mi corazón (suspiro) ¡Uff!… Éramos tan dichosos juntos, que nunca pareció tener fin.


(Música: Agridulce)

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